El Heraldo
Lorena Henríquez
Bolívar

Las promesas a Lorenza, tras la visita del Papa

Quince días después de que su santidad la visitara en su casa, el teléfono de esta mujer no ha parado de sonar y las ayudas han empezado a llegar.

Desde que el papa Francisco decidió visitar a Lorenza María Pérez, el 10 de septiembre, en el barrio San Francisco, su celular no para de sonar. Quince días ya se han cumplido luego de que el santo padre llegara a esta humilde residencia y, en todo este tiempo, dice la mujer, ha escuchado más de 25 promesas que han llegado de diferentes ciudades de Colombia y de otras partes del mundo.

Ella espera que, aunque sea la mitad de lo que le ofrecen, pueda concretarse en beneficio del programa social que ha logrado por 15 años ofrecer a diferentes niños, y que hoy atiende a cerca de 85 menores que llegan al comedor comunitario a disfrutar, como señala la mujer, de una comida “preparada con todo el amor”. El menú del jueves eran unas pastas con atún y una mazamorra de plátano.

La casa de Lorenza en San Francisco se ha convertido en un lugar de peregrinaje a donde llega la gente para conocerla y enterarse de quién fue esa mujer que decidió visitar el Papa. En medio de las tareas y los afanes que trae el día a día, ella saca el espacio para comentar una vez más la anécdota que la marcará para el final de su existencia pues, como ella misma dice, “no todos los días lo visita a uno un Papa en su casa”.   

Una de las últimas llamadas recibida era de España. Fue el pasado lunes a las 11:00 de la noche. Una colombiana, quien se identificó como Lucía Lopera,  residenciada en Malaga, le dijo que la había visto en Caracol Internacional y luego de felicitarla le manifestó el deseo de enviarle una caja con ropa de verano que suelen desechar los niños luego de que pase esta estación. Luego de esto le pidió la dirección y en las próximas semanas, le prometió, le estará llegando la encomienda. 

Los ofrecimientos siguen llegando uno tras otro y en una grabadora que está encendida en el patio de la casa suena coincidencialmente el vallenato ‘Solo Promesas’ del guajiro Silvio Brito, por lo que Lorenza suelta una carcajada con la que no duda en señalar lo que le está pasando en este momento con relación a su programa luego de la visita del sumo pontífice.

Lorenza sirve un plato de pasta para los niños.

Las colaboraciones están llegando

A las 8:00 de la mañana comienzan a llegar las mujeres que le colaboran a Lorenza con la preparación de los alimentos. Igualmente dos albañiles que vienen adelantando una obra de adecuación en la parte del comedor junto con un baño para los niños. Esto último, precisa Lorenza, es gracias al respaldo de una familia que no quiere que se sepa su apellido pero viene cumpliendo con el detalle de que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.

Pero como todo no son solo promesas, también se suman acciones que se han ido concretado con el pasar de los días. Personas y entidades que han entregado detalles que como un importante grano de arena se han ido sumando a este programa que le ha dado la vuelta al mundo gracias a que el sumo pontífice decidió llegar a ver lo que hacía esta mujer.

“No le voy a negar que he recibido el apoyo de una emisora de acá, de un almacén que me trajeron unas sillas, unos calderos, unas ollas y un mercado. Para mí eso es muy importante pues mis niños lo agradecen”, comenta Lorenza mientras que con sus manos toscas revuelve la gran olla que contiene la pasta y la va sacando para lavarla con agua fría.

De igual forma, recuerda que un señor llegó la semana pasada en una camioneta blanca y comenzó a bajar un mercado del platón de su vehículo. Pedía ante todo que no fuera identificado pero arrancó de los labios de Lorenza una sonrisa pues ella sabe que si estas ayudas llegan es porque Dios y la visita del santo padre han tocado el corazón de varias personas que han decidido entregar estas bendiciones. Un hotel importante de la ciudad y la caja de compensación se sumaron a este importante proyecto.

Al igual que los otros contribuyentes llegó una familia de Puerto Colombia, Atlántico, y le llevó un bulto de arroz. Dijeron que principalmente “estaban ansiosos de conocerla”.

Un grupo de niños en el comedor de Lorenza.

A la casa de Lorenza llegaron recientemente con la realización de ‘El Ñametón’ cinco bultos de ñame que no dudó en prepararlo en mote y también ayudar a las personas que tanto lo necesitan y que llegan a su residencia pidiendo un plato de comida.

Su gran ilusión es que el programa que en este momento se viene adelantando logre concretarse y encontrar un decidido apoyo por parte de una empresa pública o privada. Para ella lo importante es lograr sacar adelante esta labor y que se proyecte de la mejor manera en un sector tan necesitado como San Francisco.

Está cada vez más convencida de que la bendición de la visita del Papa fue fundamental para seguir adelante con este trabajo, pero lo que no quiere es que el programa se acabe o decline por falta de apoyo porque los que más sufren son los niños que todos los días vienen con la ilusión de encontrar “algún tipo de alimento”.

En la manzana 35 del lote 20 tercera etapa esta ubicado el comedor.

A las 11:30 llegan los niños

Lorenza recuerda que en su residencia se consolidó la olla comunitaria luego de haber salido del salón comunal donde había permanecido por varios años. Sueña con la posibilidad de poder ayudar a un mayor número de niños que no dudan en llegar desde las 11:30 de la mañana, cada uno con su chócoro en la mano.

Pero en su casa no solo hay espacio para el comedor comunitario, pues allí llega en horas de la tarde un grupo de adolescentes que recibe charlas para la prevención de embarazos y evitar el consumo de drogas en una zona donde estos dos problemas son pan de cada día.

“Pienso que la mano de la administración distrital o de cualquier ente privado puede ser fundamental para que entre todos podamos superar los múltiples problemas que aquí en San Francisco se presentan. Los jóvenes tienen el deseo y las ganas de salir adelante y no podemos darles la espalda”, comenta Lorenza mientras recibe a sus niños con la misma sonrisa con la que recibió aquel 10 de septiembre al papa Francisco.

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