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Un sinónimo claro del enunciado; podría ser la guerra fría, la ley del hielo, los videojuegos, la pornografía, el terrorismo psicológico, inclusive las guerras biológicas como el covid-19. Pero, no bastaría con un lápiz y un papel para esta larga lista, considerando, que, no solo con arsenal bélico y bombas atómicas es manifiesto de estar en conflicto armado.

Tal y como acontece con el oscuro universo de la drogadicción o como el artesano, Clovis Blanco Escorsia le llama: "La guerra del silencio" Un flagelo que este en particular ha tratado de mitigar a través de sus cuadros en fique y yute, y con la exuberancia de aquellos vestidos que ataviaban las veladas del afro sabanero.

Costumbres y festividades de San Onofre, que el marco de la violencia y la insensatez de sus dirigentes han apagado cobardemente hace 17 años.

Tristeza y llanto que se refleja en las nubes negras que se apoderan de los rayos de esperanza, no propiamente cargadas con rumores de tormentas, sino, con el humo contaminante de sustancias psicoactivas que ennegrecen el horizonte, donde la tierra parece amalgamarse con el océano en las puestas del sol.

Sí, es la guerra silenciosa del consumo de drogas que embiste no solo al sistema nervioso central. Asimismo, ataca sin prejuicios al núcleo familiar y personal, desmembrando y desafinando las notas armonías de la felicidad. Cuan el crudo invierno que pinta a blanco y negro el reverdecer de la primavera.

Thiago Bettin