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Judicial

Espionaje y negocios ilícitos: la ‘relación’ de Maduro con Barranquilla

Espionaje, lavado de dinero, tráfico de armas y operaciones militares fallidas harían parte del historial del régimen venezolano con la Puerta de Oro.

Uno creería que hablar de espías y conspiraciones internacionales es cosa del pasado o de ciencia ficción. Que los pseudónimos y las identidades falsas quedaron entre los indescifrables archivos de la Guerra Fría entre capitalistas occidentales, liderados por Estados Unidos, y los comunistas orientales, cuya cabeza más visible era la Unión Soviética. 

Sin embargo, una serie de capturas, armamentos incautados y acusaciones internacionales estaría dejando entrever acciones de inteligencia que mantienen latente la tensión entre Colombia y Venezuela. El epicentro sería justo aquí. Sí, en Barranquilla. Y no, no tiene nada que ver con el partido de fútbol que se jugó en el Metropolitano hace una semana. 

Dos Alex

Lejos de apoyar teorías conspirativas más “creativas” que reales, los hechos hablan por sí solos. Al menos desde 2011, los 1.183 kilómetros de carretera que separan a Barranquilla de Caracas se redujeron con la relación “empresarial” entre el currambero Alex Naím Saab Morán y el presidente venezolano, Nicolás Maduro. 

En ese año, ante la mirada ingenua de líderes políticos y económicos de ambos países, Saab y Maduro iniciaron una relación comercial con la adjudicación al barranquillero de contratos millonarios para construir viviendas de interés social del Gobierno en Venezuela. 

Con el paso del tiempo y los millones, Saab pasó de ser reconocido como un incipiente empresario a ser acusado de ser el principal testaferro de Maduro y aliado en hechos de corrupción que habrían dejado detrimentos de más de 350 millones de dólares a Venezuela, por cuenta de un supuesto esquema de soborno ilegal y contratos sobrevalorados, vinculados al plan de ayuda alimentaria de los bolivarianos Clap (Comités Locales de Abastecimiento y Producción).

Las presuntas operaciones derivadas de la estrecha amistad entre Maduro y Saab, según autoridades de EE. UU., estarían centradas, sobre todo, en el triángulo Miami, Caracas y, por supuesto, Barranquilla, donde la Fiscalía colombiana ha ocupado ya más de 10 bienes de Saab, vinculados a dineros ilegales.

Hoy Alex Saab se encuentra en una cárcel en Cabo Verde (África), esforzándose –con ayuda bolivariana– por evitar ser extraditado a Estados Unidos, donde tendría que responder por los supuestos vínculos criminales con el régimen. Sin embargo, Saab no era el único Alex de Maduro, quien por años tuvo bajo la manga una espía que respondía al mismo nombre.

Contraespionaje

El pasado 3 de septiembre autoridades colombianas capturaron, en Barranquilla y Bogotá, a cuatro ciudadanos venezolanos señalados de participar en la fallida operación Gedeón que, supuestamente, buscaba desestabilizar al Gobierno venezolano. 

En Bogotá detuvieron a Rayder Alexander Russo Márquez y a los hermanos  Juvenal y Juven José Sequea Torres. En Barranquilla estaba Yacsy Alexandra Álvarez Mirabal, más conocida como Alex. 

Tras la captura, la mujer de 39 años ha resultado ser un personaje bastante enigmático. Inicialmente, ‘Alex’ fue identificada por autoridades nacionales como “la encargada logística de la organización y de generar contactos internacionales con el objetivo de comprar armamento, y así mismo realizar operaciones fallidas contra el Estado colombiano”. 

Sin embargo, después se conoció que Yacsy Álvarez, llegada a Barranquilla en 2018, sería realmente una doble agente del régimen de Nicolás Maduro en la Operación Gedeón, según el diario venezolano La Nación.

En los últimos dos años, Yacsy Álvarez era además intérprete de Clíver Alcalá y el estadounidense Jordan Goudreau, para las coordinaciones de compra de armamento y el entrenamiento de militares venezolanos en territorio nacional. 

De hecho, se conoció que en su periodo en Colombia, bajo la fachada de  directora de la multinacional Venoco, la espía había tenido que pasar tiempo en los campamentos de Riohacha, La Guajira, en los que entrenaban los militares para la operación Gedeón.

El nombre de Yacsy Álvarez fue mencionado por primera vez cuando capturaron, el 25 de marzo, en la vía de Barranquilla a Santa Marta, a Jorge Alberto Molinares Duque, un hombre de 60 años que llevaba en una camioneta un arsenal de armas de alto calibre. Molinares dijo en su momento que Yacsy le había entregado las armas para que se las diera a alias Pantera. Luego, Clíver Alcalá reclamó el armamento como suyo. 

¿Otro espía?

Estados Unidos ofrecía hasta 10 millones de dólares de recompensa por el exmiltar chavista Clíver Alcalá. Lo relacionaban con el Cartel de los Soles, un supuesto grupo narcotraficante conformado aparentemente por miembros de las Fuerzas Armadas de Venezuela y políticos de ese país. 

Sin embargo, no sabían dónde estaba, sino hasta que se entregó el pasado 26 de marzo a agentes de inteligencia con los que había sostenido reuniones en Barranquilla, donde vivía desde hacía dos años.

