Si el país quedó divido por la mitad luego del plebiscito sobre el Acuerdo Final entre el Gobierno y las Farc, se puede decir que esas dos mitades se comprometieron a dialogar en busca de una paz 'con un apoyo ciudadano más amplio'. Al menos, así lo hicieron sus caras más representativas: el presidente Juan Manuel Santos y el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez.
La foto de los dos estrechando sus manos es muy importante, más allá de los matices a revisar. Se trata del primer encuentro en casi seis años entre los dos líderes más decisivos en los procesos electorales nacionales de la última década. Y marca el inicio de un proceso que, en el fondo, procura reducir una ola de polarización que no ha hecho más que crecer y crecer, y que llegó a su cumbre de exacerbación el 2 de octubre, cuando los votantes rechazaron lo pactado en La Habana —tras cuatro años de negociaciones para terminar un conflicto de 52 años— con una diferencia de menos de un punto porcentual a favor del ‘No’, que obtuvo el 50,2% de los votos.
En medio de las turbulencias políticas que sobrevinieron, ayer los colombianos vieron en la Casa de Nariño un asomo de sensatez, sustentado en el equilibrio de fuerzas que demostraron en las elecciones los partidarios de ambas alternativas.
Sus cabezas visibles parecen haber entendido que, más allá de sus diferencias, resulta perentorio evitar que el país se despeñe hacia el abismo. Aunque el ‘No’ venció en el plebiscito, lo que evidencia el reñido resultado en el terreno de la opinión es un país partido en dos. Y este escenario exige la búsqueda de consensos con el mismo espíritu que dio origen al proceso de paz.
Para avanzar en este camino, hay que partir de la base de que el otro puede tener razón en algunos argumentos. Todos parecen entender que no conviene desandar los pasos recorridos en la apremiante tarea de resolver un conflicto que entraña tantas complejidades, y que tanto dolor le ha causado al país.
Hay algunos avances en las primeras declaraciones tras el encuentro Santos-Uribe. Sus palabras dejan ver que todos, en últimas, son partidarios de la paz y de llegar a esta mediante un acuerdo; no ya la retórica de defender la paz en abstracto, sin comprometerse con el cómo. Pero, si bien hay un tono sosegado y constructivo —aleccionador para la forma en que se lleva el debate en redes sociales—, en el fondo siguen persistiendo diferencias. El reto es lograr conciliarlas.
Santos, que también se reunió con el expresidente Andrés Pastrana, ha hablado de 'aclaraciones y precisiones' y de la posibilidad de 'atender propuestas de ajustes' para fortalecer el Acuerdo. El diálogo nacional abierto no solo involucra a los expresidentes, sino a otros sectores detrás del ‘No’, como los representantes de iglesias cristianas.
Como señaló Santos, todo tendrá que mirarse con las Farc, firmantes de los Acuerdos. Deben tener mucho que decir. Y aunque Santos había anunciado un plazo perentorio para el cese al fuego bilateral, ayer confió en que este es prorrogable y renovable para preservar los avances de la negociación y el propósito último de esta: el fin de la violencia.
El tema exige celeridad, pues la situación de indefinición no le conviene a un país en el que urgen las certezas. Colombia se ha visto asomada al abismo y debe imponerse el sentido común.