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El desenlace de la eliminatoria ante un emergente Nápoles marcará con fuego al Barcelona de Quique Setién, que se la juega a todos los niveles, desde el futuro del técnico, al prestigio de la plantilla o la credibilidad de una junta directiva que está en el centro de la diana.

Nadie se engaña en Barcelona. Caer ante el Nápoles sería un fracaso en toda la regla, a la altura de los cosechados en Roma o en Liverpool, pero esta vez en el silencio del Camp Nou, en un partido que tendría que darle el pasaporte a la fase final a los azulgrana.

Sin LaLiga, sin la Copa, el Barça se aferra a la Champions, la competición que se disputará a cuatro partidos, cuatro victorias para levantar el título, aunque el primer paso tiene que ser mañana ante los napolitanos.

Los focos señalan a Setién, discutido desde su llegada al club, cuestionado por la plantilla, incluso por Leo Setién en público; unas diferencias que luego se suavizaron después de una reunión entre los dos y que se escenificaron en el campo con la goleada final en Vitoria ante el Alavés.

Pero también la plantilla está en entredicho. Ha dejado escapar LaLiga con actuaciones cuestionables, un fútbol nada convincente y muy irregular. Los cambios de dibujo del entrenador solo funcionaron en una ocasión (ante el Villarreal), pero esta Champions express le da opciones a los azulgrana.

Cuatro partidos son un cara y cruz y en eso les ayuda. La suerte de la directiva es que después de que los aficionados mostraran su malestar durante los partidos que se jugaron en el Camp Nou ante la Real Sociedad y el Eibar, los encuentros ya no se han disputado con público a causa de la COVID, y todo se ha diluido.