En una pequeña mesa del vivero de plantas de Cyrillus Swinne, en el barrio La Paz, hay escrito en borrador una apreciación del proceso de paz que se lleva en la Habana. La hoja, llena de algunos garabatos revela una observación que muchos parecen ignorar.
'Es que la paz está muy lejana de la gente aquí', afirma el padre Cirilo. Lo dice porque, el barrio, a pesar de 'haber mejorado', no le hace justicia al nombre que lleva.
Si alguien quiere ir Cartagena, explica, desde el patio de su casa, debe llegar a la Avenida Circunvalar, doblar a la izquierda, pasar por Simón Bolívar, después por el puente Pumarejo y seguir derecho...
'¡Si yo digo eso, esa persona nunca va a llegar a Cartagena!', exclama el holandés, mientras se balancea en su mecedora de madera.
Para el sacerdote de ojos celestes y cabello blanco, el primer paso debe ser en la 'dirección correcta'. Con la falsa ruta, que en realidad lleva a Santa Marta, no trata de enviar a nadie a tomar vacaciones en las playas de la Perla de América, sino que hace una analogía sobre el proceso de la paz con las Farc, el cual siente que por va el 'camino bueno'.
Por eso felicita al presidente Juan Manuel Santos por su 'terquedad'. El primer mandatario, considera el padre, arriesgó 'todo su capital político' para lograr la firma del acuerdo sobre el fin del conflicto.
Sin embargo, en la esquina del barrio, los vecinos no sienten suya la tan anhelada 'paz de otros'.
En la vía principal de La Paz, que acumula casi 50 años sin ser pavimentada, la familia de Mami ‘Nacha’ disfruta de un sancocho.
Su hija, Mónica Corro Ballestas, una madre soltera, cabeza de familia, reconoce que en su casa pocos prestaron atención a la trasmisión de la firma del fin del conflicto. Sus vecinos, desde la esquina, soplan la sopa de hueso y apoyan a la mujer de 37 años.
'Aquí nadie le está parando bola a eso', gritan en medio del almuerzo. Es mediodía del viernes 25 de junio, y aunque no sea fecha de partido por la Copa América, dejan claro que ese el tema de conversación en estos momentos.
'Uno habla es del Junior, de la Selección Colombia, de la corrupción', interrumpe un vecino.
Corro está convencida que la paz es 'pura ‘fantochería'. 'Es que eso es solo para los ricos, muy a nuestro pesar. Aquí uno desde la casa lo que ve en las calles es pandilla, inseguridad, cosas malas', señala.
A dos cuadras, su hija de 8 años, la sonriente Valerie, asiste diariamente a las actividades de la primera casa lúdica de Barranquilla, construida en el barrio hace casi dos meses. Es fácil reconocerla porque es la única que lleva un arcoíris en su fachada. El resto de casas de la calle 104 con carrera 14 son de colores pálidos. Las dos de al frente están aún en obra gris.
Con Valerie, cerca de 200 niños de La Paz disfrutan de clases gratis de danza, música y deporte. Antes pasaban sus tardes viendo televisión, pero ahora 'no quieren dejar de aprender allá', cuenta Corro, madre de otros tres niños más.
'Es fabulosa, pero sigue faltando mucho aquí', asegura. Y entonces compara el panorama del barrio La Paz con el proceso de paz.
'Construyeron la casa lúdica y hasta acá llegó la canciller con toda su parafernalia. Pero mira, nadie nos explicó bien cómo funcionaba esto. Fue mi hija menor quien averiguó todo y me hizo firmar para que ella quedara inscrita', dice.
El Padre Cirilo, héroe y amigo en el barrio, explica desde su experiencia el porqué pareciera que el ciudadano de a pie, siente, ve, respira, una 'paz que aún no llega'.
'Esta obra está muy bonita, los niños se divierten, pero mire lo que pasa. En agosto el Distrito se comprometió al mantenimiento y ahora nos dicen que no tienen recursos', alerta el padre.
Confiesa estar 'bravo' puesto que no entiende por qué aseguran que no hay dinero para el proyecto, y traslada el debate hasta La Habana. 'Ahora todos hablan del posconflicto, dicen que habrá dinero, pero ya algunos ‘buitres’ están haciendo planes con esos recursos', advierte.
Durante la transmisión de firma del fin del conflicto, cientos de personas se reunían en la Plaza de Bolívar de Manizales para respaldar los anuncios. En algunas otras ciudades de Colombia, los ciudadanos salieron a manifestar su aprobación al proceso, sin embargo, en Barranquilla 'veo a poca gente que le interesa porque se sienten muy poco involucrados'.
Así como Mónica Corro, la mayoría de habitantes del barrio coincidencialmente llamado La Paz piensan, que con la paz 'todo seguirá igual'.
'Hay mucho escepticismo', replica el padre. Sin embargo, el comienzo de una casa de colores en medio de otras grises puede que sea, de acuerdo con las reflexiones de un sacerdote que ha gestionado las obras más importantes del barrio, aquel 'paso en la dirección correcta' para que un barrio se parezca más a su nombre.