El Heraldo
Judicial

No cesa la búsqueda de justicia tras nueve feminicidios

En los 9 feminicidios registrados en el Atlántico, 4 victimarios han sido capturados y 2 se quitaron la vida.

En los ocho meses que han transcurrido de 2020, en el área metropolitana de Barranquilla al menos 10 mujeres han sido asesinadas por celos o diferencias con los padres de sus hijos. 1,2 feminicidios por mes. Además, otras 16 mujeres han sido asesinadas de manera violenta en el Atlántico en medio de ataques sicariales dirigidos a ellas o a sus parejas sentimentales. 

La cifra es preocupante, sobre todo porque en 2019, en todo el año, se registraron los mismos 10 feminicidios que ya se cuentan faltando cuatro meses para cerrar este atípico año. Y eso que el año pasado ya se había registrado un aumento en el número de crímenes contra mujeres, en comparación con el 2018 (de 39 homicidios en el año se aumentó a 46). 

El caso más reciente en Barranquilla –y el que encendió con mayor fuerza las alarmas– fue el cruel asesinato de Daniela Espitia Flórez, una joven de 21 años a la que golpearon, apuñalaron y asfixiaron el pasado lunes 17 de agosto en una residencia en el Centro de Barranquilla. 

Dani era mamá de una niña de cinco y un niño de dos años. A su madre, Yenny, le tocó la dura labor de contarles que no volverían a ver a su mamá. La cuñada de Dani, esposa de su hermano menor, les ayudó a enviarle una carta al cielo. Y su tía, valiente, salió a protestar en una esquina del barrio por justicia en la muerte de la joven. No estaba sola, la acompañaban primas, amigas, vecinas y desconocidas que gritaban “¡No más feminicidios!”. Gritaban por Daniela, pero también por Liseth , Angie, María, Vivianci, Karen, Wendy, Diana, Yahismar y Naylin. Guerreras. 

En los estrados judiciales. De acuerdo con la Fiscalía General de la Nación, el homicidio en todas sus formas, incluido el feminicidio, es un delito que está “priorizado”. Eso quiere decir –al menos en el papel–,  que cuando una persona es asesinada se despliegan con más fuerza los operativos judiciales necesarios para proveer garantías de justicia a las víctimas y sus familiares. 

En la práctica, una vez se presenta el hecho, el caso es asumido por el grupo de fiscales de Alertas de Homicidio, que están disponibles las 24 horas. Estos orientan de forma inmediata la investigación y emiten órdenes a policía judicial “en  procura de lograr la identificación del autor o partícipe de los hechos”, según explicó una fuente de la Fiscalía a EL HERALDO, quien además aseguró que esto ha tomado fuerza debido al “interés” del fiscal General, Francisco Barbosa, en el esclarecimiento de los feminicidios. 

En el caso de Daniela Espitia, desde el minuto uno después de que se conociera el crimen, autoridades señalaron como principal sospechoso a Deimer Eduardo Díaz Mendoza, la expareja de la víctima que quedó registrado en las cámaras de seguridad del motel cuando ingresó junto a la joven y salió hora y media más tarde solo, portando el bolso de ella y “sonriendo”.

Él mismo se había comunicado con sus familiares, supuestamente para anunciarles del crimen y para pedirles ayuda  en el escape. 

Dos días más tarde, el 19 de agosto, el juez 12 Penal Municipal con funciones de control de garantías, a solicitud de un fiscal, emitió una orden de captura contra Díaz. Al mismo tiempo, las autoridades ofrecieron una recompensa de $5.000.000 millones por información sobre su paradero. 

Aún no lo han capturado, pero un protocolo similar se manejó en los otros casos de feminicidio que se han registrado en el Atlántico este año. De acuerdo con la Fiscalía, esta estrategia ha dejado un índice de efectividad cercano al 90 %.

Dicha efectividad, según la fuente, se ha visto evidenciada en que “en cinco de esos casos está detenido el agresor, en dos de ellos el agresor se suicidó, y en el caso más reciente –reiteró–, se emitió la orden de captura contra el feminicida”. 

Aunque parezca poco, la emisión de una orden de captura es relevante porque se deben tener las pruebas suficientes como para convencer al juez de que hay altas probabilidades de que el buscado sea el responsable. 

En ello, la familia, como víctima indirecta, “juega un papel preponderante”. 

“Son la fuente número uno de información que permite documentar un caso, de tal suerte que sus declaraciones son determinantes para la caracterización de un crimen como feminicidio, pues por lo general este comportamiento viene precedido de un ciclo previo de violencia intrafamiliar que  muchas veces ni siquiera es denunciado”, explicó la fuente de la Fiscalía.

En el caso de Daniela, los familiares informaron que ella había denunciado en dos ocasiones haber sido víctima de violencia e incluso haber solicitado orden de alejamiento contra Díaz, lo cual reforzó la argumentación del fiscal ante el juez. 

