La erosión costera sigue siendo una amenaza latente para la vía que comunica a Barranquilla con Ciénaga, especialmente en los kilómetros 19 y 20, a pesar de las acciones que las autoridades han puesto en marcha para evitar que el mar se lleve la banca de la carretera y deje incomunicada a la región Caribe.
A principios de este año, el Instituto Nacional de Vías (Invías) puso en marcha un plan de tres etapas para atender la problemática que se presenta en este corredor vial para 'mantener la movilidad segura y la conectividad de la región'.
La primera etapa contempló la contención del riesgo de la erosión costera en los kilómetros 19 y 20 con el fortalecimiento del enrocado existente, para de esa forma mantener las condiciones estables de dicha barrera de protección y así soportar el embate del fuerte oleaje.
En la segunda fase, que actualmente se encuentra en ejecución, se avanza en la construcción de un enrocado multicapas. Dicha estructura cuenta con cinco metros de base y una entre 3 y 4 metros.
En la primera fase de dicho plan se destinaron cerca de $250 millones –incluyendo la atención en el kilómetro 20–, mientras que en la segunda fase se adelanta una inversión por cerca de $9.500 millones.
Por su parte, la tercera fase –que se encuentra en la etapa de estudios y diseños– contempla la construcción de viaductos con una inversión de $700.000 millones. De esta manera se busca consolidar una 'solución definitiva y sostenible frente a la erosión de la vía'.
Empero, durante las últimas semanas se han emitido varios llamados de atención ante la posibilidad de que el mar siga avanzando y se 'trague' la vía, poniendo en riesgo la conexión de la región Caribe con el resto del país.
Dichas alertas están relacionadas con que por este corredor vial se registra un tránsito diario de 8.500 vehículos, de los cuales –según la concesión Ruta del Sol II–, el 52 % corresponde a automóviles, un 14 % más corresponde a buses y el 34 % restante son tractomulas.