Celebro que un grupo de importantes empresarios del país se hayan reunido con el Presidente Petro. A todos los asistentes a esa reunión, como a todos los colombianos, nos conviene ahorrarnos una crisis mayúscula, que es hoy un escenario que está pasando de ser posible a ser probable.
Más que reflejar una realidad, el triunfalismo del Presidente refleja una personalidad. Es la personalidad de alguien que no puede conceder una derrota –para no hablar de aceptar un error–. Eso simplemente no está en el libreto de los activistas.
Sigo sin entender la reacción del Gobierno Petro frente a Hamás. Colombia ha sufrido como pocos países las consecuencias del terrorismo y, por lo tanto, debió ser el primero en condenarlo. No hacerlo legitima el uso de la violencia como instrumento político, algo que puede alentar a muchos grupos armados ilegales en nuestro país. El precedente puede generar problemas hacía adelante, no solo con nuestros aliados en Estados Unidos y Europa, sino internamente.
Cada día es más visible una nueva generación de políticos con intereses más amplios y un rechazo natural a las clientelas tradicionales, que utilizan el activismo, las redes sociales y la confrontación como sustitutos del poder burocrático y presupuestario.