El Heraldo
Hay 670 mil ganaderos en el país, de los cuales 610 mil son pequeños ganaderos y tienen en promedio 18 animales por cabeza. Archivo
Colombia

Los relatos de los ganaderos víctimas de la violencia

Actualmente hay 670 mil ganaderos en Colombia, y al menos 10 mil de ellos, sobre todo los pequeños de este gremio, han sido victimizados por guerrilleros y paramilitares.

Aunque la condena a mediados de 2018 del expresidente de Fedegán Jorge Visbal Martelo sacaba de la especulación y ponía al nivel de la verdad de los estrados judiciales la ‘paraeconomía’ y más concretamente aquella facción de la ganadería del país que se alió con paramilitares hace más de 15 años, el informe ‘Acabar con el olvido’ da cuenta de que la mayoría de ganaderos colombianos, sobre todo los pequeños ganaderos, fueron fundamentalmente víctimas tanto de la guerrilla como de las propias AUC.

Se trata del libro ‘Acabar con el olvido, segundo informe’, publicado por Fundagán en diciembre de 2013, y cuyas 510 páginas le fueron entregadas esta semana al Centro Nacional de Memoria Histórica, Cnmh, para que entren a hacer parte de los relatos de las víctimas del conflicto armado en el país.

Durante el acto de entrega, el presidente de Fedegán, el samario José Félix Lafaurie, le dijo al director del Cnmh, Darío Acevedo, que las víctimas ganaderas del país suman cerca de 10 mil personas y puso de presente que la violencia y otros factores menguaron la población bovina del campo: “Colombia tenía un bovino por cada colombiano en los 60, pero cuando se intensifica el conflicto se perdió esa relación y hoy hay 50 millones de colombianos y 28 millones de cabezas de ganado”.

En la actualidad, según le dijo Lafaurie a EL HERALDO, hay 670 mil ganaderos en el país, de los cuales 610 mil son pequeños ganaderos y tienen en promedio 18 animales por cabeza.

Víctimas ganaderas piden reparación

El listado de víctimas ganaderas que presenta el reporte fue construido, explica el documento, incluyendo “los nombres de 6.202 ganaderos que se acercaron al Programa de Acompañamiento a las Víctimas Ganaderas, Pavic, de la Fundación Colombia Ganadera, Fundagán, ya sea en las jornadas que se realizaron en diversas ciudades del país, o bien por medio de los cupones que se distribuyeron ampliamente en todas las regiones ganaderas con la colaboración de los gremios regionales, y fueron recibidos en buzones colocados en estas mismas organizaciones”.

Con esta primera información básica de contacto, de ganaderos que se consideran víctimas de la violencia y, por medio de los canales mencionados, manifestaron su expectativa de beneficiarse de las posibilidades legales de justicia y reparación. Con el acompañamiento de Fundagán se inició un proceso orientado a recabar mayor información y por ello se amplió en esta segunda con los testimonios de 1.936 víctimas ganaderas que hacen parte del libro.

“Trabajamos en lograr acompañar efectivamente a estas víctimas, superando las dificultades de acceso al programa gubernamental y, también, las reservas y los temores que aún subsisten entre la población victimizada. Esperamos asesorar a muchas de ellas; otras se acercarán directamente a las instancias de reparación, y otras, muy seguramente, en el camino preferirán no someterse a trámites y procesos para reivindicar sus derechos”, se lee en el texto.

Son aproximadamente 10 mil víctimas ganaderas.

A un ganadero del cesar

“Yo nací el 25 de septiembre de 1963 en el corregimiento de Ayacucho, en La Gloria, Cesar, pero allá se vivía en la pobreza, entonces mi padre tuvo la oportunidad de comprar una parcelita y a los ocho años nos vinimos para acá, para Pelaya”, inicia su narración un ganadero a quien le protegen la identidad en la publicación.

Sobre los ganaderos del departamento del Cesar, cuenta la víctima: “Todos en esa región ahora somos puros ganaderos, vivimos de la poquita leche, de eso es lo que viven la mayoría de los campesinos”.

Admite a renglón seguido que el gremio sí respaldó el proyecto paramilitar, pero advierte que no fue la solución: “Cuando llegaron los paramilitares la gente sí los ayudó en algo, pero fue un gran error. (…) Cuando comenzaron a llegar las autodefensas siguió la violencia, la mortandad. Las autodefensas cogían a la gente dizque porque era guerrillera y mataban a fulano porque era guerrillero y, entonces, la guerrilla se abrió del pueblo y quedaron gobernando las autodefensas”.

Frente a los hechos que lo victimizaron, describe: “El secuestro mío fue en 1997. Estaba yo en la finca cuando oí el tropel y puse la tuerca de la pieza y vi a seis tipos parados en la ventana con las armas. Yo tenía una escopeta y cuando se acercaron a la ventana ya los tenía también encañonados. Al verme me dijeron: ‘Baje esa escopeta, mano, que no le vamos a hacer nada; venimos a hablar con usted’”.

