El Heraldo
A la sombra del ‘palito de caucho’ cartagenero. Wilfred Arias
Bolívar

El ‘palito de caucho’ que murió, fue reemplazado y hoy es un emblema

Bajo su sombra se ‘tejen’ los chismes del día en Cartagena.

CARTAGENA. En 1996 ocurrió un suceso sacudió a la sociedad cartagenera. El tradicional y archiconocido ‘palito de caucho’, de la avenida Venezuela, sembrado diagonal a la Torre del Reloj y frente a una zona de compraventas, muy concurrida, se vino al suelo. Tragedia. Se trataba de un frondoso árbol de caucho que brindaba una sombra generosa y que era, y sigue siendo, el tertuliadero más famoso de la ciudad.

En la época de oro del boxeo, los grandes pugilistas, campeones mundiales, la gente de los medios y los empresarios solían darse un baño de popularidad debajo del ‘palito de caucho’. Kid Pambelé es recordado cuando llegaba en su flamante Ford LTD, recién comprado, para lustrarse los zapatos en este sitio, en medio de un gentío que sostenía conversaciones a gritos con el campeón, como se habla en el Caribe.

Los políticos también se sentaban con los ‘emboladores’ de zapatos y vendedores de arepas y patacones para tomarle el pulso al pensamiento de la gente. Lo que se decía debajo del ‘palito de caucho’ era lo que toda la ciudad pensaba de uno u otro político.

El árbol llevaba 40 años de historia (fue sembrado en 1956) cuando se desplomó y los cartageneros se alarmaron porque aquel viejo generoso se les iba por siempre. Entonces, el jefe del departamento del medio ambiente del Distrito, en ese tiempo llamado Damarena, Rafael Vergara, un ambientalista consumado, como si se tratara de un caso de vida o muerte, trabajando con la celeridad como para atender una emergencia de vastas proporciones, consiguió un nuevo ‘palito de caucho’ para sembrarlo y reinara en el mismo sitio donde el otro estuvo. 

Así fue. Un árbol de caucho, de cuatro años de vida, fue sembrado y hoy es un adulto que goza de buena salud, desde donde todavía se silba a las mulatas, se ‘embolan’ zapatos, se come patacón con queso y se saben los últimos chismes de la mujer del vecino o del alcalde de turno y su séquito, que tienen sus oficinas a unos cuantos pasos de allí.
La vez que se derrumbó el primer ‘palito de caucho’ de la ciudad colonial hubo varias versiones del hecho. Se dijo que una entidad que tiene oficinas cerca había cortado sus raíces porque estaban amenazando sus estructuras. También que lo habían envenenado. En fin. Hoy el ‘palito de caucho’ es un frondoso árbol donde confluyen todos, a reposar, a hablar y hasta rumbear.

Las quejas actuales es que se ha convertido en un orinal. El lustrador de zapatos Julio Herazo, quien lleva muchos años ganándose la vida bajo su sombra, dijo que en las noches y madrugadas los que no tienen para pagar una cerveza cara en un bar del centro, se vienen al ‘palito de caucho’ y encuentran vendedores ambulantes con sus neveras de icopor, y  se las ofrecen a mejor precio. El caso es que es ‘el caucho’ el que recibe todo el depósito de las vejigas de las decenas de bebedores de ‘frías’.

“Esto huele a puro berrenchin en las mañanas”, dijo Herazo, quien pide a las autoridades que se evite que se siga escogiendo el lugar para orinárselo. 

De resto, es un palo de caucho vigoroso, cuyas raíces poderosas ya empezaron a levantar el cemento de la plaza que se construyó para goce de todos los cartageneros. Y que, como a los reyes, todos le desean larga vida

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