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A propósito de la guachafita que protagonizaron el miércoles feriado unos jóvenes exaltados, en desarrollo de una jornada deportiva de fútbol enmarcada en el programa de resocialización de jóvenes en riesgo, que se han agrupado en pandillas, algunas personas son del criterio superficial de que el fútbol no puede ser el vehículo para recuperar a esos jóvenes, cuyas necesidades van más allá de patear un balón. Obvio que vayan más allá. Pero no están viendo la integralidad del proyecto, ni entienden el porqué del aliño indispensable del deporte en esta iniciativa de la Alcaldía de Barranquilla.

Es bueno mirar el asunto de conjunto. En la ciudad hay pandillas desde hace años, pero hay que abonarle en justicia a la actual Administración que, escuchando reiteradas exigencias ciudadanas y atendiendo el alarmante crecimiento exponencial del flagelo, puso en marcha un estudio integral en cuya confección participativa intervino un grupo de trabajo de 40 personas de la Universidad del Atlántico, la Universidad del Norte, la Fundación Proceder –el operador local del proyecto– y del Gobierno Distrital.

En desarrollo de este esfuerzo, y en la búsqueda de referentes de otras partes, se hizo un panel al que asistió la ecuatoriana Nelsa Curbelo, presidenta de la Fundación Ser Paz, cuya merecida acreditación internacional descansa en el hecho de que en Guayaquil ha adelantado una aplaudida labor de recuperación de miles de pandilleros por medio del deporte y el estímulo a las variadas formas del talento.

Se identificaron 109 pandillas, de las cuales 95 fueron estudiadas al detalle. Las 14 restantes, aunque se conocen sus nombres y sus lugares de operación, no pudieron ser evaluadas por razones de seguridad o por la dificultad para contactar a sus líderes. Hoy se tiene claro que unos 3000 jóvenes de los estratos 1, 2 y 3 están en situación de alto riesgo. Todos ellos tienen la particularidad de haber entrado a temprana edad en contacto con el delito, desertaron de las aulas escolares, han consumido sustancias psicoactivas, y han incurrido en actos criminales, como el hurto e incluso el homicidio. Tienen una aquilatada titulación delictiva, pese a su corta edad.

El estudio en mención “permitió evidenciar el nivel de frustración, ira, desesperanza, temor y pesimismo que sienten los muchachos y revelan en sus charlas, en sus atuendos, en su lenguaje, en sus acciones e incluso en sus omisiones ”.

La historia de vida de cada uno de ellos y ellas es impresionante. Y el fútbol, como ingrediente atractivo del proyecto, es apenas un medio, un instrumento, por su capacidad para generar integración, solidaridad, hermandad, pero el objetivo principal es el restablecimiento de derechos y oportunidades a unos jóvenes nacidos en un entorno social de pobreza y marginalidad.

El proceso apenas comienza y va a continuar. Los incidentes ocurridos deben ser estimados como hechos normales, decía Nelsa Curbelo, en el difícil camino de rescatar a estos jóvenes para una vida útil. ‘Va jugando’ expresa, por tanto, la voluntad institucional de trabajar por la resocialización de un segmento de la juventud que estamos perdiendo y al que no podíamos seguir dándole la espalda por los graves riesgos para el conjunto de la ciudad. Tres mil jóvenes llenos de resentimiento y dispuestos a todo son una bomba de tiempo que hay que desactivar. Y ‘Va jugando’ se está implementando para eso.