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En medio de la crisis de violencia social y moralidad en que estamos inmersos, se requiere que el padre de hoy cumpla un papel aun más determinante en su hogar y en la sociedad.

Los progenitores de antes además de ser engendradores de hijos, en su mayoría se limitaban a desempeñar un distante rol de proveedores de los ingresos familiares, los cuales eran administrados por la mujer, desentendiéndose ellos de otros menesteres, quehaceres y obligaciones del hogar.

Eso se ajustaba adecuadamente a las condiciones sociales menos turbulentas y a las mujeres de ese entonces las cuales desempeñaban un rol más pasivo, sumiso y obediente en la sociedad. Pero ahora, en pleno siglo XXI, nos encontramos con que las mujeres, en defensa de la igualdad de género, son más activas, asertivas y exigen una participación más directa del hombre en los asuntos del hogar. Es por eso que nos vemos día a día con ejemplos de mujeres que impulsan a sus hombres a tener más empuje y compromiso con la causa doméstica y la crianza de los hijos.

En consecuencia, el papel del hombre en el hogar actualmente se requiere que sea lo que eufemísticamente llaman multifacético o polifuncional, pues además de cumplir ante su mujer con sus obligaciones maritales y afectivas, la sociedad le exige como nunca el que desempeñe a cabalidad el sublime compromiso de ejercer su rol y su autoridad de padre y de ser excelentes modelos de identificación e imitación de sus hijos.

Y esto no es “soplar y hacer botella”. Desde un principio el papá, al cumplir su cuota biológica con la naturaleza, debe planear con su pareja la llegada de sus hijos a un hogar en condiciones mínimas de dignidad y calidez, brindarles una buena educación, alimentación y salud para que crezcan y se desarrollen sanamente, que ponga límites, sea un buen maestro y asesor, que sabiamente les prevenga de los peligros y les aconseje en su inexperiencia e ingenuidad, a cariñosamente exigirles cambios en sus comportamientos inadecuados, a darles amor y confiada compañía, a orientarlos y cuidarlos, a escuchar y compartir sus sueños y sentimientos, a valorarlos y alentarlos para hacer crecer sus auto-estima, a jugar con ellos. Y en sus ratos libres hacer arreglos domésticos, pagar los servicios públicos, compartir las obligaciones físicas del hogar, entre otros menesteres.

En fin, en estos momentos la comunidad requiere de padres participativos e integrales que con su activa contribución engendren personas útiles a la misma para que con el paso del tiempo orgullosamente puedan cosechar las inmensas recompensas entregadas por sus hijos en bien de la sociedad.