Sandra Heredia escaló cada peldaño de la Justicia colombiana sin atajos ni estridencias. Su nombre rara vez suena en la radio o circula en redes, pero quedará impreso en las páginas de la historia como la jueza que podría condenar, por primera vez, a un expresidente de Colombia.
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Este lunes 28 de julio todos los ojos y oídos del país estarán puestos en Heredia cuando anuncie si declara culpable o inocente a Álvaro Uribe, el hombre que surgió a finales de los años 90 como una solución a la violencia por el conflicto armado, gobernó entre 2002 y 2010, y apadrinó la elección de dos presidentes que le sucedieron, consolidándose como el líder político más poderoso de Colombia en décadas.

Por este caso, el más mediático que se recuerde en el país, Uribe, de 73 años, podría ser condenado a entre seis y doce años de cárcel por los delitos de soborno, fraude procesal y soborno en actuación penal.
Sea cual sea la decisión de Heredia en primera instancia, su fallo desatará tanto aplausos como abucheos, y difícilmente quedará en firme: lo más probable es que la parte perdedora lo apele y alargue aún más un pleito que ya acumula 13 años y casi 70 audiencias solo en los últimos cinco meses, todas transmitidas en vivo por redes sociales y conducidas bajo la firme y templada batuta de esta mujer llamada a decidir el juicio del siglo.
Peldaño a peldaño
Heredia nació en Alpujarra, un pequeño municipio de menos de 5.000 habitantes del departamento de Tolima, enclavado en las estribaciones de la cordillera Oriental, donde el café, el plátano y la caña de azúcar sostienen la economía local.
Según documentos públicos, su camino en la rama judicial comenzó en 1994, cuando dejó su pueblo natal para ocupar cargos de apoyo en juzgados de Flandes, Melgar, El Espinal e Ibagué, todos en el Tolima.
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Desde entonces, fue escalando en la carrera judicial: trabajó como notificadora, oficial mayor y secretaria, sin apartarse nunca del servicio público, aun cuando el título de abogada lo obtuvo más de una década después, en noviembre de 2006.
En 2009, su trayectoria la llevó a Bogotá, donde fue nombrada Juez Municipal Adjunta. Sin embargo, poco después regresó a su tierra como Juez Primero Municipal de El Espinal, cargo que ocupó entre 2011 y 2013.
Ese año participó en un concurso de méritos convocado por el Consejo Seccional de la Judicatura del Tolima. Superó las pruebas de conocimiento y psicotécnicas con buenos puntajes, pero apeló los resultados alegando que su extensa trayectoria no había sido valorada debidamente, revelando su temple y logrando una resolución a su favor.
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Heredia regresó a Bogotá en 2018 para trabajar como asistente jurídica y luego fue designada juez 44 Penal del Circuito de la capital, el cargo que hoy ocupa.
Desde allí dictó, entre otras, la primera condena por violencia policial durante unas manifestaciones que azotaron al país en septiembre de 2020: diez años de prisión para el patrullero John Antonio Gutiérrez, responsable del homicidio de dos jóvenes que protestaban por la muerte del ciudadano Javier Ordóñez a manos de la Policía.
El juicio del siglo
El caso del expresidente Uribe aterrizó en el Juzgado 44 Penal del Circuito de Bogotá por reparto en abril de 2024. Desde el timón de esa sala, Heredia pidió a la Judicatura suspender la asignación de nuevos casos a su despacho: tenía entre manos un juicio de alto voltaje que exigía toda su atención para garantizar la celeridad y el rigor que ameritaba.
Y cumplió. En apenas cinco meses, avanzó con paso firme en las etapas más gruesas del juicio oral, incluyendo la exposición de pruebas, el desfile de testigos y los alegatos finales.
Durante todo el proceso, Heredia esquivó los focos y micrófonos: no dio entrevistas y mantuvo un perfil bajo. Pero en la sala de audiencias, inquebrantable detrás de sus grandes gafas, demostró firmeza y carácter.
No le tembló la voz para exigirle al equipo de defensa de Uribe que agilizara la intervención de testigos: “Nos va a dar aquí la Navidad si seguimos así”, soltó en esa ocasión con ironía. Y cuando algunos acompañantes del expresidente se excedieron en su comportamiento, los puso en su lugar sin rodeos: “Si vinieron a charlar y hacer visita, se retiran”.
Negó aplazamientos de última hora y recusaciones sin sustento. La defensa de Uribe la atacó por vías legales varias veces, interponiendo tutelas que fueron rechazadas por el Tribunal Superior de Bogotá.
Ahora, desde la cúspide de su trayectoria judicial, Heredia está a punto de tomar una de las decisiones más trascendentales que haya enfrentado un juez en Colombia. Sobre sus hombros recae una bifurcación histórica: absolver a Uribe o condenar por primera vez a un expresidente y una de las figuras más influyentes y polarizantes de la política colombiana en su historia reciente.