Barranquilla

“El mundo cambió y debemos estar preparados para la próxima pandemia”

El mundo de la vigilancia epidemiológica cambió con la pandemia. Se hace necesario identificar las amenazas o riesgo que podrían desatar una nueva pandemia para adoptar medidas tempranas.

Martha Lucía Ospina Martínez, la médica, científica y epidemióloga caleña que dirige desde 2016 el Instituto Nacional de Salud (INS), impresiona por su firmeza. En los últimos 28 meses, no solo ha tenido que lidiar con una pandemia de impacto sanitario, social y económico, manejada desde los modelos matemáticos –esos que suelen pasar desapercibidos para las mayorías–, sino también con la infodemia y la desinformación. Momentos duros que la han obligado a saber elegir qué cosas vale la pena responder o aclarar para no distraerse del verdadero hacer, porque al final tiene claro que los hechos, los que se deben producir y no las palabras, son los que hablan por cada quien.

Con una oportuna visión de futuro, señala el camino a seguir para intentar anticiparse a un nuevo evento relacionado con una zoonosis vírica o una pandemia respiratoria, mientras hace un balance pragmático de las lecciones dejadas, hasta ahora, por una pandemia que no termina de dar sobresaltos debido a su nuevo pico, tras doce semanas de relativa estabilidad. También analiza el riesgo real de la viruela del mono y envía un mensaje revulsivo para el sector político, los tomadores de decisiones y sus colegas científicos.

P.

¿Ha sido más difícil ejercer su liderazgo por ser mujer?

R.

Las mujeres tenemos unas enormes virtudes que son nuestras, como la capacidad de transformar no de enfrentar, ni destruir o tumbar, sino de convencer y motivar. Esos son nuestros verdaderos poderes y uno tiene que tener clarísimo el objetivo para llegar a él, siendo perseverante y no obstinado, acompañándose de los mejores y compartiendo una visión con ellos para lograr grandes cosas con valentía.

Así le toque a uno desaprender veinte veces, cambiar el plan que tenía o ajustar en el camino. Las mujeres también tenemos la cualidad del buen ojo para saber quién es capaz de  brillar y quién no.

Hay que sumar fuerzas. Por ejemplo, en las redes públicas y privadas tenemos fortalezas distintas. También hay quienes se bajan del bus, eso está bien, porque nada es obligatorio. En privado, digo que esa gente en pijama, desde sus casas, frente a la pantalla de un computador, tiene todo el tiempo del mundo para armar sus palabras, pero nosotros ese mismo tiempo lo tenemos para armar los hechos y los resultados.

P.

Hablemos entonces de resultados. ¿En qué momento nos encontramos hoy frente al covid-19?

R.

Estamos ante un evento emergente. El SARS-CoV-2, virus que produce la enfermedad de covid-19, es nuevo en el mundo de los humanos y, tras dar el salto del animal al humano, su comportamiento entre nosotros no tiene historia. Por lo tanto, todo lo que estamos viviendo es el aprendizaje de cómo evolucionará.

Sabemos de su gran capacidad de mutar, como lo ha demostrado la enorme cantidad de linajes en el mundo, y de su mayor adaptabilidad, que no representa necesariamente mayor letalidad, con lo que tendrá una circulación periódica o estacional como otros virus respiratorios que circulan en el país.

P.

¿Así las cosas, nos acercamos a la endemia?

R.

El ideal es tener al menos 5 años de historia para poder hacer una serie de tiempo y construir umbrales con algo que se llama canal endémico y aún no lo tenemos. Por eso, nos toca echar mano de herramientas estadísticas mediante diferentes aproximaciones para construir un canal hipotético con un límite superior y uno inferior de lo que consideramos endemia o comportamiento normal.

Estábamos muy contentos porque llevábamos 12 semanas dentro de ese canal, muy cerca del límite inferior, e incluso con un ajuste de pruebas, pese a que se están haciendo muy pocas. Lamentablemente, se salió de ese canal y tenemos un nuevo pico por los casos, pero distinto porque no observamos un aumento en el exceso de mortalidad o de muertes por encima de lo habitual.

Hay que seguirlo vigilando porque el año pasado tuvimos 19 semanas en un buen estado y luego, un pico por el linaje emergente de ómicron.

P.

¿Tenemos un linaje emergente o una subvariante detrás del actual aumento de casos?

R.

El linaje dominante en Colombia, prácticamente el 100 %, es ómicron con sus diferentes sublinajes. Uno de ellos, BA.2 fue importante, pero no creció como lo hizo en países de Europa. No alcanzamos una sustitución masiva porque aquí tuvimos Mu y en los ejercicios que hacemos en el laboratorio, con suero de pacientes que tuvieron el virus o fueron vacunados, encontramos que desarrollaron buena inmunidad natural.