La fuente concluyó asegurando que en el caso de Daniela y todos los demás feminicidios se apunta principalmente a “lograr la sanción del responsable, adoptando desde el inicio del proceso medidas urgentes para lograr la comparecencia de éste al proceso, proteger a la víctima y a la sociedad; y garantizar que el hecho no se repita”.

El riesgo de revictimizar

La  filósofa y docente Dayana De la Rosa, explicó a EL HERALDO que en los feminicidios hay un alto riesgo de revictimización. En el caso de Daniela, sus familiares han expresado que lidian con comentarios que responsabilizan a la víctima por haber accedido al encuentro y  por el hecho de que el crimen haya ocurrido en un motel.

“El feminicidio es el último acto de una violencia sistemática. Es importante tener en cuenta que hay razones de fondo para que una mujer acepte volverse a ver con el violentador, y hay que entenderlas para no culpabilizar a la víctima”, explicó Dayana.

Estas van ligadas sobre todo a imaginarios sociales en los que han educado a las mujeres, que hacen peso en la conciencia de ellas, y el secuestro emocional al que la puede tener sometida el victimario.

Enero 16, Liseth Lucía Palencia Barreto, 29 años

Liseth quería ser profesora, pero la encontraron muerta en el apartamento que estaba pagando en Soledad, cuatro días después de que el hombre que le había dicho que la amaba la apuñalara por la espalda, literalmente. El asesino, José Luis Díaz Luna, se lanzó al río Magdalena.

Enero 22, Angie Marcela Acosta Crespo, 16 años

A Angie la encontraron dentro de una cava de icopor, con una manguera atada al cuello, en un caño, en Las Malvinas. Su relación con Carlos Julio Borrero Carranza, al que apodan Mongui, estaba “llena de violencia”, por eso no dudaron en señalarlo como culpable del crimen. 

Enero 27, María Dolores Ospino De los Reyes, 41 años

Para sus vecinas, María Dolores era “linda y camelladora”, pero en un “ataque de celos” su próspera vida se vio coartada por las violentas manos de Armando Rafael Orozco Bolaños. Él, 13 años mayor que ella, la asfixió hasta la muerte en su casa, en Soledad. Luego se quitó la vida.

Enero 31, Vivianci Alejandra Blanco Ávila, 25 años

Cuando la Policía llegó ya era muy tarde, Vivianci había muerto tras las 20 puñaladas que había recibido en todo su cuerpo de manos de su compañero sentimental desde hace 11 años, José David Orozco Páez, un supuesto paciente psiquiátrico al que capturaron.

Febrero 19, aparece cráneo que podría ser de Karen Hernández Ochoa, 18 años

Su familia llegó a Barranquilla siguiéndole el rastro desde enero. Ella les había dicho que desde que llegó del Bagre (Ant.) se sentía “aburrida”, sobre todo porque el hombre que la “ayudaba” la prostituía. En Caribe Verde hallaron un cráneo que podía ser suyo.

Febrero 20, Wendy Paola Flórez Flórez, 26 años

Wendy había nacido en Riohacha (Guajira) y, aunque vivía en Piedecuesta (Santander), se había ido sola a pasear Santa Marta (Mag.). Su cadáver fue hallado por un grupo de pescadores en la zona del Tajamar Occidental, en Bocas de Ceniza. Tenía signos de violencia. 

Febrero 28, Diana Esther Beleño Melo, 27 años

A Marlon Jiménez no le daba vergüenza agredir verbal y psicológicamente a Diana frente a sus familiares, pues ellos aseguran haber presenciado los abusos en varias ocasiones. La última fue cuando él le roció gasolina y le prendió fuego, porque ella le pidió comida para sus hijos.

Marzo 7, Yahismar Mayerlis Ochoa Budez, 18 años

El crimen de Yasmi, como le decían, enlutó el Día de la Mujer. A las 10:00 p. m. de la noche anterior recibió un disparo en el pecho de parte del papá de su hija, Carlos Andrés Sánchez Ibarra, de quien hasta sus vecinos sabían que era “mujeriego”. Ella lo había visto con otra.

Mayo 19, Naylin Valera Rangel, 16 años

Naylin llevaba un año y medio viviendo con Nilson Rosero Ocida en el barrio 7 de Abril, pero se conocían desde hace tres años. Él la mató a puñaladas y, aunque quiso desviar la atención hiriéndose a sí mismo en el cuello, la Policía obtuvo su confesión y lo capturó.

Agosto 17, Daniela Espitia Flórez, 21 años

Los hijos de Dani le enviaron cartas al cielo. A sus dos y cinco años ya saben que no volverán a ver a su mami y, aunque lloran, son fuertes. Lo más duró será cuando crezcan y sepan que las autoridades buscaban por el crimen a un hombre que conocen: su papá, Deimer Díaz.

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