Ateo, palabra mal empleada por algunos que se la atribuyen, queriendo significar que no pertenecen a ninguna religión. Ignorando posiblemente el significado etimológico de esta palabra: sin dios. Ateo es un adjetivo que me atrevo a pensar solo debería ser admitido por verdaderos sabios que hayan encontrado una explicación al origen del universo que nos rodea y en particular al del hombre que se ha encargado de modificarlo, en forma admirable. Estos sabios no existen y si llegaran a existir pertenecerían a alguna de las religiones existentes con la condición de que ninguna de ellas se opusiera a dejar que sus partidarios sigan pensando en Dios.
El título que debería atribuirse quien se dice ateo, sería más bien, una palabra equivalente a la que significa sin religión y que optaría precisamente por haber descubierto, que ninguna de las religiones le permite seguir descubriendo algo nuevo sobre ese ser que llamamos Dios.Esta forma de pensar contradice el título de ateo que orgullosamente se atribuyen las personas a las cuales me he referido.
Pienso en particular, en un conocido candidato a la presidencia que se declara ateo pero que, a través de sus escritos, da a entender que una de sus grandes preocupaciones es precisamente la existencia de Dios. No soy católico nos ha dicho, pero creo en el mandamiento universal de amarnos. Sin mentarlo se ha referido al mandamiento de Cristo, nuestro libertador “Amarnos los unos a los otros, como yo os he amado”.
Carlos A- Hernández García