El régimen de Hosni Mubarak duró tres décadas, hasta que la semana pasada fue puesto a tambalear por protestas ciudadanas que parecieron surgir espontáneamente. ¿Por qué —sí existía tanto descontento entre la población— no había pasado antes?
En una charla del Hay Festival de Cartagena, el profesor de Historia británico Felipe Fernández-Armesto planteó la tesis de que los cambios en las sociedades están llegando más rápido y con más frecuencia. Como resultado, el mundo será cada vez más inestable y proclive a mayores vaivenes.
Los cambios sociales son producto de las ideas de las personas, y éstas, fruto de la imaginación e intercambio. Las sociedades que se aíslan por razones geográficas, religiosas o políticas se estancan, mientras que las que intercambian, con otras ideas y personas evolucionan. Durante siglos esa transmisión de ideas fue lenta y trabajosa, constreñida por las distancias, el tiempo y el analfabetismo. La mera invención de la imprenta cambió al mundo.
Más adelante, el descubrimiento del electromagnetismo permitió la invención del telégrafo y entramos así en la era de la inmediatez. Luego llegarían la radio y la TV. Sin embargo, nuestras tecnologías de comunicación siempre dependieron de un grado de centralización. Relativamente pocos agentes podían permitirse el costo de una editorial, un estudio de grabación o una estación de radio.
Aún en los países más libres, el espectro de ideas que se difundían siempre tenía alguna capa de filtración. El Internet cambió todo eso. La red abrió las puertas a un nuevo mercado de ideas, en el que constantemente están surgiendo unas, atacándose otras, pereciendo las más débiles y dominando las más atractivas. Y todo sin control central y sin filtros. La consecuencia de esta promiscuidad de la imaginación es un incremento en la producción y la variedad de las ideas de cambio en la sociedad: a una aceleración de la Historia.
Esa aceleración traerá nuevas modas y pasatiempos, nuevos descubrimientos científicos, nuevas curas para enfermedades, nuevas costumbres y modos de vivir.
Pero también revelará fracturas antes ocultas o ignoradas en nuestras culturas. Las quejas de las clases insatisfechas, que se manifestaban sordamente a través de los medios de comunicación tradicionales, tienen una nueva voz gracias a la Red.
Esos agravios, amplificados por la electrónica, no podrán seguir desatendidos para siempre; más temprano que tarde lograrán resquebrajar estados opresores, corruptos o ineficaces. Ya que todos los pueblos tienen grandes reservas de frustración almacenada, hay que esperar que vendrán años turbulentos en todo el planeta; los casos de Egipto y Túnez son apenas el comienzo.
Por Thierry Ways