El presidente del equipo Itagüí de Antioquia, Fernando Salazar, expresó que los futbolistas de ahora  son unas prostitutas disfrazadas con uniforme. Aparte de la fácil injusticia de la generalización, de su reducido bagaje lingüístico y su vulgar y ofensiva alusión a, entre otros, sus actuales subalternos, tuvo la habilidad para desmarcarse y solo endilgarles el “nuevo oficio” a los futbolistas de estos tiempos y no de otras épocas, de las que él hizo parte. No sólo ramplón, sino también acomodado. Pero además develó su obtusa visión del quehacer futbolero vigente, al pretender descalificar al presidente de Millonarios de Bogotá por su condición de egresado de Harvard y no de alguna polvorienta cancha. Condición de la que sí goza él y de la que, supone, lo convierte al instante, en el sabelotodo de este juego.

En esencia, el fútbol sigue siendo el mismo; once jugadores enfrentados a otros once, con el objetivo de meter el balón en el arco rival. Por supuesto que algunas modificaciones ha tenido en sus normas, tratando de adaptarse a los tiempos: los tres puntos al ganador, las restricciones al portero después de recibir el balón de un compañero, el fuera de lugar a partir del penúltimo defensor, los árbitros auxiliares en la línea de gol, son algunas de las más reconocidas. Sin mencionar los cambios experimentados en la fabricación del balón y en la injerencia sustancial de las ciencias aplicadas al entrenamiento. 

Insisto, lo fundamental del juego no tiene cambios drásticos: el talento a favor de la creación de espacios, la inteligencia para no dejárselos crear y la habilidad para desequilibrar. Convertir goles y no permitir que te los conviertan. Sin embargo, lo que sí ha tenido transformaciones, y el señor Salazar parece no estar enterado, es su envoltorio, su delineación, lo que está alrededor o en su entorno. De la línea de cal hacia fuera: el mercadeo, la visión empresarial, la publicidad.

Su condición irrefutable de fenómeno social, cultural, educativo y económico, lo ubica en una dimensión que trasciende lo deportivo. En el libro “las finanzas en la primera división del fútbol español”, su autor, José Luis Sánchez Valderrama, nos dice: “Por todo esto el fútbol y sus equipos deben organizarse como una actividad deportiva dirigida por profesionales. Los clubes deben tener en sus cuadros directivos a los mejores especialistas, siendo la responsabilidad de las juntas o los consejos de administración el control de los órganos de gestión y el establecimiento de objetivos generales”.

Si los mejores directivos son exfutbolistas, enhorabuena, si no, señor Salazar, deje su mediocridad y procure el arribo de gente bien preparada para el crecimiento del fútbol colombiano. Y de su imagen, que bastante la necesita.

Por Javier Castell López

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