Han pasado un año, ocho meses y cuatro días desde que Wilmary Carolina Guerra Montilla fue vista por última vez. Su paradero permanecía como un misterio hasta el pasado 22 de mayo, cuando tras una intensa investigación del CTI de la Fiscalía y la Policía Nacional, sus restos óseos fueron hallados enterrados en una finca del municipio de Manatí, Atlántico.
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Wilmary tenía 32 años y residía en Malambo. Su desaparición se reportó el 18 de septiembre de 2023, fecha en la que salió de su vivienda con rumbo a una finca, presuntamente invitada por su pareja sentimental, Franklin Jesús Trillos Yance. Desde entonces, su familia no volvió a tener contacto con ella.
El silencio tras su partida encendió las alarmas para su padre, Wilmer José Guerra Rosado, de 63 años, quien decidió emprender un viaje desde Maracaibo, Venezuela, hasta Barranquilla, con el objetivo de encontrar a su hija.
Una despedida sin retorno
“Ese día hablé con ella hasta las 4 o 5 de la tarde, como lo hacíamos a diario. Fue la última vez que supe de mi hija”, relató Wilmer José en entrevista con EL HERALDO. Al no recibir más respuestas, intentó contactarla al día siguiente sin éxito. Pasaron los días y la angustia creció.
Contactó a una de las hermanas de Wilmary, quien aseguró haber chateado con ella el 24 de septiembre. “Me dijeron que el teléfono se le había dañado y que cuando lo arreglara se pondría en contacto, pero esa llamada nunca llegó”, recordó.
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En su desesperación, escribió por la red social Facebook, donde notaba que los mensajes eran leídos pero no respondidos. Entonces, decidió llamar a Franklin Trillos, pareja sentimental de Wilmary. La respuesta que recibió no fue alentadora.
“Me dijo que él había llegado del trabajo el 18 en la tarde y que su madre le contó que Wilmary ya se había ido con una bolsita negra, pero que no sabía para dónde”, narró. Según un vecino, la mujer le dijo que iba para una finca en Repelón. Desde ese momento, el padre entendió que debía buscar respuestas en Colombia.
La pista que cambió todo
Ya en Barranquilla, Guerra acudió a la Fiscalía para reportar la desaparición de su hija y manifestó sus sospechas sobre Trillos Yance. Durante meses, sintió que el caso no avanzaba debido al cambio constante de fiscales, hasta que recibió un mensaje anónimo en redes sociales que lo sacudiría por completo.
“Decía que a mi hija la habían llevado a una finca en Aguada de Pablo y la habían matado. Le informé a los investigadores, pero no le dieron importancia. Días después, el anónimo volvió a escribir: que no era en Aguada de Pablo, sino entre Manatí y Sabanalarga, en una finca llamada ‘Las Palmitas’”, relató.
El padre comenzó la búsqueda con la ayuda de esas coordenadas, pero fue un video enviado por Wilmary a tres amigas lo que permitió identificar el lugar exacto. “En ese video ella se ve preocupada, mira a los lados como si tuviera miedo, como si supiera que algo iba a pasar”, explicó.
Ya en Manatí, Guerra acudió a la estación de Policía para solicitar apoyo en la búsqueda. Tras internarse por trochas y caminos rurales, llegaron a una finca que coincidía con la del video. Allí, los lugareños confirmaron que el capataz del predio era Gleimer David Trillos Yance, hermano de Franklin.
“Esto ocurrió en febrero de 2024. A partir de ahí la Fiscalía desplegó drones en abril y realizó una inspección con soldados, antropólogos y técnicos en criminalística, pero en ese momento no encontraron nada”, afirmó el padre. El caso dio un giro cuando cambiaron al fiscal a cargo, lo que permitió implementar nuevas estrategias.
Cómplice testifica
Uno de los avances cruciales fue la verificación del teléfono de Wilmary, que reveló que el 18 de septiembre su dispositivo estuvo enlazado con otro durante todo el trayecto desde Malambo hasta Manatí, pasando por Sabanalarga y Aguada de Pablo.
“Duraron dos horas en Sabanalarga, luego pasaron la noche en Aguada de Pablo y volvieron a Manatí. La señal demostró que estuvieron todo el tiempo juntos”, señaló Guerra.
El capataz Gleimer, en un inicio, negó haber visto a su hermano ese día, pero el dueño de la finca lo contradijo. Finalmente, confesó que Franklin llevó a Wilmary a la finca con la intención de realizar un supuesto acto de hechicería, pero por temor a ser descubierto, lo convenció de cambiar de lugar.
Gleimer dijo que luego se retiró a Manatí, pero las inconsistencias en su testimonio levantaron sospechas. Los investigadores lo presionaron, advirtiéndole que podría enfrentar cargos si ocultaba información. Fue entonces cuando, tras hablar con su abogado, accedió a llevar a las autoridades al lugar exacto donde habían enterrado a la mujer.
“El 22 de mayo, Gleimer condujo a los soldados y al antropólogo al sitio. Cavaron aproximadamente dos metros y hallaron los restos de mi hija: primero los huesos de un brazo, luego la ropa que llevaba puesta y unas chancletas quemadas. Ese día, a las 8:00 de la noche, los restos fueron trasladados a Medicina Legal en Barranquilla. El capataz quedó detenido”, contó entre lágrimas.
Un asesino prófugo
Mientras tanto, el paradero de Franklin Jesús Trillos Yance, principal sospechoso y pareja de la víctima, sigue siendo desconocido. Su hermano Gleimer asegura no saber dónde se encuentra. La Policía Nacional continúa en la búsqueda para interrogarlo y esclarecer los hechos ocurridos aquel 18 de septiembre.
Wilmer José Guerra asegura que no descansará hasta que se haga justicia por su hija. “Ella está muerta y su asesino sigue libre como si nada. No entiendo cómo después de tantas pruebas, aún no lo han capturado”, sentenció.
Hoy, el padre de Wilmary no solo enfrenta el dolor de una pérdida irreparable, sino también la impotencia de ver cómo el presunto responsable de la muerte de su hija continúa prófugo. Su lucha, sin embargo, sigue firme, impulsada por el amor y la necesidad de justicia.