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Soy un tipo responsable con mis obligaciones como ciudadano del común. Respeto al prójimo, tengo claro mis derechos y deberes, cuido la ciudad y cancelo todos mis impuestos al día. Esto último no es que lo haga radiante de felicidad pero sé que es una obligación y no hay otra alternativa más que pagar así me parezcan excesivamente altos los valores.

Ahora bien, una cosa es pagarlos y otra qué hacen los políticos con esos dineros. Tengo claro que Colombia es uno de los países más corruptos del mundo y que gran parte de esos dineros que cancelamos en impuestos -por no decir todo- se va directo a los bolsillos de nuestros dirigentes. Eso ha sido así desde hace muchas décadas y lo seguirá siendo por muchas más.

Hace una semana me cuestioné eso cuando al ir en mi vehículo, caí en un tremendo hueco que no pude ver y fue tan duro el impacto que una de las llantas se dañó. Díganme ustedes, ¿por qué razón debo ser yo quien pague por el daño ocurrido en mi carro si yo pago oportunamente cada centavo para que las vías estén buenas? ¿Qué pasaría si uno de esos políticos le paga a un contratista para que construya su casa y dicha empresa le hace un techo de mala calidad, este se cae a los pocos días y ocasiona daños en su propiedad? Seguramente el político le cobraría hasta el último peso a la empresa constructora -como debe de ser-. ¿No es acaso esta hipotética situación igual que la mía y la de miles de dueños de automóviles que día a día debemos sortear un sinnúmero de cráteres y que por más que nuestra memoria se aprenda la ubicación geográfica de la mayoría y casi que automáticamente los logremos evadir, siempre aparece uno nuevo que es imposible evitar y caemos en él dañando poco a poco -o mucho a mucho- nuestro carro?

Es normal que las calles se dañen, eso pasa aquí y en la Conchinchina, pero primero, no al poco tiempo de construida (miren no más la Circunvalar, casi dos años en construcción y ya los tramos abiertos parecen un campo de batalla) y segundo, si algo se daña debería ser arreglado a la brevedad posible. Pero no, aquí en Barranquilla hoy nace un hueco y sus habitantes lo vemos crecer, después madurar y luego vemos como algún vecino -cansado de ser testigo de múltiples accidentes- pone una llanta o un palo con un trapo rojo para alertar a los conductores y de ahí pasamos al tipo que le echa escombros y pide unas monedas a cambio. Así va pasando el tiempo y se nos va haciendo normal y no pasa nada. Hasta el día que caemos en un hueco y se daña nuestro carro y por si fuera poco llega alguien que tiene el descaro de decirte "fue culpa tuya porque no lo viste". Así como la mujer con falda no es la culpable por su violación, ni el que le roban por "dar papaya", tampoco es responsable quien cae en un tremendo hueco lleno de agua, no, ahí el principal causante es el ente encargado de mantener las calles en perfecto estado.

Barranquilla ha mejorado muchísimo, eso yo no lo ponga en duda. Tenemos un imponente y hermoso Malecón, muchos parques reconstruidos, algunos arroyos canalizados, mejor arborización y hasta hemos aprendido algo de cultura ciudadana, pero en materia de infraestructura vial estamos en pañales y basta con recorrer unas cuantas cuadras para darnos cuenta de lo deteriorada que están las calles, eso sin mencionar el caos y trancones en cada esquina por el excesivo número de carros para tan pocas avenidas.

Algunos me dirán que puedo poner una tutela para que me paguen el daño de mi vehículo pero yo hoy no he venido a eso porque no tengo el perrenque ni los ánimos necesarios para dar semejante batalla, pero sí estoy aquí para elevar una protesta como ciudadano, exigirle a los dirigentes que tomen cartas en el asunto y crear un poco de conciencia entre los habitantes que muchas veces terminamos creyéndonos el cuento ese de que somos nosotros los culpables por no ver el hueco.

Antonio Javier Guzmán P.

ajguz@yahoo.com