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Temilda Vanegas y Juan Barajas Corzo no se conocían. Eran de distintas zonas del país. La mujer del Caribe y el hombre del Oriente. Pero ambos tuvieron varios factores en común recientemente, uno de estos llegar a Barranquilla para tratar de ponerle fin a dolorosas historias que se les atravesaron en el camino, eso sí, en diferentes momentos de sus vidas.

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Vanegas y Barajas fueron citados por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, UBPD, la entidad del Estado que tiene la dura tarea de encontrar a personas dadas por desaparecidas en razón y en contexto del conflicto armado. A ambos se les notificó sobre la posibilidad de ubicar a sus seres queridos en el Cementerio Católico Calancala, localizado en el suroccidente de la capital del Atlántico y catalogado por esta dependencia como “un lugar de interés forense”, al haber servido por muchos años al Instituto de Medicina Legal como camposanto para inhumar cuerpos de personas no identificadas y halladas muertas en distintas circunstancias.

En ese sentido, se estima que allí reposan restos de al menos 1.200 personas de toda la región Caribe, muchas de estas muertas desde finales de los años 90 hasta el 2005, tiempo en el que se generó un aumento significativo en el número de desapariciones, principalmente asociadas al paramilitarismo y a las guerrillas.

Y lo que plantea la UBPD es tratar de reducir ese universo de personas desaparecidas no solo del Caribe sino de todo Colombia, cuya cifra actualmente es de 111.640 desapariciones, lo que hace del país uno de los territorios del mundo que registra las cifras más altas del delito de desaparición forzada.

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Noticia en el periódico

Cortesía

Temilda Vanegas era la esposa de Jorge Adalberto Franco Argumedo, un profesor de 38 años de edad que vivía en el corregimiento Real del Obispo, perteneciente a Tenerife, Magdalena.

El 4 de noviembre de 1987, Franco Argumedo salió de su vivienda rumbo a Plato, también en el Magdalena, a vender unas artesanías porque empezaba a buscar otras alternativas en sus ingresos económicos, pues había sido despedido por participar en un paro de docentes.

“La desaparición de mi esposo me impulsó a iniciar una búsqueda incesante por diferentes poblaciones de la región que hacían parte de sus recorridos habituales. De esta forma, me enteré que Jorge Adalberto y tres personas que lo acompañaban habían sido detenidos por hombres armados mientras se desplazaban en una chalupa en Tenerife. Después de 45 días de su desaparición supe que mi esposo estaba muerto luego de revisar el archivo de EL HERALDO de Barranquilla donde encontré la noticia sobre el hallazgo de un cuerpo en el Río Magdalena que incluía datos concretos de él”, expresó Vanegas.

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Sin embargo, aparentemente, la versión entregada por las autoridades en aquel momento dio cuenta que el hombre estaba pescando en río, perdió el equilibrio y murió ahogado.

Ante eso, la mujer siempre ha sostenido que su pareja y padre de sus hijos fue sometido a múltiples torturas antes de ser asesinado.

Y sobre la entrega del cuerpo del profesor, si bien siempre se supo que estaba enterrado en el Cementerio Calancala, aparentemente, se ha estancado por muchos años por una presunta negligencia de las autoridades competentes.

Juan y Ernesto

El santandereano Juan Barajas Corzo era hermano de Ernesto, un mecánico de motos que desapareció en junio de 2002, cuando, al parecer, transportaba artículos de contrabando desde Maicao, La Guajira, hasta la ciudad de Bucaramanga.

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En el Cementerio Calancacala, Juan manifestó que su hermano, además del oficio de reparar vehículos, usaba un carro para transportar mercancía y ganarse unos pesos extra.

El cuerpo del joven fue encontrado el 7 de junio de ese mismo año en la ciénaga de Palermo, jurisdicción del municipio de Sitionuevo, Magdalena.

“Son más de 15 años de búsqueda, y ahora con la Unidad (UBPD) podríamos tener ese momento de darle cristiana sepultura a Ernesto”, comunicó Juan.

Un plan regional de búsqueda

Ella Cecilia Del Castillo, coordinadora de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas Territorial Atlántico, sostuvo que estos dos casos de Temilda y Juan están incluidos en el Plan Regional de Búsqueda ‘Atlántico-Río Magdalena’ que tiene como finalidad desarrollar la búsqueda de manera estratégica y sistemática en 24 municipios, de los cuales 9 pertenecen al departamento del Magdalena.

