Resulta a todas luces preocupante el que en los últimas décadas algunas empresas tradicionales y representativas de la Región hayan tomado la decisión de cerrar sus operaciones y el funcionamiento de sus dependencias en nuestro territorio, generando un profundo impacto a nivel económico.
Entre los casos más conocidos se pueden mencionar los de Aviancóndor, Tejidos Obregón, Celta, Celanese, Marisol, Slaconia, Vanytor, Unial, Peldar, Textiles Jaar, Phillips, Almacenes Ley, Cafetería Almendra Tropical, Pat Primo, Vivero, Kico, Cementos Caribe y otras grandes empresas que, pese a no haber nacido algunas de ellas aquí, proyectaron su esplendor mundial desde Barranquilla para luego cerrar sus operaciones, mudarse de geografía o pasar a manos de inversores foráneos, perdiéndose el sello original de nuestro terruño.
Los estudiosos de gestión administrativa reconocen que las empresas, como los seres humanos, pasan por las etapas evolutivas de nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte. Pero no siempre que una empresa desaparece de nuestra localidad es porque está por morir.
En el presente año, por factores varios, se han presentado amagos de crisis en dos íconos de nuestro sector empresarial. La primera es la fábrica de hilazas textiles Vanylon S.A., que en agosto le solicitó al Ministerio de Protección Social un permiso para suspender sus actividades durante 120 días por no tener materia prima para trabajar, y aprovechar para hacerle mantenimiento a las maquinarias de producción. La empresa ha desmentido las denuncias de su sindicato del despido masivo de 200 empleados en diez días, asegurando que los 80 empleados de planta que tiene la compañía siguen trabajando.
El segundo caso que acaba de salir a la luz pública es el de Aluminio Reynolds Santo Domingo, la cual perdió en el 2010 cerca de $8.600 millones por culpa de la competencia desleal consistente en la importación de productos terminados de aluminio a bajo costo desde Venezuela y China. Los industriales del sector a nivel nacional le han pedido al Gobierno su intervención para que adopte medidas antidumping y evite que este negocio vaya a la quiebra.
Somos conscientes de que la economía globalizada del siglo XXI es dinámica y fluctuante puesto que en todas las grandes urbes del mundo entran y salen empresas. Y Barranquilla y el Atlántico no son la excepción, observándose cada vez en mayor escala el surgimiento y fortalecimiento de importantes proyectos industriales, el auge en la construcción y la apertura de nuevos negocios en las zonas francas.
Según afirma Probarranquilla, la atracción de inversión al Departamento en el 2010 aumentó, con respecto al año 2009, cerca del 68 por ciento. Por otra parte, el valor de inversión obtenido en el año 2010 es casi tres veces mayor. Esta agencia que promociona inversiones en Barranquilla y el Departamento del Atlántico ha identificado en los primeros meses del 2011 un total de 324 nuevas empresas, de diversos países y sectores, que cuentan con potencial para invertir en el territorio atlanticense.
Aparte de esto, últimamente en el país se está observando el fenómeno de que centenares de empresas ubicadas en los polígonos industriales en las afueras de ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla encuentran mejores ofertas en urbes medianas que, usando agresivas estrategias en las que ofrecen mejores plataformas, desarrollos de infraestructura, un boom de las zonas francas, exenciones de impuestos de entre cinco y diez años, y rebajas de servicios públicos.
Es necesario que cada vez que se presentan preocupantes síntomas como los que se han registrado en ese par de empresas emblemáticas de nuestra Región, intervengan conjuntamente el Gobierno y los gremios económicos para entrar a apoyar y a analizar lo que acontece, y darles una mano de ayuda que les permita salir de la etapa crítica por la que atraviesan.
Ayudando a los demás nos ayudamos nosotros mismos. De esa alianza de esfuerzos entre Estado y empresarios ante las organizaciones en crisis se podrían tomar medidas preventivas o correctivas, similares a las que están ofreciendo con agresividad comercial los municipios pequeños de otros lares.
De esa forma se lograría, por un lado, llamar la atención de nuevas compañías para invertir e instalar sus sedes en nuestro Departamento y, en segunda instancia, evitar el exilio y la desaparición de las tradicionales empresas nuestras con fines de que no se vayan del suelo en donde crecieron y produjeron sus mejores frutos al mundo.