El Heraldo
José Gabriel Pacheco lidera la conservación del caimán aguja. Óscar Cuello
Córdoba

José Gabriel, el antiguo cazador que hoy protege al caimán aguja

Un curtido pescador de San Antero (Córdoba) narra la experiencia de participar en el proyecto de repoblamiento del caimán aguja que arrancó hace 17 años.

Tras casi la extinción total del caimán aguja en la Bahía de Cispatá, en San Antero, un total de 18 excazadores de esta especie decidieron unir esfuerzos para equilibrar la población y ahora tienen la oportunidad de aprovechar su piel luego del levantamiento parcial de la veda por parte de la Presidencia de la República.

 Luego de 17 años de trabajo en la conservación del caimán aguja, las comunidades lugareñas de San Antero lograron el repoblamiento sostenible de esta especie en la Bahía de Cispatá, subregión del Bajo Sinú, en el departamento de Córdoba.

 El exitoso trabajo realizado en el marco del proyecto de conservación del caimán de aguja (Crocodylus acutus) permitió a estas comunidades ser ejemplo mundial de conservación, al recuperar el equilibrio de la población, por lo que la Presidencia de la República levantó parcialmente la veda que prohibía la explotación de la piel de esta especie.

 San Antero, en la subregión del Bajo Sinú, (Córdoba) está situado a 80 kilómetros de Montería. Hasta allí se va por carretera asfaltada.

 José Gabriel Pacheco Pérez, un excazador del caimán aguja que ahora dedica su vida a la conservación de esta especie, fue uno de los primeros habitantes que decidió cambiar el “chip de depredador” con el que fue criado ancestralmente.

 Asegura que no le fue difícil tomar conciencia sobre el riesgo de extinción en el que se encontraba la especie en la Bahía de Cispatá, donde llegaron a contarse alrededor de 36 ejemplares del caimán aguja, una especie prácticamente borrada de la estética natural de las riberas del río Sinú.

 A sus 62 años, confiesa que una de las cosas que mayor remordimiento le generaba sobre la condición del caimán aguja era que por causa de la erosión los huevos que depositaba la hembra eran arrastrados por la corriente que arrancaba bocados de la orilla del río.

 Alrededor de 17 años atrás, era común ver los huevos llevados por las aguas, aunque también se veía a otros depredadores naturales como aves, lagartijas, perros, e incluso las hormigas, que devoraban las nidadas que lograban soportar la embestida del río.

 “Yo aprendí a pescar desde los 8 años, atrapaba todo tipo de peces y animales conforme iba creciendo, hasta que comencé a cazar al caimán por encargo, a lo que me dediqué hasta hace 17 años, cuando comencé a trabajar en la conservación de esta especie y fue algo que inculqué a mis dos hijos y cinco nietos”, confiesa.

En promedio en el Centro de Conservación del Caimán Aguja se recogen 3.000 huevos por temporada.
 “Usábamos un arpón con cuyo garfio atrapábamos al caimán por las patas traseras. El truco era cansarlo hasta amarrarlo”.

El río Sinú, que nace en lo alto del Nudo de Paramillo, recorre gran parte del departamento para desembocar en Boca de Tinajones formando un estuario de 16.000 hectáreas, que sirven de hábitat para el caimán aguja que se encuentra en un estado de conservación vulnerable a nivel mundial.

El Centro de Conservación del Caimán Aguja es un espacio adecuado en una zona protegida en la Bahía de Cispatá, y fue adaptado para brindar las condiciones más propicias que permitan incubar los huevos recolectados, y una vez eclosionados son distribuidos en piletas, organizados por tamaños para evitar que los más grandes incurran en canibalismo.

“Trabajamos en la estación como intérprete ambiental, no vamos a hablar de un guía turístico, sino de interpretación ambiental. Y guiamos a la gente al ecosistema de manglar cuando hablamos de turismo”, explica humildemente José Gabriel Pacheco.

 En este lugar las pequeñas crías son hidratadas, alimentadas y posteriormente liberadas en los sectores que la organización lo considere conveniente para el repoblamiento y la conservación.