“(…) Cuando salí de una vez todos me cayeron y me agarraron, me esposaron, me amarraron y le dijeron a uno que fuera a registrar la casa”.

“Desde las siete de la noche que me sacaron, hasta las tres de la mañana, cuando llegamos al campamento de ellos. Ahí me tuvieron, me pidieron colaboración; yo les dije que eso no era una forma de colaboración, que era una colaboración forzada (…). Les dije que de plata no hicieran cuentas, que si me habían llevado a mí por dinero, yo no les iba a dar, que no teníamos, que no éramos ricos, que lo éramos en salud y en espíritu santo pero en plata no. Que si eso querían, que tocaría que me dieran tiempito para vender la finca y salir al pueblo a pedir. Entonces dijeron que tampoco iban a quitarnos la finca, que les diéramos solo $15 millones. Yo les dije que no había esa cantidad de plata, y ahí fuimos negociando hasta que llegamos a que podían contar con $8 millones, y se cuadró porque ya uno cansado allá, echando males, sufriendo”.

Sin embargo, aquí no acabaron los males del ganadero cesarense, pues luego siguió otro suplicio ahora con el bando contrario: “(…) Pero entonces después cuando llegaron las autodefensas, también nos estuvieron amenazando y otra vez nos tocó poner la denuncia”.     

Algunos ganaderos viven ‘de lo poquito’ que ordeñan.

Víctima en Magdalena

Las breves narraciones que recoge el libro en el departamento del Magdalena son igualmente dolorosas e involucran todas las ideologías bajo las que se escudaron los distintos victimarios para conseguir recursos, poder, desplazamientos o intimidación.

Julio César Gil Jiménez, de El Banco, narró que el 16 de marzo de 2000 “hombres armados pertenecientes a la guerrilla de las Farc entraron a la finca y me secuestraron durante 74 días”.

Entre tanto, el 29 de julio de 1985 sucedió la historia que contó Rosina de las Mercedes Jiménez Mugno, en Plato, Magdalena: “Un grupo de guerrilleros de las Farc asesinaron a mi esposo, me robaron todo el ganado, los caballos y las gallinas”.

En Pivijay. Sol Marina Andrade describe cómo en 1995 grupos paramilitares perpetraron crímenes contra su familia y solo las dejaron vivas a ella y a su hija: “Vivíamos en nuestra finca cuando unos paramilitares irrumpieron y sin explicación alguna asesinaron en presencia mía y de mi hija a mi esposo y a mi cuñado. Quemaron la propiedad y por eso motivo tuve que desplazarme”.

Y otra de las historias estremecedoras en el departamento del Magdalena es la de Eduardo Enrique García Rodríguez, quien relató lo peor que le puede ocurrir a un padre: el asesinato de su hijo. Su testimonio queda consignado en el documento: “Los paramilitares asesinaron a mi hijo José de los Santos García Barraza el 2 de diciembre del año 2000 en Sabanas de San Ángel”.

“Mi madre pagó el rescate pero asesinaron a mis hermanos”: ganadero de Atlántico

En Atlántico

Aunque es un departamento que no suele tenerse como tradicionalmente ganadero, la publicación recoge testimonios breves de víctimas de casi todas las modalidades de la violencia que se presentó durante el conflicto armado colombiano: desapariciones, secuestro, extorsión, asesinato y desplazamiento.

Claudina Callejas Soto, de Barranquilla, contó que el 17 de noviembre de 2002 “integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia asesinaron a mi hijo Emirel Pérez Callejas, quien fue abaleado y arrojado al río con el fin de dificultar su hallazgo”.

El relato de Hermes García Brito, en Barranquilla, tiene varias victimizaciones consigo: “En el año 1992 me secuestró la guerrilla de las Farc cuando salía de la finca. El secuestro fue extorsivo. Luego de esto, la misma guerrilla empezó a extorsionarme, me robaron 250 cabezas de ganado, y fue tanta la presión que me vi obligado a desplazarme”.

Édgar Sanabria, en Barranquilla, cuenta que en 1995 “hombres pertenecientes al frente José Luis Solano Sepúlveda del Eln secuestraron a mis hermanos y pidieron $500 millones por su liberación. Mi madre fue a pagar el rescate pero a ella también se la llevaron. A mis hermanos en cautiverio les robaron su ganado, para luego asesinarlos. Por este trágico motivo tuvimos que vender la finca familiar”.

Y Esther Ahumada Castañeda, de Malambo, narró los hechos que la hicieron víctima, a través del homicidio de su esposo, de los grupos paramilitares: “Del 12 al 16 de abril de 2000, un grupo del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, comandado por Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, nos robó 37 cabezas de ganado. Luego, el 1 de marzo de 2003 mi esposo Luis Alberto Guerrero fue asesinado”.

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