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Theo Angelopoulos, el gran director griego, que exploró la condición humana en particular y la condición de Grecia moderna en particular, murió el mes pasado en una calle del Pireo, puerto cercano a Atenas.

Una motocicleta lo atropelló cuando cruzaba la avenida, siguiendo a su equipo, mientras filmaba El otro océano que sería su última película. Desde la primera, El viaje de los comediantes, Angelopoulos había desplegado un estilo tan especial, que dice Andrew Horton, uno de sus grandes conocedores: 'los expertos lo consideraron como uno de los grandes maestros del Siglo XX comparado con Antonioni y Kurosawa'.

Sus películas son alegorías de la dolorosa historia de Grecia, desde la ocupación nazi durante la segunda Guerra Mundial y la brutal guerra civil que siguió. En La mirada de Ulises (Cannes, 1995) que tuvimos la suerte de ver en un festival lejano, Harvey Keitel, es un director greco-americano, que atraviesa los Balcanes en plena guerra Yugoslavia-Bosnia Herzegovina, buscando las latas perdidas de una vieja película.

Bellísima visualmente y con una fuerza de evocación traspasadora, las imágenes abrazan al espectador con nubes de melancolía simbólica, siempre referentes a la gloriosa historia antigua de su país y la desgraciada historia presente. (Europa somete a Grecia a humillantes condiciones económicas, dice la prensa diaria).

La narración casi antilineal, el director despliega ese sentido visual del espacio que es su característica principal. Podríamos decir que diluye-fusiona, las dimensiones actuales, históricas y míticas de la historia. Todo transcurre en un solo plano secuencia.

Asombro y admiración causó en el mundo del cine la escena cuando Keitel se apresta a tomar un ferry en Constanta, Rumania, sobre el Danubio, y de repente todo parece paralizarse. Comienza una larguísima toma de otro ferry que baja lentamente, con una enorme estatua de Lenin, desmantelada.

No creo que se necesiten diálogos o subtítulos, para explicar lo que la desbaratada estatua de Lenin, sugiere a los pueblos del Danubio y a todos los Balcanes en 1995. Para los espectadores de este lado del mundo la larguísima toma de la maniobra fluvial les permite reflexionar sobre lo que ven y experimentar, conjuntamente con los habitantes de las márgenes del río, el paso del comunismo, ahora presentado por una estatua desmantelada y rota.

Al eliminar diálogos y subtítulos, Theo consigue la absoluta atención del espectador, que se enfoca en el extraordinario panorama que le brinda la pantalla y lo experimenta, sin la interrupción del tiempo.

'Grecia es más que un espacio geográfico para mí, es un espíritu y una cultura', dijo el director a la prensa en alguna ocasión al recibir uno de los premios por sus películas.
Aquí esta la filmografía: A traves de Cithera, Paisaje en la niebla, Vuelo suspendido de la cigûeña, Eleni, El polvo del tiempo.

Algún distribuidor más animoso comenta la presentación de El polvo del tiempo, en Colombia. Noticia estupenda. Es la historia de un director, Willem Dafoe, que viaja por el mundo, filmando la historia de sus padres. Conocemos a Dafoe, gran actor, estuvo el año pasado en el Festival de Cartagena, con su esposa directora Giada Collagrande. Ojalá sea cierto tanta belleza.

Tita Cepeda
Opinión