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En la cama de la habitación 220 del Hospital Universidad del Norte está acostado Luis Alfonso Flórez Arboleda, uno de los siete heridos que dejó la explosión del CAI de Soledad 2000, la madrugada del domingo. Sus ojos están llenos de lágrimas y su cuerpo está ‘remendado’ por las heridas de los perdigones que le impactaron.

'Esto es muy duro. No se lo deseo a nadie', dice mientras hace una pausa y saca fuerzas para hablar. 'Soy una víctima más del terrorismo', agrega.

Todas las madrugadas, ‘Truquini’, como lo bautizaron los agentes del Centro de Atención Inmediata de Soledad 2000, llegaba a las 3:30 o 4:00 a.m. y se sentaba con los oficiales. Hacía los oficios varios, era el ‘todero’ del CAI. 'Hace 24 años que llegué a esa estación. Todos están pendientes de mí porque ahí nos colaboramos. Por lo general estaba hasta las 8:00 de la mañana. A mí me pagaban por lavar las motos y eso, y con lo que ganaba le colaboraba a mi familia'.

Las palabras entrecortadas que salen de su boca se pierden, traga en seco. Por un momento se queda mirando a las personas que están en la habitación y se limpia las lágrimas. 'En los años que yo fui policía nunca me pasó nada, gracias a Dios. Estoy traumatizado pensando en que puede pasar algo otra vez o que tomen alguna represalia porque no me mataron', dice el hombre oriundo de Ciudad Bolívar, Antioquia, y quien fue policía desde el año 88, pero no se pensionó.

El día del atentado, Flórez había llegado como de costumbre y se encontraba en el CAI con los otros patrulleros. Afirma que él llevó la peor parte porque estaba en la pared donde explotó el artefacto. 'Me hallaba sentado cerca de la paredilla. De un momento a otro sentí la explosión. Ellos se encontraban a cierta distancia, pero el más cercano a la pared donde explotó era yo', recuerda ‘Truquini’.

Según Judith, su compañera hace 35 años, 'a él le gustaba mucho ir allá porque trabajaba y estaba con ellos. Cuando supimos que le habían puesto una bomba salimos corriendo', agrega.

'Los policías estaban en el plan de mando. A mí no me cogió por completo porque donde sí, me destroza, la estación quedó completamente destruida. Yo salí volando como medio metro y de lo último que me acuerdo es que subí y que iba bajando. Ahí pensé que había llegado mi fin, pero al minuto recobré la conciencia y dije: Diosito, gracias porque no me llevaste. Esta vez no me tocaba'.

Afirma que se despertó con el ojo hinchado, el cuerpo lleno de sangre y que la gente lo socorrió. 'El primer carro no me quiso llevar, me despreció, pero el segundo me llevó a la Clínica Oriental. Tengo en mi memoria el sonido de las sirenas y los gritos de la gente corriendo. Fue una cosa horrible, parecía mentiras'.

Entre el susto, el dolor y la tristeza por haber sido 'una víctima más del terrorismo' –como repite–, saca tiempo para hacer un chiste. 'Aquí donde usted me ve no soy tan viejo. Aparento más edad de la que tengo porque trasnocho mucho y tomo mucho trago. El 10 de julio apenas voy a cumplir 59 años', afirma.

'A mí un policía pensionado me había dicho: Señor Luis, salgase de ahí porque ese CAI lo van a volar. Sin embargo, yo no le presté atención, uno tiene la necesidad de conseguir para el sustento y para darle a la familia. Yo les pido a los culpables que recapaciten porque la violencia no nos lleva a ninguna parte'.

'Cuando explotó esa vaina dije: corran, por detrás del CAI, porque como eso es puro monte, por ahí se escaparon'. Flórez afirma que el explosivo fue tirado, aunque las investigaciones arrojan que los artefactos ya estaban instalados y fueron activados por radiofrecuencia, como los de la Estación San José.

‘Truquini’ hoy se siente mejor y afirma ir mejorando lentamente. 'Aquí me han atendido muy bien, me tienen con un buen televisor, teléfono y la comida es mejor que en mi casa', comenta, aunque no deja de recalcar que es la peor experiencia que ha vivido. 'Lo que pasé es terrible. No sé explicarlo. Estoy paranoico. Ese es un momento que no se lo deseo a nadie. Es una injusticia lo que ellos hicieron. La vida la quita solamente mi Dios, es el único que puede y el que mata se condena, excepto el que se arrepiente de corazón'.

Por lo pronto ya no quiere volver más al CAI, dice que lo que pasó es una llamada de atención y que nadie termina de conocer el corazón de las otras personas. 'Yo no quiero volver, de pronto más a delante, pero por ahora no. Todo lo decide el tiempo: el día de morir es uno solo'.