“Estamos buscando 1.505 personas dadas por desaparecidas en esta zona, en hechos que han ocurrido con anterioridad al año 2016. En este sentido, se vienen desarrollando diversas estrategias que nos permiten adelantar, por ejemplo, la recopilación de información útil para la búsqueda a partir de diferentes fuentes, que pueden ser las mismas personas que participaron en las hostilidades, como combatientes. También personas civiles que tienen conocimiento de hechos relacionados con desaparición de personas o con lugares en donde puedan estar inhumados estos cuerpos”, explicó la funcionaria.

Para la jefe territorial de la UBPD, el Distrito de Barranquilla es el que más desapariciones ha reportado históricamente con 753 casos.

Con el plan, según lo expuesto por Del Castillo, se han concretado reencuentros de personas desaparecidas con sus familias, incluso con vida.

“Uno de los casos importantes a resaltar como un resultado del proceso de búsqueda tiene que ver con el hallazgo de una persona con vida, que pudimos concretar en un reencuentro realizado en el mes de julio en Sabanalarga, Atlántico. Esta persona que se encontraba desaparecida desde hace más de 30 años porque había sido víctima de reclutamiento cuando era un menor de edad, estaba siendo buscada por su familia y gracias al proceso de paz y gracias a todas estas labores que se han desprendido en términos de la búsqueda humanitaria extrajudicial que realiza la unidad, se logró en coordinación con nuestro equipo territorial ubicado en la zona norte de Santander dar con el paradero de esta persona y poder propiciar el reencuentro con sus seres queridos”.

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En mayo de este 2024, reconoció la funcionaria, tuvieron un caso de reencuentro de una mujer indígena que había desaparecido donde ella residía con sus familiares en Vaupés y fue encontrada en Barranquilla. Hoy está nuevamente con su familia.

“Este tema de hallar personas con vida es un tema que nos llena de mucha esperanza a quienes estamos buscando desaparecidos, tanto desde la institucionalidad, como en mi caso en nombre propio que busco un familiar desaparecido y cuando encontramos personas vivas creemos que todo el esfuerzo que venimos haciendo desde la unidad vale la pena porque es realmente un milagro que después de tantos años podamos encontrar viva a una persona que en muchos casos se presume fallecida”, afirmó.

Aunque luego reconoció que realmente la generalidad de los casos es encontrar personas sin vida, en sentido que lamentablemente “esas fueron las consecuencias del conflicto en nuestro país y del fenómeno de la desaparición en el país, que no es ajeno también a lo ocurrido aquí en el departamento del Atlántico”.

Proceso de identificación

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Del Castillo expuso que cuando la Unidad (UBPD) aborda un caso de desaparición a petición de un familiar se toman muestras biológicas a las personas que hacen parte del núcleo familiar de la persona dada por desaparecida, “principalmente las personas que tienen una línea con sanguínea en primer grado, que son las que ofrecen mayor calidad en su muestra para el tema de la identificación humana”.

Luego el proceso de identificación es por cuenta del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.

“Cuando tenemos una identidad orientada, pues lo que hacemos es entregar el cuerpo a medicina legal y solicitar que se coteje la información genética de ese cuerpo con la información que hemos entregado de las muestras genéticas tomadas a los familiares, para verificar si hay una coincidencia”, comunicó la funcionaria.

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Después de que se verifique la identidad de su ser querido se da “una entrega digna a sus familiares de este cuerpo y una inhumación final en el lugar de destino que la familia desea y conforme a las creencias, tanto religiosas como culturales de la familia o la comunidad que recibe el cuerpo”.

Viaje al interior del Calancala

Cortes

Cementerios del país como el Santo Ecce-Homo de Valledupar, el de San Juan del Cesar, en La Guajira, y San Onofre, Sucre, han sido cobijados con medidas cautelares para recuperar cuerpos que pueden corresponder a víctimas del conflicto armado y que pueden estar dentro del universo de desaparecidos que actualmente la unidad está buscando.

En el caso del Cementerio Católico Calancala, la investigación humanitaria inicia por una solicitud de búsqueda que la UBPD recogió de los familiares de una persona que en los años 80 fue desaparecida en el contexto del conflicto armado y que, según el acta de levantamiento del cadáver de esta persona, se registró que su cuerpo fue encontrado en el Caño de la Ahuyama y que luego fue posteriormente fue inhumado en el cementerio del barrio San Isidro.

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