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El barro de la laguna Salá de Riohacha ya está listo para el domingo en la madrugada, cuando los carnavaleros lleguen a cumplir la tradición que hace 147 años hace parte de la historia del carnaval de esta capital.

La preparación comienza varios días antes de las fiestas, en los que se busca el sitio adecuado para llevar el barro, lo mojan y lo pisan hasta que esté listo para la embarrada.

El sábado en la noche cerca de 500 personas comienzan a reunirse para salir en la madrugada hacia la laguna y revolcarse en el barro.

Seguidamente realizan un desfile al son del Pilón Riohachero y durante su recorrido, van dejando su huella en las viviendas y abrazando o tocando a las personas que se encuentran en el camino.

Según Evert Brugés Pinto en su libro 'Reseña histórica de Los Embarradores', el análisis de la huella estampada de estos en las puertas de las casas, es una manifestación del contexto sociocultural que indica el camino que ha seguido, la identificación de su presencia y el lazo de complacencia afectiva.

El atuendo de un embarrador consiste en un vestido entero viejo, franelas o camisas manga larga, unos zapatos adecuados y un capuchón que solo tenga los agujeros para ver. La idea es estar en el anonimato y darle rienda suelta a la alegría, sin restricciones.

Esta tradición podría ser declarada Patrimonio Cultural de la Nación junto al Carnaval de Riohacha, según un proyecto que cursa en el Congreso de la República.

La tradición vino de Francia. La idea de Los Embarradores vino de Francia, cuando José Laborde Ariza, hijo del capitán de una embarcación que traía mercancía desde los puertos de ese país, quiso imitar lo que hacían los integrantes de un grupo folclórico en las calles de París, los cuales se llenaban de barro y celebraban así cada año la Toma de la Bastilla durante la Revolución Francesa.

La tradición, al contrario de otras manifestaciones, que comienzan en los estratos altos hasta llegar a los más bajos, comenzó con personas que no tenían un nivel cultural tan alto, pero en la actualidad quienes se disfrazan y salen a desfilar, pertenecen a cualquier estrato social y no tienen distingos de ninguna clase.