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La presencia de destacados líderes de los distintos partidos en el Legislativo –que se da por segura– prometería que el Congreso esté a la altura de sus retos. Habrá que esperar, por supuesto, el desenvolvimiento del Parlamento que surja de las urnas; todo va a depender, desde luego, de que el nuevo Congreso se proyecte con una personalidad reformadora respecto a los temas clave del país.

Las dudas al respecto son comprensibles: a estas elecciones se ha presentado un apreciable número de candidatos herederos de parapolíticos que hicieron alianzas con fuerzas criminales, y ha sido también bochornosa la contaminación de la competencia electoral por efecto de las incalculables sumas de dinero que han rodado para el amarre de electores.

Por eso, el primer reto de los miembros del nuevo Congreso que de verdad se sientan concernidos con la transformación del país es promover una reforma electoral que cambie el actual sistema y ofrezca transparencia y sana competencia. Si Colombia garantizara una democracia donde no interviniesen la compra del voto y las fuerzas ilegales, habría una limpieza de la política y un mejoramiento de la calidad de las instituciones en beneficio de los ciudadanos.

La tarea reformadora del Congreso tiene otras asignaturas pendientes: la justicia, que es una de las notables debilidades del sistema democrático colombiano; la educación, que es una de las más deficientes del mundo, con deprimentes resultados que obligan a una prioritaria atención a esta; la salud, que sigue siendo uno de los mayores dolores de cabeza de los colombianos, y el agro, que, a juicio de algunos analistas, es tal vez el desafío más grueso del país, dada la enorme brecha que existe entre el campo y las ciudades.

De modo que el nuevo Congreso tiene el reto de escribir una historia distinta, de reformas vitales para el país. Hay coyunturas en que las sociedades requieren liderazgos decisivos, vigorosos, para alcanzar grandes propósitos, como la paz. Alcanzarla, dicen los vaticinios económicos, debería asegurarle al país unos dos puntos porcentuales de crecimiento que, sumados a los 4,7 anunciados por Planeación Nacional para este año, y en una perspectiva de tendencia sostenida, contribuirían a saldar, en poco tiempo, la gran brecha social del país, una de las más pronunciadas del mundo.

El próximo Congreso, que legislará en un momento decisivo para el país, será el que decidan los colombianos. Hoy más que nunca es crucial que los ciudadanos venzan la apatía, rompan amarras con los políticos que intentan comprar sus conciencias y ejerzan en libertad el supremo derecho democrático de elegir a sus representantes. Para ese ejercicio están convocados casi siete millones de costeños. En sus manos está no solo influir en la configuración del nuevo Congreso, sino hacerlo con los políticos idóneos para representar a la Región y defender de la mejor manera sus intereses.