El Heraldo
Para la muestra se realizaron encuestas a 362 estudiantes de las universidades del Norte, Simón Bolívar, Autónoma y Atlántico, las cuales funcionan en Barranquilla. Archivo
Economía

35% de los universitarios en Barranquilla pagarían por usar una ciclovía

Estudiantes de Economía de Uninorte realizaron un ejercicio académico para identificar la percepción de los jóvenes ante sistemas de transporte más amigables con el ambiente.

Los términos ecología y economía tienen el mismo origen griego “eco”, que significa “casa”. Sin embargo, ecologistas y economistas a menudo están en desacuerdo en sus interpretaciones del mundo. Para los primeros, el planeta se está extinguiendo por culpa del hombre; para los otros, el desarrollo nos ha hecho la vida más placentera y llevadera.

La movilidad y la contaminación son algunos de los temas donde más discusiones hay al respecto. Aunque el crecimiento de medios de transporte tiene efectos positivos sobre la economía y el desarrollo, también incrementa los gases invernadero, el mayor causante del calentamiento climático.

Un equipo de estudiantes liderados por el profesor del IEEC de Uninorte, José Luis Ramos, encuestó a 362 estudiantes de la Universidad del Norte, la Simón Bolívar, la Autónoma y la Atlántico para conocer su percepción sobre el desempeño en movilidad y medio ambiente en Barranquilla, con el fin de sugerir medidas de política pública.

Según el profesor Ramos, la movilidad y el medio ambiente se constituye en uno de los principales retos que tienen las ciudades colombianas en pro de la sostenibilidad del planeta, sin alejarse de los procesos de globalización económica. “¿Cómo conciliar dos apuestas: crecer como producto de los retos de la globalización, y cómo hacer sostenible los territorios desde el punto de vista ambiental? Es la discusión que continúa”, dice Ramos.

Transporte público e infraestructura vial

Los expertos en movilidad urbana siempre han sido promotores de privilegiar los sistemas de transporte público en las ciudades. Las razones: benefician a más personas y así evitan el congestionamiento de moverse de forma particular.

Los resultados muestran que casi el 80% de los universitarios encuestados demanda a diario el transporte público (67% utiliza bus/buseta y el 12% Transmetro).

Aunque la principal razón no sea ambiental, se encontró que estos estarían dispuestos a cambiar sus hábitos de movilidad para contribuir al medio ambiente: 55% anotó que iría a la universidad en bicicleta o lugar de trabajo, pero solo si existieran vías seguras para transitar, sin importar el clima tropical de la zona. De hecho el 70% opina que en Barranquilla no hay una estructura sostenible ambientalmente.

Además, se identificó que estarían dispuestos a pagar por el uso de una ciclovía: 35% pagaría $1500 por trayecto. Tatiana Cantillo, estudiante implicada en el ejercicio, dice que para que las personas hagan uso de la ciclovía tiene que haber al menos un incentivo económico pequeño, puesto que si tiene el mismo precio que el transporte público tradicional, optarían por hacer uso del primero.

Pensar en ciclovías

Pese a los posibles beneficios ambientales del uso de la bicicleta frente a otros medios de transporte, la evidencia internacional indica que estas se deben analizar más a fondo.

La disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero es un argumento utilizado en favor de las ciclovías, así como la reducción en el transporte motorizado. Aunque la contaminación atmosférica urbana puede disminuir en movilidad, la reducción de costos puede estimular el uso de otros medios contaminantes.

Por ejemplo, un estudio que estimó las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de una urbanización cerrada al tráfico en Viena, encontró que estos hogares sin automóviles producían mayores emisiones en categorías como nutrición y “otros consumos”, reflejo del mayor ingreso per cápita.

Por otra parte, la promoción del uso de la bicicleta puede dar lugar a una economía de red, como el incremento de los precios de los inmuebles por tener acceso a ciclovías. En Sídney (Australia), por ejemplo, la creación de 200 kilómetros de ciclovía se estima que genera $506 millones de dólares en beneficios económicos netos por más de 30 años. Esto es aproximadamente equivalente a un retorno de $4 dólares por cada uno invertido, en comparación con el de $2 para proyectos de autopistas.

De acuerdo con José Luis Ramos, más allá del factor económico, las soluciones de transporte que integren al ser humano con la sostenibilidad del ambiente, se justifican en la medida que se genera cultura y capacidad ciudadana, que viabilizan rápidamente el desarrollo de los territorios.

“En Holanda, Suiza y Alemania, se observa a muchas personas utilizando ciclovías para transportarse a sus trabajos y universidad, lo cual se traduce en un mejoramiento de la salud de las personas y al mismo tiempo, disminuye los niveles de contaminación. En sentido estricto, la elección de alternativas viales (ciclovía o vía normal) está más relacionada con la consciencia del ciudadano de aportar a la solución de problemas colectivos, como la congestión vehicular y la contaminación”, explica.

Aprender en la práctica

En el aprendizaje basado en problemas es un entrenador del conocimiento cuando enfrenta a sus estudiantes a casos motivantes y auténticos, que le representan desafíos. La puesta en marcha de estudios en clase es clave en la universidad para fomentar el pensamiento complejo y el aprendizaje centrado en la práctica de problemas significativos para los estudiantes.

Para Ramos, este tipo de ejercicios son clave porque los estudiantes movilizan al resto de la sociedad a tomar consciencia de los problemas futuros. “Son ellos los encargados de transformar malos hábitos, costumbres y comportamiento irresponsable frente a la necesidad de utilizar racionalmente los recursos escasos que nos ofrecen los territorios”, dice.

*Alianza con la Universidad del Norte

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