En medio de un lánguido final de la administración Petro que pretendió resolver los problemas de las tarifas de energía, el milagro de su reducción provino no por parte del gobierno sino de acciones exógenas que incluso han sido lideradas por las autoridades locales y departamentales.
Colombia no puede seguir al garete. He insistido desde esta columna que debe establecerse una unión de candidatos y sectores que entiendan que el país necesita un presidente y no un vengador. Colombia debe manejarse y pensarse como un proyecto colectivo que piense en las necesidades de la gente. Merecemos más.
En los 9 meses que faltan de mandato es clave que la institucionalidad aguante y que los Estados Unidos tengan paciencia para que el nuevo proceso electivo que reemplace a Petro y a sus adláteres, sea un punto de retorno a una relación que nunca debió afectarse.
Desconocer las instituciones que se representan, los orígenes institucionales, reinterpretar sin contexto y de forma anacrónica los principios de gobernabilidad, las rupturas y continuidades en el desarrollo social, político y económico de nuestro territorio, hacen que el mal gobierno de Petro sea más problemático.
Es evidente que Petro ha querido torpedear la relación con los Estados Unidos de forma permanente. Sus discursos, sus entrevistas y sus acciones han buscado alinearse con la dictadura de Venezuela y alejarse de la democracia.
El presidente se ha burlado de los colombianos y le ha pasado por encima a nombra ineptos sin formación alguna en los cargos y se hace el de la vista gorda frente a episodios de corrupción.
En lo atinente al comercio exterior, Estados Unidos ha venido imponiendo aranceles globales. Dentro de ese análisis tanto la cancillería como el Ministerio de Comercio Exterior deben parametrizar los ámbitos competenciales de cada producto para renegociar con Estados Unidos.
Esto nos demuestra como el país en vez de mirar hacia el futuro retorna al pasado de forma permanente. La elección de Gustavo Petro es parte de eso. Petro, ex guerrillero del M-19, desmovilizado, se propuso regresar a Colombia al mundo que creíamos superado. Ahí se siente cómodo.
Tenemos 6,9 millones de personas en pobreza extrema, lo que significa que esas personas no tienen ingresos para cubrir sus necesidades básicas en alimentación, vivienda, salud, educación y otros servicios esenciales.
Sus ideas estaban centradas en la seguridad, en la confianza y la recuperación del tejido social del país. Estas ideas son las que hemos venido repitiendo hasta la saciedad para recomponer a Colombia.