Aunque nos parezcamos a lo que antes fuimos, no somos una repetición eterna. Lo que hicimos hace un año fue el cimiento de nuestro presente. Del mismo modo que lo que hicimos hace un año también seguirá definiendo lo que seremos en el futuro.
Es necesario admitir que vivimos en un mundo convulsionado. Y ello implica aceptar que como humanidad no hemos alcanzado la madurez necesaria para coexistir en el mismo espacio.
El mundo no puede seguir siendo el plató de holocaustos. Las más de mil personas que los salvajes de Hamás borraron de Israel ese funesto siete de octubre deben ser una razón poderosa para frenar la guerra, no para propagarla.
El sentido de los días libres está en disfrutarlos sin que nos sintamos responsables por dejar de funcionar como máquinas en movimiento perpetuo.
El pasado, cual quimera de la mitología clásica, es un monstruo imaginario que vomita llamas de alegría y tristeza.
Mientras intentamos distraer la soledad, o entender la realidad por medio de una entidad omnisapiente, terminamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Así transcurre la vida en Colombia: a diario lanzamos y esquivamos las esquirlas del odio que deviene de las diferencias. Así, día tras día, de algún modo nos matamos. Y así no podemos seguir viviendo.
El hecho de que los niños dependan de sus padres en casi todos los sentidos no debería darles derecho a estos a que abusen de dicha potestad para sobreexponerlos en el enrevesado entorno digital.
El tercer fichaje más alto en la historia del equipo alemán habla español, pero ese no es el lenguaje en el que él mejor se expresa. El que mejor entiende y en el que mejor se hace entender es en el lenguaje que los futbolistas recrean en la cancha.
Pensar hoy en tener un hijo implica entonces una responsabilidad que trasciende la idea romántica de “ver crecer” a nuestra descendencia.