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Donald Trump prendió fuego al mundo político de Estados Unidos en 2016 y nunca apartó la vista de esas llamas, que salpicaron de escándalos sus cuatro años en el poder pero no bastaron para garantizarle un segundo mandato en un país desgastado por la pandemia y la crisis económica.

El presidente ha dejado claro que no aceptará fácilmente la derrota y aún confía en sus maniobras legales para cuestionar el escrutinio en varios estados clave, pero las proyecciones de los principales medios proclamaron este sábado la victoria de su rival, el demócrata Joe Biden.

El anuncio puso fecha límite -el próximo 20 de enero- a la extraordinaria Presidencia de Trump, que ha dividido el país y al mundo como quizás ningún otro mandatario estadounidense y ha profundizado unas fracturas políticas y sociales que seguirán abiertas mucho después de que abandone la Casa Blanca.

Guiado toda su vida por una fuerte necesidad de aprobación, el mandatario se dejó la piel en decenas de mítines durante una larga e intensa campaña, pero no logró revivir las opciones que tenía a principios de este año, cuando confiaba en una holgada reelección gracias al buen desempeño de la economía.

Desgastado por la cifra astronómica de muertes por la covid-19, la peor crisis económica del país desde la Gran Depresión y un movimiento popular contra el racismo, Trump se convirtió en el undécimo presidente de un solo mandato de la historia de EE.UU., algo que no ocurría desde la derrota de George H. W. Bush en 1992.