Para Paul Gauguin, la vida estaba lejos de la sociedad donde todo parecía correcto. Había que marcharse, irse a cualquier costo 'para inventar un arte nuevo y regenerado'. Era un revolucionario, libre y salvaje pintor obsesionado, cuyas obras terminaron por influenciar artistas modernos como Pablo Picasso y Henri Matisse. Un impresionista que renunció a sus amigos, esposa e hijos para internarse en la remota isla de Tahiti, en la Polinesia Francesa, donde conoció y se hizo esposo de quien fue su más grande musa.
Ese periodo, que significó la época más creativa de Gauguin, quien dio vida a 66 lienzos y esculturas que hicieron parte de la legendaria exposición organizada por el galerista Paul Durand-Ruel en 1893, está narrado con su propia pluma en Noa Noa, Viaje a Tahiti, el diario en que está basada la película de Édouard Deluc, Gauguin. Un viaje a Tahiti, que ya está en las salas de cine del país. Hablamos con el director francés, quien se propuso llevar a la pantalla grande lo que considera que Gauguin plasmó en su intimidad: 'una gran declaración de amor'.