Febrero 4 de 1995. En el video se ve a Marisa Lacouture que lleva en brazos a su hija, MariaIsabel Cepeda. Sus ojos azules tienen el brillo de una madre feliz, del amor, de dar vida así no se haya parido.
Han pasado 25 años y MariaIsabel está de regreso en su casa, al lado de su madre. No recuerda cuándo le dijeron que era adoptada, simplemente lo sabe. Habla de eso con naturalidad.
Por ejemplo, cuenta que cuando estaba muy niña y estudiaba en el Colegio Karl C. Parrish, en Barranquilla, el primer día clases la psicóloga de la institución preguntaba quién era adoptado 'para que los demás niños lo normalizaran'. Ante el interrogante la hoy diseñadora de moda levantaba al instante la mano.
El bullying no aparece en su memoria, como pensarían muchos. Lo que sí está presente, indeleble, es la crianza y el agradecimiento con el destino que le dio como padres a Fernando Cepeda y Marisa Lacouture. Fernando Andrés, su hermano, también es adoptado.
'Después de seis años de infertilidad y de una lucha muy fuerte decidimos adoptar. A Fana (Fundación para la asistencia de la niñez abandonada) generalmente el día que entregan al niño llega solo la pareja. Ese día éramos 40 personas. Ese momento, después de seis años de desearla, fue divino. No la conocía, le llevé areticos, era la única bebé con aretes puestos, la típica costeña. Ese día la fundación cumplía 25 años y entregaron 25 niños, 5 a colombianos y 20 a extranjeros. MariaIsabel tenía tres meses, desde que la cargué ya era mía, no hay ninguna diferencia, es lo mismo que la mamá que tiene el bebé y se lo entregan en la cama de la clínica, es igualito', cuenta Marisa, que precisamente este año lanzará un libro en el que narra su experiencia como madre adoptiva.
La diseñadora. Pareciera una escena común en los talentosos: desde muy niños patean bien un balón, tocan el piano de oído o hacen operaciones matemáticas complejas en segundos. MariaIsabel sabía combinar la ropa, tenía buen gusto 'y muy chiquita', con un simple gesto, aprobaba o no una prenda que su mamá quería lucir.
Dice que no lo heredó de sus padres ni de ningún familiar cercano. El talento estaba ahí. Su mamá lo corrobora. Señala que conforme su hija mayor fue creciendo la 'dependencia' a sus consejos al vestir fueron mayores. Su padre, tíos, primos y amigos la convirtieron en su asesora principal.
'Ese interés por la moda fue creciendo conmigo. A los 15 años les dije a mis papás que ya sabía qué quería estudiar, Diseño de Moda. Me apoyaron, pero sí me dijeron, sobre todo mi papá, que quería que tuviera una base de negocios, de administración'.
Todavía adolescente hizo cursos de verano en Milán, en el reconocido instituto Marangoni, y en Nueva York, en Parsons, donde finalmente cursó su carrera universitaria: Fashion Business.
En sus palabras, la carrera en Parsons reúne 'diseño en general, de ropa, de interiores' pero con bases de administración como marketing, negocios y estrategia'. Ahí empezó a construir su trayectoria en la Gran Manzana. 'En los veranos' prefería quedarse a hacer pasantías en diferentes campos de la moda, en revistas, con Nina García, con marcas reconocidas 'ayudando con el fashion, producción y styling. Se sentía en su 'elemento'.
Después de graduarse y pasar cinco entrevistas, consiguió trabajo en Chanel, en Bergdorf, en la icónica tienda de la Quinta Avenida, en el corazón de la moda mundial. Allí, señala, aprendió muchísimo sobre costura, acabados, las mejores técnicas y sobre todo en asesoría de imagen. 'Fue como el sueño logrado después de todos los cursos y mi carrera universitaria'.
Pero al sueño, a ese en concreto, le dio su última puntada y decidió dejar la Capital del Mundo para volver a Barranquilla, ahora para iniciar un nuevo tejido, el de su marca, MariaIsabel Cepeda, con la que ya está vistiendo y asesorando a sus primeras clientas digitalmente.
Explica que su showroom (sala de exposición) ya está listo y una vez pase este torbellino viral hará la apertura con la que espera tener la cercanía con el público que le permita crecer creativa y comercialmente.
'Es una marca alegre, para la mujer latina que se viste por y para ella, para sentirse bien, que reconoce las telas de calidad. Es una marca atemporal, versátil, eso quiere decir que las clientas pueden jugar con las piezas: un pantalón se lo pueden poner con unos tacones y una blusa o con tenis y una camiseta'.
MariaIsabel también explica que el concepto está enmarcado en el 'slow fashion', es decir, que no se rige por las tendencias o las temporadas, que no saca varias colecciones al año, sino prendas más orgánicas, siempre garantizando sostenibilidad en sus procesos. Así mismo, la producción de cada pieza es realizada en Barranquilla, muchas de ellas con el apoyo de artesanos del Caribe colombiano.
Y aunque la pandemia le ha traído momentos tristes, y también retrasó sus planes, tiene el firme convencimiento de que cuando pase el temporal se abrirán 'grandes oportunidades para las marcas locales, para el apoyo al talento colombiano' por parte del público. 'Acá hay unos artesanos y una mano de obra increíble, siento que eso se va a fortalecer, se van a dar nuevos aires en términos de diseño. Eso es una gran oportunidad para las diseñadoras emergentes y también para las que ya estaban establecidas'.
Retribuirle a la vida. Fana, la fundación que la entregó a sus padres adoptivos, sin pedirlo será beneficiada por el talento de MariaIsabel Cepeda Lacouture. Un porcentaje de cada prenda de su marca que venda será para ellos.
De hecho, ese agradecimiento ya lo venía mostrando cuando de adolescente iba a Bogotá a visitarlos, a jugar con los niños o darles clases de matemáticas, otro de sus fuertes.
'Lo de su contribución a Fana fue una sorpresa para todos, siempre ha estado muy ligada, pero no me esperaba esa retribución. Ha sido un orgullo grandísimo, más que la marca, la moda y los diseños', dice su madre, Marisa.
Con sus ojos verdes y sonrisa mesurada, sincera, MariaIsabel habla de los días en los que su mamá la llevaba a ver desfiles de Silvia Tcherassi, Francesca Miranda y Amalín de Hazbún, por ejemplo. La base de su influencia creativa parte de esa Barranquilla y sus mujeres, que luego nutrió con las calles y vitrinas de Milán y Nueva York. Eso, mezclado con su agradecimiento con la vida, con ser feliz, con entender lo afortunada que fue en un país donde miles de niños no tienen hogar o son violentados por sus familiares más cercanos le da un plus, el de entender que su nombre es más que una marca.