Después de tantos pujos en pos de alguna otra medallita y después de casi 72 horas pariendo en seco, un jovencito de Valledupar que nadie sabe como lo introdujeron en la caravana de los ciento y pico, pudo alzarse con una medalla de bronce para sumar a la cosecha, a la cosechita paralizada por tantas horas de competencia, en cuyas alforjas no hay o no había sino dos medallas de plata y dos de bronce. Y ninguna de oro, que es lo que le quita el sueño a los haraganes del Comité Olímpico Colombiano, que no saben que cara poner ante el desfile de los días y la proximidad misma de la ceremonia de despedida.

Hay que pedirle a la gente oraciones porque se pueda ganar la medalla de oro en lo poco que está vigente en el cuadro de competencias. Y no es que una simple medalla de oro que ha de caer como pedrada en ojo tuerto, pueda convertir un triste papel en jornada grandiosa, ni nada parecido, pero al menos ayuda a subir en la tabla de posiciones; sobre todo, en el efecto comparativo ante los países suramericanos, que nadie ni sospechaba siquiera que ese deporte suramericano se ha venido en picada.

Miren que un país tradicionalmente deportivo como Argentina, cuya población veía transcurrir las horas y hasta los días sin que ninguno de sus deportistas conquistara así fuera por equivocación una puñetera medalla de lo que fuera; de cuero de sapo o lo que fuera; que Chile anda por el mismo sendero; que Brasil, que en un momento dado se creyó años atrás que sería la gran potencia latinoamericana en el mundo de los deportes, pues, hombre, muchos colombianos dirán que cierto es que Latinoamérica no es nada deportivamente hablando, pero que al menos Colombia podía mostrar 4 medallas (antes de la del chico de Valledupar), que solo Cuba podía equipararse. Cuba, que es otra que bien baila, pues se ha venido de trasero para el estanco en un desajuste deportivo que nos tiene asombrados.

Ya en otro campo, pero en la misma esfera deportiva, son incontables los aficionados y simpatizantes de salón que nunca le faltan a los deportes, que quieren y que suponen que por qué de alguna manera se está en el inside del deporte, se tiene que saberse todo. No sólo el deporte en el espacio abierto de los estadios, sino en la penumbra de los circulitos privados en los que se mueven los altos directivos. Especialmente, por qué un deporte de tanta vitalidad competitiva, como el patinaje, no está en las olimpiadas... Ay, amigos todos, han dado ustedes en la almendra deportiva. No está el patinaje, pero sí están jueguitos de salón, elevados al estrato deportivo, que no queremos señalar para que no se crea que algo tenemos contra ellos.

Este tema, que no sería exclusividad de una pluma, sino todo un debate a escala nacional e internacional, no le interesa a la prensa sumisa y espinazo doblado. Y menos que menos darían la más leve explicación los orondos del COI. Y este crítico, menos que menos, pero solo porque el espacio se nos fue.

Palestra deportiva, por Chelo de Castro C.

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