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Cada existencia es un tesoro y más cuando nos sentimos contentos de existir, sin embargo pareciera que en este mundo No vale nada la vida, como lo cantara magistralmente José Alfredo Jiménez: ”comienza siempre llorando y así llorando se acaba, la vida no vale nada”.

Tal vez, la forma de ver, entender y de vivir la vida se ha ido transformando en los últimos tiempos, a raíz de los muchos cambios sociales y culturales, que no nos permite centrarnos en el verdadero valor sagrado de la vida, a la que debemos conservar y defender como un derecho fundamental de toda persona y nadie puede tener licencia para agredir ni atentar contra la existencia ajena ni aun contra su propia vida.

No existe justificación alguna ni mucho menos razones para arrebatarle la vida a una persona como un medio de subsistencia de un agresor armado, al estilo de los más feroces animales en medio de una ruda convivencia selvática y que los hace sentirse poderosos ante una sociedad cada vez más vulnerable a los ataques sorpresivos de estos depredadores urbanos que han escogido la delincuencia agresiva como sus formas de vida a la que le dedican todo su tiempo, mientras su potencial víctima se distrae en el derecho de vivir la vida y de luchar por mejorar las condiciones de vida de su comunidad.

Porque la vida es ese camino que recorremos, algunas veces colmado de alegría, de dicha, de amigos y agradables compañías, pero otras veces lleno de sorpresas, tristezas y soledades; y resulta triste conocer situaciones en los que en breves instantes se atraviesa la irracionalidad y acaba con el preciado regalo de la vida y duelen tanto las muertes en la que otro ser humano se dejó arrastrar por su ímpetu delincuencial, como si no valiera nada la vida.

En general, todas las formas de eliminación de vidas, de la mano irresponsable y criminal del hombre son tan dolorosas y desconsoladoras que no tienen explicación de ninguna mente sensata y menos aún se podrá entender que los crueles y demenciales motivos sean superiores al bien supremo de la humanidad como lo es la preservación de la vida, a la que le debemos respeto y profunda admiración por su creación.

Es por eso que la vida es un verdadero tesoro y no podemos permitir que la ambición y la escoria humana la sigan devaluando y la lleven a su absurda extinción.

Roque Filomena