El filántropo de las playas de Santa Marta que regala dinero, ahora cambió de modalidad. Pone a los varados en fila y les da bolsas de arroz. Pero, según dice, el cambio no ha gustado a los beneficiados. “No es lo mismo”, dicen.
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En Cartagena existió un negro que vestía como inglés todos los días e inclusive con sombrero. Era muy rico. Se llamaba don Alfredo Del Campo y Castro. Parecía que lo estuviera viendo en las reuniones de la ‘pesada’.
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Era muy generoso. Con frecuencia citaba a los pobres en un local que tenía en el bosque y mataba varias vacas para regalar comida a quienes acudían. Ese gesto hizo que Rafael Escallón lo inmortalizara en Diario de la Costa, con el apelativo del filántropo.
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Cantinflas, un vez al mes tenía una casa habilitada para regalar dinero en México a los llamados “rotos”. Otro que fue famoso por la entrega de esas dadivas fue el Mexicano Rodríguez Gacha, el narcotraficante.
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Localmente tengo que citar a Lou – mi esposa – quien anualmente reunía de 5 hoteles de lujo lo que ya no volverían a utilizar como sábanas, colchones, sillas, sobrecamas, etc. Varios camiones necesitaba para traer a casa. Y entregaba a domésticas, porteros, mecánicos, obreros y carromuleros lo donado.
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Este año, en su honor, enviaré las cartas a los mismos hoteles para hacer lo mismo de Lou con sus amigos del pueblo que tanto la querían.
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A raíz del comentario del presidente Nicolás Maduro de la multiplicación de los penes, en vez de los peces como era lo correcto, millones de mujeres estuvieron complacidos con el entuerto antes de que se aclarara (se lo escuché a un taxista).
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Notas liliputienses: Pénjamo…Volver a vivir…Mecenas…Parasol…Cantos…Porquería…Mesita…Luces…Bebo.
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Ahora la segunda parte del capítulo dedicado al periodista José Pardo Llada de mi libro de memorias ‘Antes de que se me olvide’.
Pardo, que en la fiesta pasó por alto las impertinencias del borracho, cuando lo vio casi lo mata. Era el hijo de su sastre, un señor de apellido Mitrani. Como enemigo era terrible. Al prestigioso hotelero Venturini casi lo echan de Cali porque le hizo algo a Pardo que no le gustó.
Aquellas mujeres. Martha Stella Calle (con quien aparezco en una película ‘Aura o Las Violetas’ de Gustavo Nieto Roa como de fotógrafo en la playa), Marta Lucía Castillo con unos ojos tan hermosos; todos estábamos enamorados de ella, entre ellos el torero Pepe Cáceres. Era impresionante. Tuvo un final trágico. Y Leonor Rizo Gil, de tantos recuerdos. Aquella negra que a todos nos tenía embobados en los actos que programaba Pardo. Mejor recortemos. Cali siempre en mi corazón.
Tan poderoso Pardo. Le quiso hacer un homenaje a su padre e hizo una piscina en una escuelita pobre de barrios marginados del Valle. Y la inauguró con el mejor nadador del mundo, Mark Spitz. Un día me mandó para Caracas a hablar con un magnate de la televisión de nombre Óscar Sacco. Según Pardo tenía el programa de televisión más largo de América, como de ocho horas; todavía no había aparecido Don Francisco. Me sorprendió que una persona tan influyente tuviera una entrada de la oficina tan rara. Era un recibidor modestísimo. En la sala me encontré con el humorista caleño Verlón, quien me dijo que cuando me tocara entrar, yo lo hiciera pasar como si hubiéramos ido juntos porque Sacco no quería recibirlo. Recibí una lección. Para hablar con un empleado de Sacco tenía que mirar hacia arriba en una puerta inmensa y de allí se abría una ventanita y salía la cara de una persona que hablaba con el visitante.
Cuando entré le pregunté a este argentino que tenía cara de bulldog el porqué de la ventana alta… “Es para los que vienen con pretensiones de divo. Así los ubicó”. Verlón, el humorista comenzó a contarle toda clase de chistes y Sacco no se reía. Luego, en un truco, se sacó afuera los dos ojos y el empresario seguía serio. Luego lo frenó:
-“Mire, si quiere actuar en Venezuela debe adaptar los chistes con modismos de esta plaza. Recuerde que está en otro país”.
Pues bien, Sacco quería que en Colombia una persona se encargara de representarlo en un concurso a nivel mundial que organizaba su programa de modelos en bikini. Como Pardo no tenía tiempo, yo quedaba con el encargo con gastos de Venezuela. A través de radio, prensa, ayuda de casinos, hice una campaña nacional. La elección de la representante de Colombia se hizo en el Hotel Americano y por ese concurso conocí a Julio Iglesias.
