El médico Jaime Escobar Orozco todavía se lamenta de no haberle salvado la vida a Coraina Rojas Suárez, la niña de 10 años que fue mordida por una mapaná ‘raboseco’ el pasado 26 de marzo en la vereda Humo Bajo (Sucre) y, después de un largo viacrucis, murió el miércoles 30 en la Clínica San Rafael de Sabanalarga (Atlántico).
El profesional señala que el deceso de esta pequeña se produjo por la falta de conocimiento de los médicos en el tema de las picaduras y mordeduras de animales ponzoñosos, y no por la escasez de suero antiofídico, tal y como se ventiló en primera instancia.
Jaime Escobar, de 42 años, es especialista en toxinología, rama de la salud que se dedica a estudiar las toxinas o venenos que secretan los animales. Sus estudios los adelantó en el prestigioso Instituto Clodomiro Picado de Costa Rica y en la Universidad de Antioquia.
Para él es motivo de orgullo ser el único toxinólogo que tiene la Región Caribe en la actualidad. Desde La Guajira hasta las últimas poblaciones de Córdoba, es consultado. Prácticamente se ha convertido en punto de referencia cada vez que una persona es mordida por una serpiente o picada por un animal. En Colombia solo existen seis médicos especialistas en esta rama y Jaime es uno de ellos.
Una oruga lo cambió. Escobar revela que su interés por los animales venenosos surgió, paradójicamente, cuando fue atacado por una oruga. “Yo tenía ocho años cuando fui picado. Pasé malo como dos días. A partir de ahí quedé cautivado por los animales venenosos. Leía, investigaba y conocía sobre ellos todo el tiempo. Me hice médico de la Universidad del Norte y después me dediqué a lo que me gustaba”.
En la actualidad, el galeno lidera una red de atención para víctimas de accidentes ofídicos en el Hospital Niño Jesús. Allí ha logrado atender más de mil casos de mordeduras de serpientes en más de 14 años.
“Estos ataques son más comunes de lo que uno piensa. En el año puedo atender unos 120 casos, todos provenientes del Atlántico”, indica Escobar.
En el Departamento habitan la culebra patoco, la mapaná ‘raboseco’, la cascabel y la coral. “La mordedura más común es la de la patoco. Pero la patoco no mata, puede terminar en una amputación, pérdida de un pie o un dedo. La que sí mata es la mapaná. En Colombia es la que más víctimas deja. En el Atlántico también tenemos la cascabel, de potente veneno, que se consigue por todas las zonas secas”.
Para los colegas. El barranquillero está próximo a lanzar el libro ‘Manual de accidentes ofídicos’, el cual recopila los casos más extremos atendidos por él y también explica cómo se debe actuar ante un ataque de serpiente.
“Es como un legado que quiero dejar. La idea es que los médicos interpreten los síntomas y los signos, para que no sigan ocurriendo casos como el de la niña que murió en mis brazos. Infortunadamente el desconocimiento la llevó a que perdiera la vida”, concluyó.
Labor social
En todas partes...
Como todo médico, Jaime Escobar está disponible las 24 horas del día, en los 365 días del año, para atender casos de mordedura de serpiente. Revela que muchas veces le ha tocado sacar de su bolsillo para tratar a los pequeños que resultan víctimas de estos accidentes, y que la mayoría de veces suelen ser de escasos recursos. “Lo más bonito de todo esto es cuando se salva una vida. La gente nunca olvida. En la calle me saludan personas que he atendido hace tres o cuatro años atrás”.
Además de trabajar en el Hospital Niño Jesús, el médico realiza capacitaciones a empresas que se dedican a la explotación de minas de carbón y la ubicación de redes eléctricas en zonas enmontadas. Jaime Escobar Orozco está casado con la psicóloga Linda Rodríguez. Tiene tres hijos: Jaime Andrés, Julián Daniel e Iván Felipe.





