El Heraldo
Cultura

Diana Uribe: el carnaval de los abrazos y el simbolismo de la esclavitud

En entrevista exclusiva para EL HERALDO, la historiadora colombiana exaltó la influencia de la resistencia afro y sus contribuciones desde la música al legado cultural de las carnestolendas.

Los ojos de Diana Uribe se iluminan cuando recuerda el instante que antecedió a nuestro encuentro, cuando una veintena de seguidores corearon su nombre con la esperanza de recibir de ella un saludo, la firma de un libro y una serie de palabras que, como solo ella sabe, describan el pasado de la humanidad a través de un lenguaje comprensivo y encantador.

Su conferencia en el marco del último día del Carnaval Internacional de las Artes de Barranquilla abordó la importancia de la pandemia como una experiencia de reconexión con los abrazos que, según define, son la muestra crucial de la fuerza vivificante del ser, en una serie de días de fiestas que alejan la noción de la desigualdad de clases para mezclar a unos con otros como semejantes.

A su vez, recalcó que estos días de fiesta, como los que vive hoy Barranquilla, normalmente se desarrollan en los días previos al miércoles de ceniza bajo una premisa más bien aldeana de la idea cristiana que por años gobernó en el panorama mundial: el que peca y reza, empata.

Finalizada la charla, que se extendió por poco más de una hora, la historiadora aceptó la solicitud de un diálogo que poco se vio afectado por la copa de vino tinto que fue su acompañante de gracia en medio del conversatorio.

Con una sonrisa coqueta y propia de quien ha visto la vida en sus diferentes facetas, Diana pasa la lengua por sus labios y asegura sentirse plena de estar en suelo barranquillero: “es un sueño frecuente estar en Barranquilla, con ganas de mucha más Barranquilla. Es bonito y dulce el que la gente lo reciba a uno así. Es siempre sorprendente y absolutamente emocionante”.

El aporte afro al Carnaval: la música y el aguante negro

El epitafio de la conversación de Diana Uribe en el Carnaval de las artes destacó el Carnaval como un escenario que depende en buena medida de la música ancestral, la cual es clave para la identidad y apropiación cultural del mismo.

Más serena, y en la intimidad que produce el silencio en el sofá de un restaurante que en el pasado fue el punto de reunión del Grupo de Barranquilla, Diana Uribe explica que el caso de Brasil exhibe un punto esencial a la hora de hablar de las carnestolendas del mundo: su impacto cultural es más fuerte en la medida de los aportes desde la esclavitud.

“En el caso por ejemplo de Brasil, hubo muchísimo más tiempo de esclavitud, al menos unos 80 años más que el resto del mundo, lo cual sigue siendo una vergüenza y eso sucedió por cuenta del cultivo del café. Entonces la esclavitud fue un flagelo grande y en un momento ellos desarrollaron toda una resistencia en torno a la capoeira. De ahí van a surgir sus grandes ritmos, incluida la samba”, explica en principio.

Y prosigue: “En 1917 inicia el primer carnaval que se sepa, pero en la época de Getúlio Vargas, él construye un imaginario del Brasil alrededor de la samba y el fútbol, y empieza a crear grandes escuelas que posteriormente van a definir la identidad brasileña, y que viene de un corazón más grande todavía: el de Salvador de Bahía”.

Según dice, la presencia de los orishas representa el moldeamiento del mundo afro en las fiestas, más allá de sus orígenes europeos y de su relación con el eclesiástico.

Trascendencia y legado de Su Majestad: la cumbia

La mirada de Diana permanece atenta al movimiento más mínimo, intentando descifrar cuál será la siguiente pregunta. Entonces decido partir del punto general con dirección a un destino en específico: el Carnaval de Barranquilla.

Entonces coincide en que existe un aspecto elemental a nivel musical: la Cumbia. "Su Majestad la cumbia".

“La cumbia nace aquí, es de acá, y se volvió un ritmo en toda América Latina, y hay cumbia argentina, peruana, y ellos la reivindican como si la hubieran inventado, pero la cumbia es nuestra y aquí tiene todo el significado, es una columna vertebral acá”, asegura.

Guerra

En sus palabras, este Carnaval contiene una importancia vital: son los primeros después de un periodo de sufrimiento. La luz que sobrepone al dolor. La vida que celebra el vencimiento de la muerte.

Sin embargo, en sus palabras establece que el mundo, mientras Barranquilla celebra, atraviesa un escenario de “estupidez” y que no aprende de los errores del pasado: la guerra entre Ucrania y Rusia.

“Son intereses geopolíticos. Si seguimos creyendo que es a través de la guerra como se pueden resolver los conflictos, vamos a condenarnos a la repetición de errores a costos cada vez más dolorosos. La guerra no solo es mala, sino estúpida. No tiene sentido. Todas las guerras que hemos tenido, sobre todo en Irak y Afganistán, sobre todo después de lo que pasó hace 20 años, mira lo que pasó en Afganistán, un país que es caos, ¿para qué?”, me pregunta, sin la esperanza de encontrar respuesta en mis palabras.

A modo de conclusión, explica: “A los ucranianos, los europeos no los van a dejar caer. El tema de los emigrantes es duro, porque mira con qué amor recibieron a los ucranianos, y al mismo tiempo en las alambradas que construyeron, se morían los afganos y los sirios de hambre, entonces no existe la emigración, sino el país de donde vienen. Y la raza de donde son. Muy probablemente a Ucrania no la dejen caer, porque no es islámica y no queda en el centro de Asia, pero su dolor no es menos”.

 

Antes de levantarnos, me cuenta sobre un fenómeno apasionante de esperanza: “Hay un carnaval que hacen los pueblos Kamëntsa, que quedan en Sibundoy, en el departamento del Putumayo. Tiene todas las de la ley y se llama el Carnaval del Perdón. Después que pasa, todos se abrazan y se regalan flores. Cada año, cuando se hace, ellos están convocados a perdonarse por lo que los haya ofendido durante el año”.

Entonces pregunto:

— ¿Existe la posibilidad de que en el posconflicto nos enfrentemos a más escenarios de esta índole, que giren en torno al perdón?

— Pues ojalá, responde.

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