Corría 1995 y los oídos de los colombianos se estremecían con propuestas musicales únicas. Por un lado la barranquillera Shakira lanzaba Pies descalzos, el álbum que la internacionalizó; también la banda de rock bogotana Aterciopelados estrenaba su exitoso álbum El Dorado. Además, el samario Carlos Vives sacó al mercado el 25 de julio de ese año su icónica producción La Tierra del Olvido, esa misma que cumple 30 años y cuya celebración es por todo lo alto.
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¡Qué privilegio tuvieron los que vivieron plenamente esa época!, pero también deben sentirse afortunados quienes viven para sumarse a esta celebración que evoca aquel momento histórico en el que un mechudo de 32 años, luciendo ‘mocho’, sandalias y su guitarra, le gritaba al mundo que desde un rincón del Caribe colombiano surgía una propuesta única.
Respaldado por las notas del rey vallenato 1985, Egidio Cuadrado, y los músicos de La Provincia, Carlos hizo gala de una nueva propuesta en la que interpretaba vallenato con nuevos patrones de sonidos provenientes de instrumentos propios del rock, pop, la cumbia y el bambuco. Esto le abrió a la música colombiana la puerta grande de los escenarios internacionales. No es casualidad que luego despuntaran Shakira y Aterciopelados con sus propuestas revolucionarias.
Hoy, tres décadas después, Vives conmemora la fuerza de ese disco visionario con el lanzamiento de una edición remasterizada que incluye dos remix de los temas Pa’ Mayté y Agua, además de un vinilo conmemorativo y un concierto en vivo en su tierra natal que se cumplirá este lunes.
“Es increíble que ya hayan pasado 30 años de toda esa revolución musical colombiana, cuando tocamos las puertas del mundo con nuestras raíces. Nosotros fuimos una nueva ola de todo eso”, aseguró Vives a EL HERALDO.
La Tierra del Olvido no fue un proyecto nacido de una fórmula de mercado de una compañía, el también actor samario cuenta que “fue una cosa de familiaridad”, refiriéndose a esa conexión espiritual que logró con millones de oyentes en Colombia y el mundo.
Egidio Cuadrado y ‘Teto’ Ocampo
En este álbum, Vives no solo rindió homenaje a su herencia musical, sino que la renovó. Junto a Egidio Cuadrado (QEPD), Ernesto ‘Teto’ Campo (QEPD), Carlos Iván Medina, Einar Escaf, Mayté Montero y otros músicos de su ‘provincia’ crearon un nuevo lenguaje sonoro que puso al vallenato, la cumbia y otros géneros tradicionales en diálogo directo con el rock, el pop y la música funk.
“Encontré en un grupo de rockeros bogotanos a músicos con herencia de colombianidad. Les podían gustar los Beatles, pero también sabían lo que era un currulao o un joropo y no lo veían como inferior”, recordó Vives con emoción.
Al preguntarle sobre la ausencia de su compadre Egidio y de ‘Teto’, su discurso se torna más pausado. “En las acordeones nuevas, que es el sonido alternativo, las ideas eran mías, yo se las dictaba y él las ejecutaba. Cuando recurríamos y necesitábamos lo que nosotros llamamos la rutina vallenata, no había nadie mejor como mi compadre Egidio. Yo siempre le decía que había que llegar al vallenato por cierta vía, pero él me sorprendía y llegaba por otra. De ‘Teto’ Ocampo debo decir que ese sonido de la guitarra que irrumpió por primera vez en el vallenato era de él, junto a una familia de músicos bogotanos que emprendimos un camino para la música local y del mundo”.
Para celebrar este hito se abrirá la preventa de un vinilo conmemorativo especial, una joya para coleccionistas y amantes del sonido análogo que han acompañado a Vives durante tres décadas. “Hay varias sorpresas que todavía no puedo contar”, confesó entre risas el cantautor, mientras se palpaba el entusiasmo por lo que viene para este segundo semestre.
Una canoa y otros recuerdos
Vives no solo conserva recuerdos de las 11 canciones que integraron esta propuesta que tuvo veto en algunos países como Venezuela, debido a que la carátula, según las autoridades del vecino país, incitaba al consumo de marihuana.
También guarda objetos y símbolos que lo acompañaron durante la producción del álbum. La canoa que aparece en el icónico video de La Tierra del Olvido aún reposa en su casa en El Rodadero, partida en dos como una auténtica pieza de colección museística. También atesora la guitarra de ‘Teto’ Ocampo, la carátula original que cuelga en su oficina en la Fundación Tras La Perla, y hasta las camisetas y afiches del tour nacional que fue patrocinado por una marca de gaseosas.
Pero más allá de los objetos, lo que más conserva Carlos es el espíritu: “Yo quería que músicos como Los Hermanos López se sintieran orgullosos, no me importaba lo que dijeran, yo me la creí toda. Sabía que no hacía folclor, pero que estaba buscando lo mío desde esas raíces”.
Y es que con La Tierra del Olvido Vives desafió prejuicios, rompió esquemas y redefinió lo que significaba ser colombiano en la música. “Nosotros empezamos a mirar más para adentro, a descubrir que teníamos un poder increíble para conectar lo nuestro con el mundo”, reflexiona.
Y lo logró. El álbum rompió fronteras, penetrando incluso en mercados como el español, donde era casi impensable escuchar cumbia o vallenato por fuera de Islas Canarias.
“Llegamos por Madrid, Barcelona y rompimos las reglas del mercado. También sonamos muy fuerte en Argentina y México, donde ya me conocían por lo que había hecho con los clásicos del vallenato. Porque la verdad sea dicha, los vallenatos me dieron la oportunidad de hablar de Colombia, de sus raíces, pero con este álbum mostré al mundo una nueva manera de hacer música”, recuerda con orgullo.
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Tres décadas después, La Tierra del Olvido sigue más viva que nunca, porque no es solo un disco, es un rincón de lo que somos y un fiel recuerdo de que la música cuando brota desde la raíz se convierte en una propuesta única que puede traspasar todas las fronteras.