
Como la caja, la guacharaca tiene un futuro poco alentador en la trilogía musical del vallenato. Mientras siguen saliendo al ruedo cientos de acordeoneros, muy pocos se interesan por ella. Luis Suárez, uno de los más veteranos intérpretes de la percusión en Valledupar, dice que no hay incentivos.
“Los mismos padres de familia llevan a sus hijos a las academias, inclinándolos por el acordeón y el canto, que son los que dan dinero y fama”, asegura.
Pedro Negrete, un experimentado guacharaquero, comparte la opinión de Suárez, y precisa que en 22 años de pertenecer a una de las más reconocidas agrupaciones de este folclor, solo gana por ‘toque’, que se convierte en un sueldo irrisorio frente a lo que recibe el cantante y el acordeonero.
“Los músicos secundarios estamos apartados, ayudamos a los acordeoneros y cantantes a ganar plata, pero la mayor parte es para ellos. Ni siquiera estamos afiliados a una EPS”, dice.
Bajo este panorama es mínimo el semillero de guacharaqueros comparado con el potencial de acordeoneros y vocalistas. En la escuela de música de la Casa de la Cultura, por ejemplo, hay 320 alumnos aprendiendo a tocar acordeón y 100 vocalistas, mientras que a las clases de guacharaca solo asisten 28.
La proporción es similar en la Academia de Andrés ‘El Turco’ Gil y en la escuela de talento ‘Rafael Escalona Martínez’ de la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata. Luis Suárez afirma sin embargo, que hay talento para la guacharaca, pero no se explota. Fundamentado en su propia dinastía, donde todos sus hermanos y sus hijos interpretan el instrumento, ganando incluso la mayoría de los festivales en la región, dice con autoridad que hay que difundir más a la guacharaca, motivar a los niños desde sus casas. “Si uno ve a un pequeño que coge el rallador y un trinche para tocar, hay que prestarle atención, impulsarlo y llevarlo a que aprenda. Ahí puede haber un valor para este folclor”.
En su casa del barrio Primero de Mayo, llegan niños interesados en aprender caja y guacharaca. “Aquí de manera gratuita le enseñamos, porque no podemos permitir que se acabe la percusión, que es de vital importancia para la música vallenata”, indicó.
Jairo Suárez Jr, es un joven guacharaquero. Señala que aprendió viendo a su padre y tíos interpretar el instrumento. Ahora se prepara para acompañar a cinco participantes en la categoría de acordeoneros aficionados en el presente Festival. Y así les toca a muchos de quienes están preparados en la guacharaca, compartirse con varios concursantes, porque no hay suficiente oferta para atender la demanda del acordeón que sigue dominando en los festivales.
La dinastía de los Suárez es una de las fuentes de guacharaqueros en la ciudad. Vicky Suárez es la ‘reina’ de la guacharaca y su hijo con apenas diez años, ya le sigue los pasos a su madre, abuelos, primos y todos los miembros de esta familia que para el festival no da abasto frente a las decenas de acordeoneros que llegan buscando su acompañamiento.
A pesar de que hay conceptos de que tocar guacharaca no es rentable. Luis Suárez afirma que es un modo de vida que con esfuerzo y dedicación puede dar buenos frutos, aunque no más que el acordeón. “Yo crié a mis ocho hijos y compré mi casa a punta de guacharaca”, dice.
Pedro Negrete dice incluso que la guacharaca es de suma importancia en el folclor y como tal hay que defenderla, promover espacios para que los niños aprendan y se formen nuevas generaciones de músicos y para ello hizo un llamado a las autoridades, a los entes que promueven el folclor, a fin de no condenarla a desaparecer.
Por Miguel Barrios
Valledupar