Cuando a un adulto mayor le dicen: “bájelo del computador” es como si le mentaran la madre. Ya nadie quiere tomarse el trabajo de imprimir y enviar un formulario, una factura, una carta, una foto. Han optado por la vía fácil para acomodo propio, sin importar a quién puedan importunar.
Ahora todo lo escriben en el computador para que los jóvenes lo bajen, y los viejos... “que se jo---”, porque los viejos no estamos acostumbrados a esos modernismos, porque nos sacamos un ojo tratando de ‘bajarlo’ y no lo conseguimos: nos confundimos y no sabemos cómo hacerlo; no por ineptos, sino porque no nos lo enseñaron desde niños, como lo hacen ahora; porque somos de la generación de la ‘Underwood’, del tintero, de la plumilla, del secante, de la regla de cálculo, de la tabla de logaritmos, de La Alegría de Leer, el Catecismo del padre Gaspar Astete y la Urbanidad de Carreño, de las planas de castigo en la escuela, de cuando al baño en el colegio le llamábamos ‘el cuartico’.¿Cómo pretenden que un adulto mayor, acostumbrado a palpar, sentir y tocar físicamente una carta, una foto, un documento, aprenda después de viejo a bajarlo “de las nubes”?
No hay derecho. Parece que el mundo moderno está hecho solo para jóvenes, que se sienten dueños absolutos del universo. A los viejos poco o nada nos tienen en cuenta, y pretender que nos adaptemos a su mundo es muy difícil, pues como dice el refrán: “loro viejo no aprende a hablar”. Pero lo que no saben es que ese ‘loro viejo’ al que poco tienen en cuenta, aunque no sepa hablar el lenguaje de ellos tiene su propio lenguaje, y vaya a saber cuál de los dos ‘lenguajes’ es mejor.
Por Antonio Celia C.
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