Ya Pardo está muerto y el Loco Bejarano está por encima del bien y el mal. En una ocasión Pardo me llamó desde el Hotel Capilla del Mar. Estaba de vacaciones nada menos que con Miguel Rodríguez Orejuela que en ese entonces no era perseguido, era un directivo radial y de fútbol. Miguel me conocía como ‘El mirador de la Costa’ y quería hablar conmigo.
Nos fuimos a las Islas del Rosario donde también nos acompañó un parlamentario cuyo nombre me reservo porque Rodríguez me lo presentó como ‘Mi senador’. Antes de irnos llamó como a diez reinas, estaba en gorra y muy alegre.
En la isla, al calor de los whiskys, me dijo que por qué no pasaba mi espacio radial para su cadena. Le dije que ya estaba comprometido. “Nada, pana. El jueves (era domingo) te voy a enviar desde Cali un emisario para que se arregle contigo”. Así ocurrió. Del Hotel Flamingo me llamó. Y me cambié de emisora.
Yo también correspondí a Pardo con amplitud. Lo traje al Festival de Música del Caribe, a la inauguración con banquete de un hotel que se hizo por concurso de mi columna (Barlovento). Siempre había un pretexto para vernos.
Cuando me radiqué en Barranquilla vino muchas veces siempre a actos especiales; acá nos reunimos con Mario Ceballos y Silvia Gette. Tengo una anécdota cuando vino invitado a hablarle a los miembros del Club de Separadas que yo tenía. Allí llevé a Shakira, que en ese entonces tenía 10 años, para que cantara. Y cuando terminó llamó a Shakira; la cargó en sus piernas y le dijo:
-“Tú vas a ser una estrella”.
Ninguna de las socias pensaron que Shakira llegaría tan lejos y no tomaron fotos. Cuando fue embajador en República Dominicana se excedió en atenciones, tanto conmigo como con un grupo de amigas que me acompañaron.
Luego empezó a decirme que estaba perdiendo la vista. En uno de los últimos viajes, casi había que orientarlo para su movilización. Dos amigos consiguieron que la Embajada de Cuba permitiera que él regresara a Cuba 40 años después para ver si le arreglaban la vista. El costo fue elevado y cuando fue a pagar le dijeron que por órdenes de Fidel no se recibía su dinero. Vino conmovido de su tierra. Sus dos esposas, grandes mujeres. La doctora Alonso, que se parecía a María Dolores Pradera, era odontóloga. Murió de cáncer. Luego del funeral me dijo:
-“Julio Iglesias fue a darme el pésame y aquello fue raro. Todos los dolientes pidiéndole autógrafos”.
Su segunda esposa, la doctora Elsy Calderón, otra gran mujer. Muy distinguida, profesional exitosa. También conocí un hijo que tuvo con una italiana y se me presentó en Cartagena. Era bastante bohemio.
Cuando Caracol Radio me contrató para que yo fuera su imagen en la Costa – no hace mucho – abrí mi intervención nacional con una entrevista con este inolvidable amigo. Fue una entrevista histórica.
Pardo era uno de los mejores conversadores que he conocido en mi vida. Era un privilegiado en ese aspecto. Teníamos muchos planes para realizarlos juntos. Una mañana un amigo me dijo que había escuchado que Pardo se había desmayado recién llegado de Miami. Llamé varias veces preguntando por su salud. Estuve dos días indagando por él con su hija y su esposa. La noticia de su muerte ha sido tan fuerte que todavía no me repongo.
Tristísimo que una persona tan única, tan famosa, tan poderosa, que hizo tanto por Cali, fue olvidado el día de su muerte. ¡Qué ironía! Gustavo Álvarez Gardeazábal, que escribió un libro contra él, y luego hicieron las paces, fue el que mejor se portó. En La Luciérnaga protestó por la ausencia de los caleños a su funeral, que debió ser multitudinario. Y le dio rejo a amigos del Deportivo Cali que debieron estar presentes, y al sentirse aludidos fueron a la sede del Club a buscar una bandera y con ella lo enterraron.
Pardo Llada fue mi mentor, mi ‘pana’, un segundo padre, mi maestro, mi consejero, mi mejor amigo.
PD. Murió a los 86. No pensé que tuviera tantos años.
PD. También fui jurado de un concurso que llamó ‘La caleña, doble de Carolina de Mónaco’. Se inscribieron decenas de concursantes, las cinco finalistas las invitó a Cartagena. Una de ellas se casó con un exministro.
Se quedan en mi mente muchas páginas por escribir de Pardo, pero tengo que cortar.
