Si el olvido es esencial para reescribir la historia en clave de exclusión, exaltar en vida el legado de una persona constituye un merecido acto de justicia, verdad y memoria. Condición imprescindible en el caso de las figuras que han encumbrado el folclor del Caribe.
Petrona Martínez, la indiscutible Reina del Bullerengue, como se le conoce a la cantadora nacida en San Cayetano, Bolívar, una mujer de hacha y machete, madre y maestra de una talentosa familia dedicada a asegurar su descomunal herencia musical, hace parte del inventario de monumentos vivientes que debemos honrar con gratitud y devoción infinitas.
No podemos menos que celebrar la acertada decisión de los organizadores de La Noche del Río del Carnaval de Barranquilla que rindieron el jueves anterior un tributo absolutamente merecido a esta mujer tan valiente como admirable que nos enseñó que la vida vale la pena.
A sus notables capacidades para componer, interpretar y transmitir todo el sentimiento del bullerengue, magnífica expresión de la herencia ancestral africana, debemos añadirle su carácter recio, firme, forjado a pulso, que le permitió darles la vuelta una y otra vez a las adversidades, violencias y dolores que han sido parte de su historia personal, como lo evocan sus amados hijos. En definitiva, Petrona Martínez encontró en el retumbar de los tambores que definieron su identidad musical la plenitud de una existencia profunda, única.
Dicen que la memoria engendra belleza. Y ciertamente la conmemoración del patrimonio artístico de la Reina del Bullerengue, liderada por la agrupación ‘Los Hijos de Petrona’, resultó una ocasión sinigual para enaltecer su música que reconforta el espíritu. Consciente de su responsabilidad como guardián de la tradición de quien es el mayor ícono de la identidad del bullerengue en el mundo, su descendencia abraza su misión con gran pasión.
Petrona, que a ratos nos honra con sus destellantes miradas de alegría, recibió con evidente alborozo el cariño de más de un centenar de artistas mujeres del Caribe colombiano, también de otras regiones del país, que interpretaron su repertorio, al igual que sus propias canciones, en La Noche del Río. Auténticas tradiciones cantadas hechas poesía que son protagonistas del Carnaval de Barranquilla, en el que pervive la memoria de la gratitud que festeja lo que fuimos, lo que somos y, sobre todo, lo que amamos, como a esta gran mujer.
Emociona saber que la maestra Petrona no fue la única homenajeada en la edición 2025 de la fiesta. Mayté Montero, otra reina del folclor, particularmente de la gaita, brilló en la multitudinaria Noche de Tambó que se realizó el viernes en la Plaza de la Paz. Pese a la oposición de su familia o a discriminaciones de género, la cartagenera supo sobreponerse a cada revés que encontraba en el camino elegido hasta hacer valer sus excepcionales condiciones para interpretar la chuana que, por cierto, es todo un símbolo de resistencia.
Un año más el compromiso de Lisandro Polo, director de la Fundación Tambó, para que la cumbia no muera y, por el contrario, siga sumando Tambó-adictos en todo el planeta, se vio recompensado con la asistencia de público de distintas edades que se nutrieron de las experiencias de una agenda con visión estratégica que piensa y construye para el mañana.
Sintámonos orgullos porque el Carnaval de Barranquilla es una prodigiosa suma de pasado para tributar meritorios homenajes en vida, de presente para reconocer lo valioso que tenemos y de futuro para asegurar la transferencia de conocimientos, saberes y prácticas culturales a las nuevas generaciones. En definitiva, somos mucho más que los mediáticos desfiles que atraen a decenas de miles de personas. La fiesta se sustenta en un rosario de eventos de riqueza indescriptible, como Carnavalada, los encuentros de danzas, cumbias, comedias, letanías o muestras folclóricas que enriquecen aún más esta historia memorable.