Pero más allá de las reflexiones y propuestas, lo más valioso del libro es su tono. No hay gritos, ni proclamas, ni insultos. Hay una voz que piensa. Que disiente sin rabia, que señala sin descalificar, que apuesta por otra forma de entender el país. Una voz que, incluso frente al desencanto, no renuncia a la imaginación.
La ESE UNA, concebida como institución universitaria, debía ser un escenario de formación de profesionales y de investigación clínica. Ese propósito está hoy suspendido, con impacto directo en la confianza de estudiantes y en la capacidad de generar conocimiento en salud.
Hoy ya vivimos las consecuencias de haber callado antes. La pusilanimidad frente a gobiernos que saquearon lo público nos ha dejado una herencia amarga: desconfianza, desigualdad, pobreza estructural. Y esa misma falta de coraje permitió que un nuevo liderazgo, con promesas de transformación, llegara al poder.
Estas ceremonias también tienen una dimensión simbólica que hoy parece contracultural. En tiempos de inmediatez, de atajos formativos, de cursos cortos orientados exclusivamente al mercado laboral o a monetizar, detenerse a celebrar un grado es reafirmar que hay caminos largos que por supuesto valen la pena.
La historia ha demostrado que, cuando se mezcla religión con poder, los riesgos son altos. Surgen lealtades que no son racionales, sino dogmáticas; el disenso se vuelve pecado y la crítica, herejía. El debate político, que debería sustentarse en argumentos y deliberación, se transforma en cruzada moral, donde disentir se convierte en amenaza.
Como si se tratara de un clásico dominguero y no de un ejercicio deliberativo sobre las estructuras que sostienen nuestro Estado de derecho. Importa poco si alguien defendió al Congreso como poder autónomo o si cuestionó con razones la delegación legislativa: lo que muchos celebraron fue el espectáculo, no el contenido.
Esa fragilidad emocional se ve hoy potenciada por la omnipresencia del teléfono inteligente, que los mantiene en una burbuja digital, donde la comparación permanente, el escrutinio social y la desconexión del entorno real son la norma. El contacto directo ha sido reemplazado por una socialización filtrada a través de pantallas.
Gracias, ‘Bruja’, por habernos regalado tu fútbol, tu liderazgo y tu calidad humana. Por mostrarnos que sí era posible jugar bien y ganar, y que en el fútbol, como en la vida, el liderazgo serio y honesto, al frente de un grupo talentoso, casi siempre conduce al éxito.
Para 2050, uno de cada cinco colombianos será mayor de 60 años. Ante este desafío, no será la inteligencia artificial, sino la enfermería, la que estará llamada a liderar modelos de atención integral, continua y humanizada. Las y los profesionales de la enfermería tienen la capacidad de responder no solo a enfermedades, sino también a la fragilidad, la dependencia y las necesidades emocionales de una población longeva.
Recordar el logro médico que motivó esta columna debe convertirse en el impulso para construir una conciencia colectiva sobre la donación de órganos. Porque el trasplante no solo salva vidas: transforma familias, revitaliza comunidades, da sentido al duelo y devuelve la esperanza.