Ahora tenemos debutando a BA.4, lo que equivale más o menos al 12% de los casos. No podría afirmar que es el causante del incremento, sin embargo su presencia sí explica ese porcentaje. BA.4 no ha mostrado tener mayor letalidad ni aquí ni en otro país del mundo, donde aumentan los contagios. 

P.

¿Se le puede atribuir a la vacunación la reducción de la mortalidad?

R.

En gran medida. Ojalá uno pudiera medir algo que se llama riesgo atribuible, para determinar los factores que contribuyen y su porcentaje a ese resultado, pero son muchos los que intervienen.

El factor biológico, por la adaptabilidad, pero también está la vacunación que cambia el comportamiento de la enfermedad que veníamos sufriendo. Los estudios de efectividad clínica son contundentes porque se ve cómo disminuye realmente la probabilidad de morir o de terminar hospitalizado.

Además de la inmunidad que generó Mu, también la mezcla de vacunas fue muy útil. Algo que parecía raro, pero provocó que el sistema inmune de los colombianos disponga de diversos mecanismos ante los cuales reaccionar: una mezcla de anticuerpos que parece ser muy conveniente.

P.

Está claro que no podemos bajar la guardia, aunque muchos ya olvidaron lo que la pandemia nos enseñó en materia de autocuidado, ¿o me equivoco?

R.

Sí, y es una lástima porque debemos conservarlo para siempre. El lavado de manos está demostrado de lejos que es la medida más efectiva para evitar infecciones en general. Tiene que ser sagrado. También el uso del tapabocas, una práctica permanente en Asia.

En este momento que tenemos la circulación activa de un virus  emergente como SARS-CoV-2, así estemos creyendo o trabajando en la hipótesis de que está cogiendo su comportamiento endémico, debemos mantener el uso racional del tapabocas.

P.

En perspectiva, ¿cree que este virus sí nos dejó enseñanzas y hasta cosas buenas?

R.

En el balance, lo inmediato es el sufrimiento humano y las muertes. Pero luego, están hechos como el crecimiento de la red de prestación de servicios de salud, la telemedicina, el aumento de las ucis o la transformación de la capacidad de laboratorio de diagnóstico molecular, no solo para SARS-CoV-2.

En las regiones, ni en veinte años se hubiera podido lograr. Son cosas buenas.

P.

¿Qué tanto se podría aprovechar estas enseñanzas o experiencias?

R.

En el mundo, nadie tiene la memoria histórica para haber vivido un evento como este que sometió simultáneamente a los países desarrollados o ricos, a los de ingresos medios, y a los de más bajos, con afectaciones distintas porque eso dependió del estado en el que les llegó. Las naciones con mayor desigualdad o pobreza, pues tuvieron peor desenlace. Es fundamental entender que las capacidades básicas, que en Colombia son muy heterogéneas y frágiles, no se pueden comprar ni heredar.

Nos pertenecen, debemos tenerlas, no pueden estar amarradas a los gobiernos locales que cambian cada cierto tiempo. Cuando arrancó la pandemia, el primero de enero se habían estrenado alcaldes y gobernadores. Teníamos unos equipos de salud pública muy bien entrenados que, en la batalla contra el sarampión –que puso a arder a todo el vecindario– hicieron unos cercos epidemiológicos y vacunales que impidieron que nuestro país perdiera su estatus sanitario.

P.

¿Qué quiere decir?

R.

La lucha contra el sarampión fue de lo más duro que he tenido que enfrentar en mi vida. La tarea de esos equipos fue heroica, pero el primero de enero ya no estaban porque lamentablemente en Colombia cada torero trae su cuadrilla.

Eso nos hace mucho daño. Por eso, insisto en que el aprendizaje más grande que nos puede dejar la pandemia es comprender que las capacidades básicas de vigilancia y respuesta en los territorios no pueden estar sometidas al devenir político.

P.

En agosto cambiará el Gobierno nacional y luego, lo harán los locales. ¿Se puede hacer algo?

R.

Hay maneras. Nosotros hemos propuesto y ojalá se haga, que los recursos del Presupuesto General de la Nación dirigidos a los territorios estén supeditados al cumplimiento de sus capacidades básicas, es decir, a tener personal los 365 días del año. No puede ser que comiencen a trabajar en marzo y se les despida en septiembre porque son contratistas o que se queden sin equipos entrenados.