 Asegura que en la Bahía de Cispatá han liberado más de 15 mil animales, pero que también han hecho experimentos liberando neonatos y juveniles.

Las liberaciones se realizan en un sitio llamado Caño Salado. El sitio donde funciona el proyecto de conservación también funge como un espacio abierto para turistas, en el que las personas pueden conocer más detalles sobre la gestación, nacimiento, crecimiento y comportamiento de esta especie.

Los recursos que se obtienen a partir de esta labor de ecoturismo son invertidos en el sostenimiento del proyecto.

Recuerda que la cacería del caimán era un trabajo nocturno. “Salíamos cuatro hombres con un arpón. No era una cacería furtiva, era una labor que se hacía por encargo”, explica.

Precisamente esos viejos instintos de cazador, de conocimiento del animal, le permiten a José Gabriel entablar una relación empática que hoy en día le facilita la interpretación de cada una de las señales a partir del comportamiento del caimán aguja, ya sea por la etapa de celo, por canibalismo, o cualquier otra reacción típica de esta especie salvaje.

Por lo general los clientes eran zoocriaderos que pagaban de 70 mil pesos a 2 millones de pesos por un ejemplar adulto”.

“Utilizábamos un arpón cuyo garfio atrapa al caimán por las patas traseras y luego el truco consistía en cansarlo, después de eso se dejaba amarrar y nos lo llevábamos”, explica.

Entre el macho y la hembra del caimán aguja no existe un dimorfismo sexual, por lo que cazaban “al ojo”.

“No era una medición exacta, pero era la que más resultados acertados daba, porque el macho es más grande que la hembra”, sostiene.

“Los clientes eran por lo general zoocriaderos que pagaban hasta 2 millones por el caimán adulto, que cazábamos con arpón”.

Como todo inicio tiene sus dificultades, el proyecto de conservación del caimán aguja no fue la excepción, pues a pesar de tener la disposición de sus 18 miembros para empezar a recolectar los huevos abandonados en las pocas nidadas, era necesaria una incubadora.

Inicialmente les prestaban una que se utilizaba para un proyecto de camarón, pero les tocaba llevar los huevos a la vereda Soledad y el porcentaje de supervivencia era de apenas el 40 por ciento.

Con el tiempo adquirieron una más sofisticada que brinda un 85 por ciento de efectividad.

El proyecto tiene el aval de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y el San Jorge, CVS, y de otros organismos descentralizados.

 Desde  febrero hasta principios de marzo se realizan las labores de recolección de huevos de caimán de aguja para su incubación.

 Los lugareños han habilitado cien zonas en todo el municipio de San Antero para que los caimanes puedan anidar de manera segura. En promedio recogen 3 mil huevos por temporada.

“Tuvimos unos picos altos y bajos, inicialmente no recogíamos ni mil huevos, pero cuando empezamos a liberar a los ejemplares juveniles notamos el incremento de las crías”, sostiene José Gabriel.

 El levantamiento parcial de la veda para la explotación de piel no fue un regalo de las autoridades colombianas, para las comunidades de San Antero, más bien ellos consideran que se trata de un reconocimiento al trabajo de conservación realizado desde la asociación, lo que ha permitido recuperar la población del caimán aguja en la Bahía de Cispatá.

 “La gente creía que los pescadores podíamos aprovechar la piel de cualquier forma, no se trata de una cacería furtiva, sino uso sostenible que consiste en tipo ranchería, es decir traer huevos del medio y luego incubar para obtener animales y aprovechar su piel”, dice.

 La idea es que las poblaciones puedan exportar la piel, pero para lograr un producto de calidad y realmente competitivo se requiere de una elevada inversión, que por el momento supera las capacidades de Asocaimán.

 En el centro de conservación del caimán aguja en San Antero los animales son alimentados con peces y pollo cada 8 días, debido a la lenta digestión de esta especie.

 “En los gastos la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y el San Jorge nos apoya con el agua, la luz y la vigilancia privada. Al ejemplar más grande, de 2.5 metros, se le alimenta con 3 kilos a la semana, la hembra se come 2 y a los más pequeños se les echan 10 kilos a todos y ellos comen de acuerdo con la biomasa”, puntualizó.

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