El Heraldo
Karina Coneo, quien fue víctima de varios impasses en territorio venezolano. Johnny Olivares
Judicial

El drama de una barranquillera que estuvo detenida en Venezuela

EL HERALDO revela la historia de Karina Coneo, quien fue retenida en Maracaibo. Dice que un uniformado le propuso un encuentro sexual a cambio de su libertad.

Su misión era buscar a una tía paterna que se encuentra en la ciudad de Valencia, Venezuela, y traerla a Barranquilla. Asegura que aun cuando el miedo la invadía y los rumores la acosaban, nunca creyó que algo así le pasaría.

EL HERALDO conoció en primicia la historia de Karina Alejandra Coneo, una barranquillera de 33 años, que fue víctima de intentos de abuso, acoso, humillaciones, extorsiones y otro sinnúmero de violaciones a sus derechos humanos mientras estaba de viaje en el vecino país.

Todo comenzó el pasado martes 16 de noviembre del presente año. Ella, luego de un consenso familiar, se dispuso a viajar por tierra a la capital del estado Carabobo donde se encontraba su tía paterna, una señora de más de 80 años que tiene una grave enfermedad en su estómago y que además, está sola.

“Yo salí de Barranquilla y todo bien”, dijo la mujer quien relató que para llegar a Venezuela tomó un carro “viejo”, desde Maicao (La Guajira) en compañía de otras personas. “A lo largo del día el conductor iba pagando peajes improvisados, pasamos como 32 y hasta nos intentaron atracar”, recordó.

Coneo, quien labora como técnico veterinaria y vivió gran parte de su vida en el barrio El Carmen, sostuvo que cuando llegó a Maracaibo, la capital del estado Zulia, ya era miércoles y que debía dirigirse hasta la terminal para tomar un bus que la llevara a Valencia: “cambié unos dólares, almorcé y todo estaba normal. Después me embarqué en el bus y ya se había hecho tardecito. Me dijeron que el tramo que me faltaba no era tan tedioso como cuando entré al país”.

La barranquillera explicó que se encontraba cansada y que por ello se durmió. “Iba a llegar de noche. Yo llevaba un bolso pequeño en el que metí tres mudas de ropa, una pijama y cosas personales; no me llevé ni aretes, ni cadenas, ni anillos”, dijo.

El bus arrancó de la terminal y a unos cuantos minutos un golpe fuerte la despertó. En ese momento, un uniformado hizo que los pasajeros se bajaran con todo y equipaje.

cortesía.

Karina pensó que se trataba de alguna banda criminal, pues los rumores de la circulación de ellas la perseguían. “Sentí miedo”, apuntó. A su vez, la mujer escondió el dinero que llevaba dentro del asiento que le había tocado.

“La gente que iba en el bus nos decían que guardáramos la plata y yo guardé toda la plata que llevaba en pesos”, explicó Karina.

Al bajar con cédula en mano los oficiales le preguntaron por su pasaporte y por el motivo de su viaje. “Les dije que iba a buscar a una tía”, añadió.

“Todos los que no tenían pasaporte pagaron. No dejaban que uno hablara con nadie, había mucha gente triste y llorando. Pensé que era solo una requisa, pero comencé a ver muchos uniformes y no entendía nada”, relató.

A la mujer la apartaron del grupo para hacerle una supuesta entrevista. Le tocó explicar que iba por su tía por lo menos seis veces, pero aparentemente esos uniformados querían otra cosa.

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“De aquí no te vas”

A la barranquillera la tuvieron retenida por varias horas, su miedo era que el bus donde había llegado hasta allí la dejara. “Le ofrecí todo el dinero que tenía, pero como que no era suficiente. El guardia me decía que mi salida estaba en mis propias manos, como si me insinuara algo”, aseguró.

Karina mencionó que el hombre le propuso acceder a tener un encuentro sexual con él para que pudiera irse.

“Me negué”, dijo. Cuando quiso darse cuenta todos los buses y la gente que había dado dinero a los uniformados se habían marchado.

A la mujer le tocó pasar tres noches en una carceleta, dormir en una colchoneta sucia y aguantar, sí, aguantar. “No me dejaron orinar, ni nada por el estilo”, apuntó.

A lo largo de las horas, Karina solo pensaba e ideaba cómo escapar de ese lugar. “Tenía mucho miedo, pensaba que en cualquier momento podían violarme y hasta matarme. Miraba hacia un lago (el de Maracaibo) que estaba detrás de la cerceleta y se me venía a la mente la posibilidad de lanzarme allí”, relató la mujer. 

En una de estas tediosas horas, un joven guardia, en desacuerdo con lo que ella y tres personas más (incluyendo un británico) estaban pasando, les brindó un poco de ayuda. Como pudo conectó su celular a una red Wifi y así la mujer pudo comunicarse con las personas que la conocían.

Los impasses siguieron ocurriendo, no la dejaban bañarse, le dieron agua con sal y una sola comida al día. “Pensé en acceder a lo que ese tipo quería, porque solo pensaba en que me podían hacer algo y que mi hija podía quedar sola”, recordó.

Desde varias partes sus conocidos comenzaron a tramitar y no fue sino hasta el viernes cuando llegó un abogado a donde Karina estaba.

La salvación

Yo estaba orando en ese momento y escuché cuando llegó un señor de camisa preguntando por una mujer. A mí no me habían reseñado, ni tomado huellas y dicen que los policías allá en Venezuela no hacen esos procedimientos para abusar de las personas”, mencionó.

Coneo detalló que ese hombre era un abogado y que fue su salvación. El trato por parte de los guardias cambió completamente y después de algunos procedimientos más, el sábado Karina finalmente fue embarcada en un bus de regreso a Colombia.

“Llegué a la terminal de Maicao y tomé un bus para Barranquilla, y gracias a Dios llegué ese mismo día”, concluyó Coneo.

Luego de haber vivido todos esos horrores y de no poder cumplir su misión, les hace un llamado a las autoridades, pues la barranquillera dice temer por su vida.

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