José “Pepe” Mujica, fallecido este 13 de mayo a los 89 años, fue mucho más que el expresidente de Uruguay (2010–2015). Su legado trasciende las fronteras nacionales, consolidándose como una figura emblemática de la izquierda latinoamericana y un referente moral en la política global. Su estilo austero, su discurso directo y su compromiso con la justicia social le granjearon el respeto y la admiración de líderes y ciudadanos por igual.
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Pofunda amistad con Lula da Silva
La relación entre Mujica y Luiz Inácio Lula da Silva fue una de las más estrechas en la política regional. Ambos compartían una visión progresista y un compromiso con la justicia social.
En diciembre de 2024, Lula condecoró a Mujica con el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, la máxima distinción de Brasil, calificándolo como “la persona más extraordinaria” que ha conocido.
En contraste, Mujica mantuvo una relación compleja con los presidentes argentinos. Elogió a Néstor Kirchner por su liderazgo, pero tuvo desencuentros con Cristina Fernández de Kirchner, especialmente durante el conflicto por la planta de celulosa Botnia.
Con Mauricio Macri, las diferencias ideológicas fueron evidentes, mientras que con Alberto Fernández retomó el diálogo y la cooperación. Sobre Javier Milei, expresó reservas, calificándolo de “muy impulsivo y atropellado”.
En Chile, Mujica cultivó relaciones cordiales con líderes de distintos signos políticos. Mantuvo una amistad estrecha con Michelle Bachelet y expresó respeto por Sebastián Piñera, y en febrero de 2025, recibió al presidente Gabriel Boric en su chacra, donde juntos plantaron un olivo como símbolo de paz y unidad regional.
Admiración por Chávez y críticas a Maduro
Pepe Mujica también compartió ideales con Evo Morales y Luis Arce, a los que elogió su lucha por la justicia social y la integración regional. Con Venezuela, su relación fue ambivalente: admiró a Hugo Chávez, pero criticó abiertamente a Nicolás Maduro, cuyo Gobierno calificó de autoritario, al tiempo que expresó su preocupación por el estado de la democracia en el país.
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En 2014, el entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto otorgó a Mujica la Orden del Águila Azteca, la más alta distinción que concede el país a los extranjeros, en reconocimiento a su liderazgo y compromiso con los derechos humanos y la democracia.
Más allá de América Latina, Pepe Mujica fue reconocido por líderes internacionales por su coherencia y valores. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, lo recordó como un político que vivió la política “desde el corazón”.
Su postura crítica frente a conflictos internacionales también será recordada. En una entrevista, calificó al presidente ruso Vladimir Putin como un “hijo de puta”, condenó la invasión a Ucrania y afirmó que la guerra podría haberse evitado.
Mujica rechazó privilegios y lujos, eligió vivir en su modesta chacra y donar gran parte de su salario como presidente. Incluso durante su enfermedad, mantuvo su compromiso con la salud pública, rechazó un ofrecimiento del presidente estadounidense Joe Biden para tratar su cáncer en Estados Unidos y prefirió atenderse en un hospital público de Uruguay.
Su legado trasciende la política y deja una huella imborrable en la conciencia colectiva de América Latina y el mundo. Pepe Mujica será recordado como un líder que con sencillez y firmeza construyó puentes entre pueblos y líderes, y promovió la integración, la justicia y la humanidad.