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La solidez de la democracia está puesta a prueba con las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, que tienen en las candidaturas de Hillary Clinton, del Partido Demócrata, y Donald Trump, del Partido Republicano, las opciones definidas para darle al mundo el mensaje de esa nación acerca de la capacidad del sistema para proveer de conductores idóneos a los gobiernos.

Sobre esas dos figuras deciden los votantes el 8 de noviembre qué tipo de conducción y políticas suceden a Barak Obama, el primer presidente negro de la historia norteamericana. Se caracterizó por sus esfuerzos por ampliar derechos, especialmente en las áreas de salud, migratorias y educación, y generar un rostro más amable de EEUU en sus políticas comerciales; la apertura hacia países donde hay conflicto, como Cuba y el Oriente Medio.

El populismo y las extravagancias de Trump despiertan temores en el mundo, pero sus posibilidades son ciertas. Llegó a la convención republicana con las élites partidarias divididas pero las mayorías logradas en el proceso de selección previo se impusieron. Goza de una popularidad que se alimenta de la indignación y el temor a la oleada violenta que sacude al mundo. Su discurso ha sido sometido al análisis de las verdades, falsedades y aciertos, del impacto de las promesas, y ha corroborado incertidumbres, pero nadie puede dudar que tiene aceptación en la parte de la población que no está conforme con lo que es y representa hoy EEUU.

Hillary es, en contraste, una apuesta por la continuidad del liderazgo ejercido en los últimos años por la nación norteamericana, más allá de sus fronteras. Perdió con Obama hace ocho años la candidatura demócrata y luego fue su Secretaria de Estado (responsable de la política exterior). Logró esta semana la nominación con un partido más unido a su alrededor, y se convirtió así en la primera mujer candidata a la presidencia norteamericana, lo que muchos leen como un triunfo para el movimiento de mujeres y un hito para la democracia de ese país. Clinton lleva años construyendo un liderazgo desde la base del respeto y el activismo por sus derechos; y eso pesa en los votos.

Busca el triunfo a partir de la sumatoria de la diversidad y hace visible sus esfuerzos en su vida por la educación, la salud y el favorecimiento de las migraciones, mientras destacan en Trump sus manifestaciones xenofóbicas y excluyentes de los pobres, así como polémicos señalamientos por motivos de raza y religión bajo su promesa de “hacer que EEUU sea grande de nuevo”.

El voto latino se inclina más por Clinton. Trump fue agresor de México al sostener que construirá un muro para controlar las migraciones, mientras la demócrata se ha comprometido a seguir las políticas de Obama.

Para los países de América, que están en procesos de acuerdos comerciales para ampliar los intercambios, hay expectativa además frente a los anuncios de cambio de política de comercio que hace Trump.

Las elecciones de Estados Unidos se han convertido en tema de agenda propia para el mundo y en particular para América por todo cuanto ha significado esa nación en la historia, y los retos que se desatan si gana una u otra de las opciones que están en la recta final.