Si bien en ese momento se identificó como uno de los que planificó parte del golpe contra el régimen de Maduro, autoridades y conocedores de política e historia dudan de que haya “cambiado de bando” de la noche a la mañana, por lo que hay quienes creen que pueda ser una especie de agente doble al servicio del gobierno de Miraflores, desde Barranquilla.

Migración y violencia

Paralelo a ello, la crisis política, social y económica que se agudizó en Venezuela desde 2015, ha ocasionado la ola migratoria más grande que se ha registrado en Suramérica en los últimos tiempos. 

A corte del 30 de julio de 2020, Migración Colombia registró 1.731.017 venezolanos en el país, de los cuales 765.173 han sido identificados como residentes de forma regular; sin embargo, se estima que esta cifra llegaría hasta los 965.844.

Atlántico tiene una población migrante de 159.474. Tan solo Barranquilla alberga a 94.705 de ellos, lo que hace que ambos entes territoriales ocupen el tercer lugar de los departamentos y ciudades que han recibido venezolanos, solo antecedidos por Bogotá, que como capital atrae “naturalmente” a los migrantes, y la frontera en el sur del país. 

“Atlántico y Barranquilla son epicentros neurálgicos en materia de recepción de migrantes dada su dinámica comercial y cercanías con la frontera. El recorrido que muchas veces los venezolanos pueden hacer hasta el interior del país les resulta infructuoso y por eso deciden quedarse acá”, analizó una fuente de Migración, en diálogo con EL HERALDO. 

Además, las autoridades han reconocido en reiteradas ocasiones que el fenómeno de la migración ha traído consigo hechos de delincuencia urbana que los mantienen alerta. 

En la más reciente alerta temprana de la Defensoría del Pueblo para Barranquilla, el Ministerio Público aseguró haber hallado indicios de estructuras delincuenciales transnacionales, con un fuerte origen venezolano, que se estarían propagando por el territorio nacional.

Por eso la reconocida banda delincuencial venezolana ‘Los Melean’, que ahora tendría “sede” en Barranquilla, está en la mira de las autoridades por haber mostrado esfuerzos por extenderse  a otras zonas del país. 

De hecho, el 17 de enero fue asesinado en Villa Campestre (Puerto Colombia) el venezolano Hugo González Rico, quien se movía en el vecino país con el alias de Kike,  como ‘pran’, “uno de los líderes más temidos de la antigua cárcel de Sabaneta, Maracaibo”. Su crimen le fue atribuido a ‘Los Melean’, como un movimiento de control territorial.

Sin embargo, esta sería una situación muy puntual y se estaría incurriendo en un error al asociar a todos los venezolanos con el incremento de la criminalidad en el país. 

Juan Francisco Espinosa Palacios, director general de Migración Colombia, reveló que las cifras del Inpec indican que en los 132 centros de reclusión del país hay unas 124.000 personas privadas de la libertad, entre condenados y procesados; de la cifra, solo 1.500 de ellos son venezolanos.

Negocios e inteligencia: una relación inestable

Desde hace dos años, el gobierno de Iván Duque estableció una política exterior cuya estrategia consiste en una oposición enfocada a restablecer un Gobierno que fuese reconocido por la comunidad internacional en funciones dentro del territorio venezolano. Según Gabriel Orozco Restrepo, investigador de la Universidad Autónoma y director del doctorado en Sociedad y Cultura Caribe de la Simón Bolívar, esta estrategia ha tenido “un fuerte apoyo” de EE. UU., impulsor del cambio de régimen de Maduro y el reconocimiento de Juan Guaidó. 

“Esa postura también ha encontrado apoyo en miembros del partido del gobierno, siendo varios de esos líderes de la región Caribe, quienes en algún momento se pudieron ver afectados por la crisis venezolana y que sin duda alguna buscan restablecer relaciones comerciales teniendo en cuenta que ambas naciones fueron socios comerciales estratégicos durante la década de los 80, 90 e inclusive 2000”, considera Orozco.

También afirma que hay un posicionamiento de determinados actores del tráfico de drogas, en la región Caribe, que monitorean el microtráfico, las rutas y canales que permiten una salida por vía venezolana. 

“Hay un interés en términos de delincuencia organizada que ven a la región Caribe, por la cercanía a Venezuela, como una ruta o puente para el tráfico de drogas hacia el vecino país”, dice Orozco. 

Por último, analiza el profesor, están el factor de inteligencia: muchos de los agentes del Gobierno venezolanos se han ubicado en la Costa Caribe “para hacerle seguimiento a intereses estratégicos dentro del territorio colombiano como los nexos empresariales, que se han visto en riesgo justamente por el desconocimiento del gobierno de Nicolás maduro del gobierno de Iván Duque”.

Lazos históricos

Rafael Arráiz Lucca, historiador venezolano, señaló a EL HERALDO que los nexos entre Barranquilla y Venezuela datan desde 1931 pasado cuando se redactó el ‘Plan Barranquilla’, una estrategia de modernización democrática realizada por Raúl Leoni y Rómulo Betancourt, disidentes de las dictaduras del vecinos país, quienes años más tarde se convirtieron en presidentes del país petrolero.

Los dos jóvenes planearon desde un puesto de frutas al lado de la Plaza de San Nicolás el final de un régimen de derecha y el comienzo de una nueva Venezuela. La acción marcó el inicio de un vínculo cultural e histórico entre la capital del Atlántico  y el vecino país,  que hasta la fecha se mantiene.  

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