PD. Cuando terminaba mis recuerdos con Pardo Llada, me entero que Helenita Vargas, a quien él bautizó como la Ronca de Oro ha tenido problemas de salud. Inolvidable amiga a quien le debo un episodio de mi vida sentimental que bien vale la pena recordar porque fue significativo para mí, ya que fue un gran amor que tuve en Cali, y cuyos inicios fueron tremendistas.
Todo empieza cuando Helenita, a quien conocí en casa de Pardo en una feria, me invitó a que el año siguiente con motivo de la feria me alojara en su casa. Quería atenderme. Ya estaba separada del médico Gonzalo Zafra, que se parecía mucho al expresidentes Alfonso López Michelsen. Pues bien, yo llegué en horas de la tarde y Helenita, que vivía en una mansión espaciosa me dijo que esa noche me iba a presentar a la relacionista y mano derecha del gobernador del Valle, una mujer muy bella, y quien ya tenía conocimiento de quién era yo. El nombre me lo reservo, sin duda era una mujer no solamente bella físicamente sino a la vez con un don de gentes cautivante. Lo que empezó como una reunión social se fue acentuando con los tragos y Helenita dijo que tenía que ausentarse, pero que no creía que se demoraba. Entre la dama en cuestión y mi persona – que yo también tuve 20 años – hubo una química inmediata y de pronto estábamos involucrados en una de las habitaciones de la mansión en la primera relación íntima. La juventud, divino tesoro, pasión ardiente la contendora, aquello andaba muy bien cuando lo que menos esperábamos era que se abriera la puerta y Helenita nos viera en plena acción; cerró de inmediato. Cuando hay cerebro, mundo, categoría, aquello no terminó en reclamo sino en confirmación de que empezaba una relación. Precisamente, este recordado amor caleño vivió conmigo momentos inolvidables en Cartagena. Después de la boda de la hija de Pardo Llada – Bernadette – con un norteamericano, mi amigo me dijo que quería que le organizara a su hija y a su marido actividades en Cartagena donde iban de luna de miel. Inicialmente viajó mi amor caleño y recibimos a Bernadette con su esposo. Se nos unió Carlos Fernández, un cubano prominente, nada menos que director de la Revista Selecciones para Colombia, México y Venezuela, y un señor irlandés que conocimos en el hotel, que no hablaba español y se entendía con nosotros por señas, trabajador del aeropuerto de Dublín, que estuvo todo el tiempo con el grupo. De esa semana no podemos olvidar la noche que fuimos a ver a Toña la Negra en el Club La Popa, posteriormente al incidente que relato en el capítulo que aparece sobre ella en este libro (Toña cantó en la boda de Bernadette). Estas memorias las va a leer Bernadette en Miami donde es considerada una de las mujeres periodistas de Estados Unidos, incluyendo los nativos de ese país, y seguramente vendrá a su mente lo relatado.
Hace tres o cuatro años Urbano Medina me solicitó que ubicara a Helenita Vargas para saber si venía a cantar a un local que él tiene en Barranquilla. Helenita, con quien tenía decenas de años sin comunicación me dijo que mi novia caleña – que conocí en su casa – actualmente estaba felizmente casada con un gran amigo mío de Cali, médico prominente.
No se pudo concretar su venida, pero sí puedo revelar que me cobró en ese entonces con las rebajas por la amistad que nos unía, doce millones de pesos.
(Cuando conocí aquí en Barranquilla a mi esposa Lourdes, la primera vez la invité a que me acompañara a saludar a Helenita que actuaba esa noche en el Primer Festival de la Cerveza que se celebró frente al Apartahoetl Davega donde yo residía de soltero. Hicimos una mesa junto con el doctor Mario Ceballos Araújo y Silvia Gette Ponce – apenas eran novios – y el médico chino Whan-Shinal con su secretaria Vicky).
Estos recuerdos personales deben terminar con un resumen de lo importante que fue en vida Pardo Llada, el vocero de la revolución cubana tan popular como el propio Fidel Castro, que logró la votación más alta del Parlamento cubano en toda su historia. Que Radialmente rompió los récords de audiencia en su país. Llega a Cali a visitar a un compadre y empieza de cero en un periódico modesto Occidente, y con su columna Mirador supera a El País, el matutino tradicional. Luego impone la mayor audiencia radial y se convierte en ídolo popular. Se lanza a la política y logra ubicar nueve concejales de once de su movimiento del recinto caleño. Se lanza a la Cámara y sale con una votación impresionante. Logra ser embajador de Colombia en Noruega y República Dominicana sin haber nacido en el país. Sí, ese es el Pardo Llada importante, el otro que presenté en las páginas iniciales fue el personal. Había que hacer la aclaración.
Por Édgar García Ochoa