Asumí el trabajo de ver y oír el vídeo de la intervención del presidente Santos hace 15 días, en el foro económico mundial de Medellín. Empezó hablando de Economía y del buen manejo dado por su gobierno a las dificultades que se han presentado.
Rápidamente, con la excusa de mantener y acrecentar ese boom económico, arrancó con la fórmula infalible de su proceso de paz. Se refirió, sin explicar nada, a los puntos hasta ahora acordados. La verdad: entendí poco. Veamos:
Desarrollo rural integrado –lo que se haría con el campo con Farc o sin ella–. Participación política –fortalecimiento de nuestra democracia a través de una mayor participación de la oposición y de zonas olvidadas del país–. Narcotráfico –que había que reducir “a su mínima expresión” ahora que las Farc perdieron su poder militar–. Las víctimas- beneficiadas con la verdad, reparación y justicia –los puntos que faltaban: desarme- dónde, cuándo y a quién le entregarían las armas los insurrectos– refrendación de lo acordado por medio del plebiscito, mecanismo ideal para validar el acuerdo. Acerca del último, el único que no depende de Santos, insinuó que si el plebiscito no pasaba volveríamos a la guerra con el conocimiento pleno de una embestida terrorista urbana.
Es verdad: nuestro presidente está cumpliendo, el jueves declararon el fin del conflicto, la entrega de armas y el establecimiento de zonas de concentración. Por primera vez se divulgaron los términos de esos puntos del Acuerdo que contempla la entrega de la totalidad de las armas en un plazo escalonado de 90, 120 y 150 días. También la determinación de 23 zonas de concentración que estarán limitadas por los linderos de las veredas en las cuales se encuentran. En esas áreas no habrá civiles armados ni podrán ingresar las fuerzas armadas mientras la ONU garantizará y velará por el cumplimiento de las reglas de juego que allí se acuerden.
Lo acaecido corroboró el mensaje que respecto de esos temas el Gobierno y sus áulicos habían irradiado sobre la opinión pública, como también el evidente progreso de las negociaciones y la indiscutible favorabilidad de sus resultados para una de las partes, toda vez que los Acuerdos confirmados se erigen desbalanceados y con irrefutables rasgos de impunidad. En suma, el proceso pacifista ha dejado su etapa embrionaria. Ya está estructurándose como una persona con identidad propia.-
Así las cosas, se torna oportuno que sus congéneres conozcamos anticipadamente de esa criatura el núcleo medular del catalogo que regirá su existencia. No basta que se nos anuncie su advenimiento.
Con todo, constituye un indeclinable deber que el Gobierno proporcione a la comunidad una amplia y oportuna ilustración integra del texto que contienen los Acuerdos y sus alcances. Solo así la sociedad Colombiana podrá ejercer cabalmente su derecho en las urnas para refrendar o no los derroteros que cimentarán la existencia de ese nuevo SER.
Recordemos que, por mandato constitucional, uno de los fines del Estado es facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan. El Gobierno no puede soslayar este mandato supremo; para acatarlo deberá instruir con suficiencia los pormenores convenidos.-
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