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En 1997, los paramilitares sembraron el terror en El Toco, una vereda del municipio de San Diego, ubicada a unos 65 kilómetros de Valledupar. Los campesinos de la zona se habían instalado allí a comienzos de los 90, tras invadir los predios que después fueron comprados por el antiguo Incora, para otorgarles títulos de propiedad.

Eran tierras fértiles para la ganadería y la agricultura. Un mes después de que el Instituto Colombiano de Reforma Agraria adquiriera el terreno, llegaron los hombres del Bloque Norte de las AUC, asesinando con lista en mano a dos de sus lugareños, señalándolos de ser colaboradores de la guerrilla.

Aquello ocasionó el desplazamiento de las familias que habitaban las parcelas. No obstante, esperanzadas en tener los títulos de propiedad algunos regresaron, pero volvieron los ‘paras’ matando a otros campesinos, lo que ocasionó el abandono de la vereda, que se convirtió en otro pueblo fantasma en el Cesar.

Con el proceso de restitución de tierras, las familias retornaron a sus parcelas, y los predios de El Toco han vuelto a florecer. Con el apoyo institucional estas familias volvieron a sembrar maíz, patilla, melón, yuca, plátano y frijol.