Si van a contratar gente que sea preparada, con capacidades en epidemiología de campo formada por el INS, deben tener un laboratorio de salud pública funcionando todos los días del año con reactivos e insumos, con grupos de respuesta inmediata y recursos de desplazamiento. Uno no puede vivir tranquilo en una ciudad si no hay bomberos, ¡sería gravísimo que en Barranquilla no hubiera bomberos! Es igual o incluso peor, si no hay personal de vigilancia en un territorio.

P.

Sería insensato no atender las recomendaciones de la ciencia que ha sido tan determinante en este tiempo, ¿no le parece?

R.

La ciencia no es algo para después. No es que uno atienda un evento, luego hacemos una investigación y una relatoría. Eso aplica tanto para los tomadores de decisiones como para los propios científicos. La ciencia debe estar al servicio de las políticas públicas.

Hay tiempos fríos y momentos de emergencia. En estos últimos es cuando la investigación financiada por el Estado debe ser designada, no son para hacer convocatorias abiertas para ver qué se nos ocurre, porque el país tiene preguntas urgentes y la investigación, a través de institutos, redes de conocimiento y alianzas públicas y privadas tiene que contestarlas en tiempo récord.

P.

A propósito de preguntas urgentes, ¿qué tanto riesgo enfrentamos por la viruela del mono?

R.

La vulnerabilidad de un territorio, municipio, departamento o de un país ante un evento está dada por dos cosas: una, el tamaño de la amenaza, y dos, su capacidad de respuesta. La viruela del mono no está mostrando letalidad, son casos autodelimitados o menores, con una resolución muy benévola, y además la trasmisión no es como la del SARS-CoV-2, que es por vía aérea y por aerosoles, es decir, a través de nubes de macropartículas altamente transmisibles, sino por fluidos que necesitan contacto muy estrecho. Estamos expuestos, pero tenemos capacidad de respuesta.

P.

Esta no será una pandemia, ¿pero el mundo podría tener otras en cualquier momento?

R.

Lo más probable es que sean respiratorias, esa sí es nuestra mayor amenaza. La globalización hace que sean más cercanas. Eso sumado a dos factores muy claros: uno, la invasión cada vez mayor de los ambientes naturales o silvestres por los humanos y ahí está el caso del virus del zika, que existía hace cientos de años no se sabe cuántos, pero en su bosque, en Uganda, hasta que es invadido por asentamientos humanos, y dos, la agricultura extensiva e intensiva y la zootecnia extensiva e intensiva, que incluye especies silvestres.

Esa convivencia tan estrecha, como dormir con cerdos o aves, en condiciones a veces infrahumanas, genera un intercambio de agentes, produciéndose el salto de un animal a un humano, no es un ser vivo, pero los virus son unos pedazos de ácido nucleico que adquieren una capacidad de adaptación a ese nuevo huésped hasta que se trasmiten de humano a humano. Esos accidentes serán mucho más frecuentes.

P.

Lo que plantea es realmente preocupante. ¿Qué capacidad de respuesta tenemos?

R.

La vigilancia en salud pública tiene que transformarse. En el INS estamos haciendo unos cambios profundos y ese es el mensaje que llevaremos a las entidades territoriales. Parece que en el mundo humano llegamos tarde cuando hay un rebosamiento porque no nos damos cuenta que existe. La pregunta es cómo adaptamos la vigilancia para identificarlo, incluso en el mundo animal.

Antes no teníamos cómo, pero ahora contamos con herramientas como la biología molecular, la vigilancia genómica o el análisis metagenómico, que no son ciencia ficción ni estudios especializados, así que sería tonto hacer lo mismo. Debe haber un segundo cambio en los servicios de salud para que a los pacientes con infecciones respiratorias graves se les haga un panel viral para identificar qué agente o patógeno tienen.

Eso está en el Plan de Beneficios en Salud hace años, pero no lo realizan, pese a que los hospitales cuentan con la tecnología. Se debe hacer obligatoriamente para saber, de manera temprana, si tiene un virus y así poder tratarlo. Nos podríamos llevar una tremenda sorpresa. Además, hay vigilancias rutinarias que se deben montar.

P.

¿A qué se refiere puntualmente?

R.

Tenemos vigilancia en animales de producción. La realiza el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Pero, ¿y los domésticos o las mascotas? Está definido que se debe hacer una vigilancia rutinaria de ciertos agentes en mascotas, pero cuál es la autoridad sanitaria para ellas en Colombia, quién da los lineamientos a los veterinarios.

Lo hemos hablado con el Ministerio de Salud, que está reordenando, porque se sabe que con exámenes periódicos a estos animales se pueden identificar eventos antes de llegar a un rebosamiento. Así cambia el mundo de la vigilancia, tenemos que hacerlo porque el mundo cambió y debemos estar estar preparados.

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