El diminuto y modesto corregimiento de San Sebastián de Buenavista, un pedazo de tierra serpenteado por el río Magdalena y la Ciénaga El Rodeo donde la señal de la telefonía móvil llega con demasiada dificultad, ha vivido una semana negra tras la tragedia fluvial que rompió la calma y, de paso, el corazón del sur de Bolívar desde la noche del pasado domingo.
Lo ya conocido sigue siendo doloroso: cinco menores de edad, unas niñas entre los cuatro y 13 años, entre las cuales habían tres hermanas, y un joven de 23, radicado en Barranquilla y quien se encontraba de vacaciones, fallecieron luego de que la embarcación donde estaban a bordo, la Dani Natalia, que iba desde Coyongal hacia San Sebastián de Buena Vista, chocara de frente contra una lancha conocida como El Cipriano, la cual estaba repleta de víveres, en hechos ocurridos a la altura de corregimiento de Tolú, en jurisdicción de Bolívar. Eran, según las autoridades, aproximadamente las 10 de la noche.
El siniestro fluvial, donde se vieron involucradas 18 personas, rápidamente empezó a desnudar una serie de errores y omisiones a las normas fluviales vigentes que, lastimosamente, se conjugaron en el peor de los escenarios y terminaron influyendo en el fatal resultado. Una de las embarcaciones no contaba con iluminación artificial, uno de los requisitos primordiales para navegar, y –junto a la otra involucraba- se encontraba surcando el río Magdalena por fuera del horario permitido, que inicia a las 5 de la mañana y culmina a las 6 de la tarde.