Barranquilla

Castillo de La Alboraya, el enigmático edificio que se resiste a desaparecer

Historias de terror, túneles y fantasmas hacen parte de los relatos que giran en torno al edificio. Las sillas vacías y las aulas deterioradas son señales del abandono que sufre la edificación.

Entre cuatro inmensas paredes de un plantel educativo se resguarda una leyenda que se rehúsa a dejar de ser contada por parte de habitantes del barrio La Alboraya, en el sur de Barranquilla. Aquellos pasillos y habitaciones han sido testigo de los fantasiosos hechos que sustentan aquel relato misterioso.

A las seis de la tarde termina la jornada en la Institución Educativa Distrital La Alboraya. A cada lado de la entrada principal del plantel se imponen torres de aspecto arcilloso que adornan el lugar y le brindan un estilo de fortaleza española.

Aquellas estructuras por años han resguardado la entrada y salida de miles de estudiantes que cotidianamente transcurren el lugar.

En medio de la institución reposa el mítico Castillo de La Alboraya, una edificación de tres pisos que a pesar del tiempo y del abandono, se muestra imponente y lucha por mantenerse en pie.

Al adentrarse en este complejo, el ambiente se torna oscuro y tenebroso. El panorama es ciertamente desolador. Dos rejas oxidadas son la antesala, seguido de una torre de juegos construida con troncos de madera que antiguamente funcionaba para la recreación de los niños.

Una de las paredes al interior del salón denota las huellas de los dibujos y manualidades realizados por los estudiantes que pasaron por la antigua Escuela 49 para Varones.

El paso del tiempo y el crecimiento desbordado de la vegetación se pueden notar en estass ruinas.

A lo lejos se escuchan gritos. No son fantasmas ni duendes, provienen de decenas de niños que disfrutan del receso y que incluso aprovechan para gastarle una broma a una de sus compañeras encerrándola en la parte interior de la tenebrosa construcción.

“Ay, te quedaste adentro”. Dicen varias niñas mientras sueltan carcajadas.

“¡Me muero, me muero!”, responde –entre risas– la víctima de la broma mientras abandona el lugar.

Durante años se han tejido muchas historias alrededor del Castillo de La Alboraya, algunas de ellas muy alejadas de la realidad.

Túneles, rituales de magia negra, maltratos y asesinatos hacen parte de los relatos populares que aún se propagan entre los vecinos de este populoso sector de la ciudad.

Luis Rodríguez Lezama
Algo de historia

De acuerdo con el relato histórico que se ha tejido alrededor del Castillo de la Alboraya, esta edificación data de 1626. En sus inicios fue una gran finca, comprendida por los terrenos en que actualmente se ubican los barrios Las Palmas, El Campito, La Unión, la Alboraya, La Victoria, La Ceiba, La Sierrita, Carrizal, El Bosque y La Esmeralda.

Antes de hablar del castillo, es necesario recordar su pasado –que de hecho– según dicen algunos habitantes tiene un toque enigmático y oscuro.

Así lo reiteró el investigador paranormal Álvaro Palacios, quien recordó que su propietario era un español de apellido Rondón que se acostumbraba a realizar ritos de santería cubana.

Además, según el relato de Palacios, el hombre ostentaba un caballo negro bañado en sangre para asustar a los curiosos que intentaban ingresar a su finca.

Varios años después, la propiedad fue adquirida por Miguel Borrás, el creador de los supuestos túneles que eran utilizados para enviar contrabando.

De castillo a colegio

Inés Barrios tiene diecisiete años laborando como coordinadora de la Institución Educativa Distrital Alboraya. En su recorrido por la escuela explica que en el castillo funcionaba una escuela que albergaba gran cantidad de estudiantes del barrio y sectores cercanos.

“En esto que está destruido funcionaban muchas aulas, nosotros alcanzamos a tener cinco grupos de primaria y de segundo; casi todos los grados tenían cuatro o cinco grupos era una población estudiantil bastante numerosa, pero cuando se construyeron los nuevos bloques y se consolidó la Institución Educativa la Alboraya, la antigua edificación fue desocupada”, agregó.

La maestra se expresa con tristeza debido que para ella es muy difícil observar las aulas que albergaron a cientos de estudiantes sometidas al abandono y el olvido.

Respecto a los relatos que se narran entre los vecinos acerca de la existencia de los populares túneles, la coordinadora habla con certeza del tema.

“La verdad es que cuando yo llegué aquí alcance a ver y estar en los túneles, pero luego cuando las administraciones reformaron y construyeron el IED la Alboraya tengo entendido que desaparecieron”, dijo.

Luis Rodríguez Lezama
Noches en el castillo

Martín Torres Torres, un hombre de alrededor de 1.50 metros de estatura, era el encargado de resguardar los secretos del Castillo de La Alboraya.

Un perro fue su única defensa –tanto para los espíritus como para los ladrones– así lo dijo con los ojos aguados de la nostalgia que le produce recordar a su gran amigo, Sin Nombre.

“Ese animalito siempre me acompañaba, el hacia las rondas por las noches, recuerdo que una vez se puso mal, salió a hacer la ronda y regreso con la cola adentro, estaba asustado, me tocó acariciarlo hasta que se le pasó”, sostuvo Torres.

Este hombre tiene 76 años de edad, de los cuales, 36 ha dedicado al servicio de la vigilancia, especialmente en el Castillo de La Alboraya. En el transcurso del tiempo que permaneció en el sitio, Martín vivió anécdotas que recuerda con exactitud.

Una de esas historias que relata es la de un grupo de personas provenientes de Venezuela, España y Puerto Rico que se daban cita hasta el sector con el fin de averiguar acerca de los sucesos paranormales que supuestamente se presentaban por las noches.

“En los días de las brujitas recibía gente de todas partes. En una chiva llegaron un grupo de jóvenes que vinieron de afuera; vestían camisetas negras con imágenes de tigres y demonios. Ellos trajeron unos equipos para realizar estudios de las ondas”, aseguró el vigilante.

Tampoco olvida el día que, junto a policías del sector, trató de ubicar los túneles que se encuentran escondidos debajo de la mítica construcción.

Armados de valor, los hombres adelantaron la excavación con la ayuda de un pico y una pala con el propósito de hallar alguna pieza de valor al interior de la casa.

“Una noche nos sucedió algo, todos los que estábamos adentro tratando de hacer el hueco para ver si encontrábamos algo de un momento a otro nos empezamos a sentir raros y de ahí nos salimos y más nunca continuamos con la excavación”, expuso Martín.

En la actualidad, el antiguo castillo de la Alboraya se encuentra abandonado y en estado crítico a la espera de ser intervenido por las autoridades locales. De hecho, algunas profesoras manifiestan que hay un conflicto debido a que la escultura es considerada patrimonio.

La comunidad académica y los vecinos mantienen la esperanza de que el castillo sea mejorado y se convierta en un espacio para recordar la historia que engrandece a la ciudad.

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